Capítulo 4

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Mi habitación no era muy grande, de hecho, era tan pequeña que, a mi parecer, dos camas dentro era mucho más de lo que deberíamos tener. Mi casa sólo disponía de tres habitaciones y, como era de esperarse, mis padres compartían una al igual que mi hermanita y yo; Acher contaba con su propio espacio. Algunas veces Vega y yo nos burlábamos de nuestro hermano, diciéndole que ya era hora de que se fuese de la casa y nos diese su habitación, a lo que él respondía con irritación, desagrado o tristeza. Todos en la familia sabíamos que faltaba mucho para que ese día llegara.

—He traído el maquillaje que más utilizo —dijo Bella, una de mis amigas de la secundaria; íbamos en el mismo salón y las había invitado a mi casa para arreglarnos para la fiesta de nuestras compañeras del colegio.

Bella y Jazmín eran inseparables desde que las conocía. Como curiosidad, la mayoría de alumnos de LonelySpring se conocían desde la primaria. En mi caso, había llegado hacía dos años y medio, por lo que mi relación con mi grupo y demás compañeros de clase no era precisamente la más fuerte; al menos en comparación con algunos otros.

Ambas mejores amigas lo único que tenían en común en cuanto les dabas un vistazo rápido era la altura y la complexión, no debían de medir más del metro cincuenta. Mientras una era castaña clara con el cabello largo, la otra tenía un cabello corto y castaño oscuro; una era casi lacia y la otra rizada. Una siempre estaba seria y la otra se movía de un lado a otro con una enorme sonrisa plasmada sobre sus labios.

Debía de ser algo habitual, nos sentimos atraídos a quienes son tan diferentes a nosotros; no para complementarnos, sino, más bien, para encontrar aquello que nos ausenta. Por otro lado, también estaban las parejas de mejores amigos que son idénticos entre sí. Tal vez se sentían más cómodos tratando con alguien similar, con alguien que comprendían a la perfección y no les imponía retos por superar al tener opiniones encontradas.

—¿Han traído ya sus vestidos? —pregunté. Las tres me miraron, indecisas en saber quién responder primero. Finalmente, fue la castaña clara quien interceptó mi cuestión.

—Usaré este —contestó Bel, mostrándome un vestido rosa con tul y lentejuelas sobre el torso. Estaba segura de que se le vería precioso.

—¿Tú llevarás ese vestido a la fiesta? —me preguntó Jaz, ilusionada.

—Sí —asentí—. Gael llevará rojo, así que creímos que sería lindo ir con los mismos tonos como pareja.

—¡¿Irás con Gael a la fiesta?! —gritó Morgan con un deje de dramatismo—. ¡Ni siquiera nos lo habías dicho!

Torcí los labios, inquieta; había olvidado ese detalle. Era una terrible amiga.

Sabía que a Bel le gustaba el rubio desde hacía varios meses atrás. Eso era parte de mis muchas razones para no involucrarme con el chico en el colegio más de lo necesario. Aún así, no creía que fuese a importarle el hecho de que haya accedido a acompañarle: sabía que éramos amigos. Tal vez no amigos-amigos, pero sí amigos.

—¿Gael? —repitió Bel, asombrada—. Sabía que se llevaban bien, pero no esperaba que tanto.

Me encogí de hombros, sintiéndome culpable por no habérselo dicho a ella. Se supone que éramos amigas, ¿debería de haberlo hecho? Quiero decir, no es que tuviese que justificarme, ¿no? No tenía por qué explicarle a todas las personas mis acciones y mucho menos en algo en lo que no había hecho nada malo. Tenía razón, ¿no?

—Yo no tenía pareja y él tampoco, así que... —divagué—: será divertido.

—Seguro que sí —dijo Jaz—. ¡Es lindo ir con los mismos colores!

Morgan jugaba con su cabello, el cual enroscaba en uno de sus dedos desesperadamente. Tras unos intercambios de miradas, me observó con seriedad y habló—: Jack irá conmigo.

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