Resumen: Después de su muerte, ya nada volvió hacer igual.
(...)
Te busco, en las miradas de otros, buscando profundo en sus ojos algún residuo de ti.
Encuentro tu ausencia, gritando en silencio, marcando cada momento; que ya no sigues aquí.
Dime que todo es mentira, que todo es solo una pesadilla que no estoy solo y no te has ido de mi vida, dime qué sigues aquí.
Aún no lo recuerda como si hubiera pasado ayer, está muy marcado en su mente ese momento tan doloroso de su vida; una gran parte de su alma se había ido con aquella persona que tanto amo por muchos años.
Su vida ya no era la misma desde aquel día tan horroroso y oscuro.
Y es que Eddie Kaspbrak lo había dejado solo, con la mente reproduciendo una y otra vez lo sucedido, ver su rostro palidecer poco a poco y sus hermosos ojos perder el brillo; lo había dejado destrozado, con la mitad de su corazon vacío, con lágrimas secas en sus mejillas y un gran vacío en su pecho.
Cada segundo se daba golpes en el pecho por no haber hecho nada por salvarlo, por sacarlo rápidamente de allí; pero no pudo hacer nada más que sostenerlo entre sus brazos y dejarlo morir.
No podía dormir; cada vez que sus ojos se cerraban veía aquel charco de sangre que salía por su brazo derecho, aún no lo superaba y no creía superarlo nunca.
¿Como podía sacarse de la mente ese rostro sin color, esos ojos sin vida, a Eddie muerto? Todas las noches se atormentaba con el recuerdo, se repetía una y otra y otra vez, despertaba gritando su nombre, palpando su lado derecho y al darse cuenta que no estaba más allí...estallaba en llanto.
Quería superarlo, superar su muerte pero no podía, no quería, se aferraba a algo que ya no estaba con él a algo que ya no le podía devolver la vida. Era imposible tenerlo de vuelta.
Su vida había perdido todos esos alegres colores después de su partida, su sonrisa desapareció; ya no era el mismo Richie Tozier de antes y eso le daba rabia, no quería estar más triste ¿pero, como podía ser feliz si la fuente de su felicidad ya no está a su lado?
Lo único que le quedaban eran los recuerdos, unos amargos pero dulces recuerdos. Algunos llenos de alegría, otros llenos de tristeza pero esos recuerdos eran los únicos que lo mantenía con vida.
—¿Es buena idea? ¿Que pasa si alguien nos ve?
—¡Nadie nos vera Eds! Solo relájate y confía en mí—extendió su mano hacia el chico más bajito para entrar a la alberca que se supone que estaba cerrada.
—Sabes que odio cuando me dices así—le tomo la mano y ambos entraron a la alberca, uno más dudoso que otro pero estaban dentro.
—No es tan malo, ¿o si?
Eddie solo había sonreído con alegría.
Apretó su pecho cuando sintió que las lágrimas iban a salir de nuevo, no aguantaba estás inmensas ganas de llorar y gritar hasta que el dolor se fuera.
—¿Porque...?—sollozo y cayó de sentón al suelo, recogió sus piernas y abrazo sus rodillas, hundió su cabeza entre sus brazos y de nuevo estaba llorando por aquel hombre que alguna vez amo.
Hoy no quiero, seguir confirmando el suceso, cierro mis ojos y te lleno de besos no me dejes aquí.
Te quiero con vida, si tú no vuelves yo ya no entiendo la mía; había planes y años de alegría besando tu cabello gris.
Me dicen que debo...ser fuerte por mi mente y por mi cuerpo, pero no entienden que yo he perdido para siempre una parte de mi.
