Capítulo 15

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Mordí mi labio inferior, así como mis uñas de manera intermitente. Maldita sea. Habían pasado los días y seguía sin decirle a Gael acerca de Dulcinea. La chica me había escrito ayer y la conversación había sido similar a un «tal vez le esté siendo infiel al administrador principal, pero se lo merece». Fui incapaz de responder a ello, en su lugar, huí excusándome con tareas.

—Todos me dicen que tendré un futuro complicado —susurré, cantando la melodía que se reproducía en mi celular, ensimismada—. Que cargaré la cruz de ser lo que pude haber sido. Y que quizás el éxito en mi puerta haya golpeado, pero se ve que yo justo había salido.

«Jack», pensé. Escuchaba El Cuarteto de Nos desde que el chico me cuasi obligó a hacerlo. Le extrañaba. Y es cierto que hablábamos de vez en cuando, pero ya nada era igual. Pareciera que me había estado evitando, por lo que yo me veía obligada a desviar los ojos en cuanto le veía; no quería incomodarlo.

Ya ni siquiera podía pensar en Jack de manera romántica, en su lugar: estaba triste porque había perdido a mi mejor amigo. ¿Qué más daba lo que llegué a sentir por él? Extrañaba a Jack, al chico que me visitaba cuando no me dejaban salir, al mismo que venía a mi casa a jugar juegos de mesa, así como al que me mostraba sus pinturas más recientes.

Con Jack y la relación de Gael en mi cabeza, además de las incontables tareas del colegio y mis constantes pesadillas; era como si un insoportable peso me persiguiera las veinticuatro horas del día. Últimamente, mi relación con mamá tampoco había ido de bien a mejor, sino todo lo contrario.

L: Está sujetado mi pezón

Fruncí el entrecejo. «¿Qué?». Sin abrir el chat, leí sus mensajes desde el centro de notificaciones.

L ha enviado una imagen

Mantuve presionada la notificación para que la imagen se mostrase; entonces un gato bicolor apareció en pantalla. Sólo alcancé a ver la diminuta cabeza del felino, así como una de sus patas delanteras sobre lo que era, imagino, el pecho del chico.

L: Es sencillamente hermoso

Sonreí levemente, puesto que tenía razón. A pesar de ello, no me apetecía nada atender al administrador ahora, por lo que bloqueé la pantalla y continué con lo mío: música y pensamientos.

Me tiré sobre las cobijas, cayendo de espaldas con la lentitud suficiente para no lastimarme. La verdad es que tenía un poco de frío, pero no iría por un suéter justo en ese momento. Estaba agotada; no había sido mi mejor semana.

Pasé la mano sobre mi rostro, depositando el dorso de la mano en mis párpados cerrados. Aiden me había invitado a salir, aunque seguía sin pedirle permiso a mis padres; y era mañana. No le había confirmado ni negado nada, sólo le había dicho que haría cuanto fuera posible para asistir. Seguía indecisa entre hacerlo o no, pues una parte de mí preferiría quedarse en casa y dormir la siesta. Pero esta también era la primera vez que saldríamos juntos. ¡No podía negarme! No quería negarme.

Suspiré, y con una fuerza de voluntad increíblemente fuerte, me levanté de la cama y salí de la habitación en la búsqueda de mi progenitora. Caminé rumbo al piso de abajo, donde seguramente debía de estar.

—¿Qué haces? —pregunté ni bien la encontré en la barra de la cocina con el móvil en las manos.

—Ver videos —respondió ella, sonriendo a lo que sea que mirara en la pantalla.

Fingí tomar un vaso de agua y llenarle. Estaba ganando tiempo para que ella se percatara de mi presencia al cien por ciento. Tras unos segundos, me quedé allí, parada, bebiendo. Mamá levantó la mirada y me preguntó si me apetecía comer fruta, a lo que accedí.

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