Capítulo 4

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Cuando entré en mi cuarto no me lo pude creer. ¡Estaba allí! ¡Mirando entre mis cosas como si no pasara nada! ¿Quién narices era ese chico?

-Esto no puede estar pasando... -Dije riendo. Me eché las manos a la cabeza.- ¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? -Le miré con intriga. Era un chico rubio, con el pelo algo descuidado. Juraría que con ojos azules o verdes.

-Déjame ver tus heridas. -Dijo con naturalidad.

-¿Cómo dices?

-Venga... no soy tonto. Sé lo que estabas a punto de hacer en el baño.

-Mira, no sé de qué va esto pero...

-Por favor. -Me interrumpió.

Le miré intrigada y me subí la manga de la camiseta con fuerza. Tenía alguna cicatriz ya curada. Él se acercó a mí sin tocarme.

-¿Contento? -Volví a colocarme las mangas.

-Yo también tengo cicatrices. -Se sentó en el baúl que había frente a mi cama. Se subió la manga y me miró. -Mira, esta fue por una pelea con mi madre. -Empezó a señalarse. Me senté a su lado y le escuché.- Esta por unos idiotas que habían en el colegio.

Estuvimos un rato así. Hablando de nuestras heridas. Había algo en ese chico que no lograba entender. Algo que me provocaba cierta cercanía hacia él, como si entendiera lo que sentía.

-La peor herida que me hice fue cuando me enteré de que mi padre había sido infiel a mi madre. -Me sinceré.

-¿Hizo eso? Menudo imbécil.

-Oye, que estás hablando de mi padre.

-Perdona. Es que soy claro con mis ideales. Creo que si quieres a alguien nunca le harías algo así.

-Si... eso mismo pienso yo.

De repente la puerta se abrió y me sobresalté.

-¿Dylan? ¿Qué haces aquí? ¡Vete ahora mismo! -Dijo mi padre muy enfadado.

-Papá, solo estábamos hablando... -Él me interrumpió con sus gritos.

-DYLAN, VETE. AHORA. -Le cogió del brazo y le levantó. Yo intenté impedírselo pero no pude con él.

-¿A qué decía usted que tenía miedo? -Dijo Dylan llorando y salió corriendo por la puerta.

-No quiero que vuelvas a ver a este chico más. ¿Entendido, Luna? -Me dijo mi padre.

-¿Pero por qué? ¡Sólo estábamos hablando, papá!

-Porque no y se acabó.

-Tú no puedes ordenarme con quién puedo o no puedo hablar.

-Eres mi hija y mientras vivas bajo mi mismo techo obedecerás mis órdenes.

-Esto es increíble. O sea, nos vamos de nuestra puta ciudad por tu culpa y encima, ¿no me dejas ni siquiera tener un amigo? ¡Genial, papá! ¡Bravo!

-No pienso repetírtelo más veces.

Se dio media vuelta y cerró la puerta de un portazo. Me quedé sentada en mi cama pensando. No entendía por qué se había comportado así con él. Sí que es verdad que era algo raro que se hubiera metido en casa pero no era necesario tratarle de esa forma. Pasé toda la noche en mi cuarto, no quería salir. Estaba molesta con mi padre por hablarme así. Intenté hablarlo con mi madre pero siempre le defendía. No paraba de repetir que era por mi bien, que lo entendiera... ¡Pues no lo entendía!

De repente escuché unos ruidos en mi ventana. Era aquel chico, Dylan. Estaba tirando piedrecitas a la ventana. Mis padres estaban durmiendo. Me asomé y me hizo varias señales para que bajara. Salí de la habitación con cuidado, procurando no hacer ruido. Vi a Dylan a mi derecha, dirigiéndose al sótano y entré. ¿Cómo había entrado?

-¿Dylan? -Vi una sombra y me acerqué a él.- ¿Qué ha pasado con mi padre? -Le insistí ya que no me hablaba.

-Cree que soy peligroso para ti. -Contestó de espaldas a mí.

-¿Y eso por qué?

-Soy un psicópata. -Dijo riendo. Me reí por su broma.

-Claro, y yo soy una loca. ¿Qué hay de malo en eso? -Rió y me miró.

Encendimos la luz y coloqué un edredón viejo en el suelo. Empezamos a hablar sobre todo un poco, conociéndonos mejor. Sentía que podía confiar en él, que había pasado por cosas similares a las mías.

-Que asco de chicas. -Contestó tras contarle lo del colegio.

-¿Verdad? Quería que me tragara el puto cigarrillo. Están locas.

-Asustalas. Así te dejarán en paz.

-¿Y eso cómo lo hago?

-Tu ocupate de traerla de alguna manera aquí y yo me ocupo de asustarla. -Dijo sonriendo.

-Estás loco.

-¡No me digas eso! -Contestó enfadado.

-Lo siento... Estaba bromeando.

-Me voy. Mañana nos vemos. -Se levantó y se fue. Intenté seguirle por si le había molestado lo que había dicho pero desapareció.

Subí de nuevo a mi habitación asegurándome de que todas las puertas de la casa estaban cerradas. No quería que volviera a entrar en medio de la noche. Pensé en todo lo que había hablado con él, en lo extraño que era y en lo extraña que me hacía sentir a mí. Tenía algo, algo especial. Solo me faltaba descubrir por qué mi padre se había puesto de esa manera con él. 

Morir por él, matar por ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora