Capítulo 32

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Una vez llegué a LonelySpring, apresuré el paso tras despedirme de Vega con rapidez. No quería encontrarme con Aiden, quien, si bien ya había estado yendo, seguía sin verme. Tenía la suerte de que cuando estaba con Gael el pelinegro no se hallaba cerca y viceversa.

Mordisqueè mi labio, recordando la ocasión en que el rubio y yo hablamos sobre su amigo.

—Ya sabía —me dijo Gael, sonriendo ladinamente—. Me sorprendió que Aiden no le diera vueltas al asunto y sólo me contara.

—Debiste decirme —comenté, molesta—. Ahora te has comido la misma historia dos veces.

—Quería conocer tu perspectiva —respondió él, encogiéndose de hombros—. Créeme, es muy distinto para ambos.

—Ah... ¿Sí?

—No me corresponde, si es que me pedirás que te diga algo sobre lo que él me dijo.

—No iba a hacerlo —obvié, rodando los ojos—. En realidad, te lo conté porque quería pedirte un consejo.

—Bueno —bostezó, estirando sus brazos por arriba de su cabeza. Después pareció pensar concienzudamente antes de agregar algo—. Deben hablar. Sólo eso.

—¿Tú crees? —cuestioné, mordiendo mi labio—. Es que... Le dije que no quería verlo más.

—Venga. —Me codeó con cariño—. Sé que no lo decías enserio, y él tal vez no lo haya tomado muy enserio.

—No te he dicho todo.

—¿De qué hablas?

—Aiden insinuó que me gustabas, o yo a ti. No lo entendí.

El rubio abrió ambos ojos en grande. Así que esa parte no se la había comentado el pelinegro. Qué conveniente.

Suspirando, me senté sobre el lugar que ocupaba durante las clases. Aún faltaban alrededor de quince minutos para que empezasen, así que no había nadie dentro.

El movimiento de alguien cruzando la puerta me hizo respingar. Me alivié cuando me di cuenta de que sólo era Jonas.

—Hey —saludó él, quitándose los cascos.

—Hola —saludé de vuelta.

«No podría ser un mejor momento», me lamenté. Justo cuando había estado con todos esos arrepentimientos, aparecía él. No eran mis mejores semanas.

Con resentimiento, pensé en los días en que ambos fuimos mejores amigos. Yo, con mis piernas sobre las suyas, riendo al unísono con el chico. Habían sido buenos momentos. Lo fueron hasta que llegó ella; y luego Carrie como mi reemplazo. ¿Por qué tenía que cambiarme? Aún dolía recordarlo.

Maldita sea.

Salí del aula, agobiada por tantos pensamientos inconclusos. Me dirigí al baño con la intención de tranquilizarme, pero no lo hice incluso tras haberme mojado la cara tres veces. Mi corazón latía cada vez más rápido, incrementando sus latidos a una velocidad aterradora.

Carraspeé, aclarando mi garganta. Había algo que estaba impidiendo que pasase el aire de la forma adecuada.

Me apoyé en lo más cercano que había, lo que resultó en los lavabos del baño de mujeres. Aspiré, pero no importaba mi esfuerzo, porque nada parecía ser suficiente.

«Tranquila», me dije. «Poco a poco. Estás bien; sólo concéntrate».

Mi garganta pareció ceder y expandirse a mis deseos. Por lo que, a los pocos segundos, mi respiración ya estaba bien; o por lo menos mejor.

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