Capítulo 17

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—Tomemos una foto juntos —propuso Gael, posicionándose a mi lado; justo en medio de Aiden y de mí.

—De verdad quieres una —dije yo, riéndome. El rubio asintió efusivamente y el pelinegro rio en sintonía conmigo.

Acomodé mi cabello rápidamente mientras Gael me abrazaba con uno solo de sus brazos y le pasaba su móvil a Aiden con el otro, quien lo cogió con habilidad y se acercó a los dos para capturar este instante. Aiden tomó la fotografía y le devolvió el teléfono a nuestro amigo, quien le miró mal.

—¿Sólo una? —preguntó—. ¡Debes tomar varias! Soy hermoso, no fotogénico.

Arrugué la nariz cuando Gael me soltó y le intercambió el lugar al chico de ojos grises. Sin decir nada más, nos posicionamos nuevamente para la sesión fotográfica del rubio. Sabía que le encantaban, pero no creía que sería de esas personas que tomaban muchas en una sola ocasión.

—¿Mejor? —pregunté, consiguiendo que Gael riese, feliz. Parecía que sí estaba mejor—. Me las pasas.

—Seguro —respondió él, bloqueando el móvil y guardándolo en su bolsillo delantero.

Miré a mi alrededor, donde casi ningún estudiante pasaba a estas horas de la mañana. Iba en camino al baño de mujeres cuando me encontré a ambos chicos no muy lejos de mi destino: se habían brincado la clase. No tenía ninguna duda de que había sido Gael quien arrastró a Aiden en aquello. Y vaya que lo sabía por experiencia propia.

—Debo irme —sentencié—. He tardado mucho más de lo que debería.

—¿No irías al baño? —cuestionó Aiden, obviando el hecho de que ahora no pensaba hacerlo.

Me encogí de hombros—. La clase me aburría; sólo era para perder el tiempo.

—Entonces —interfirió el rubio—, quédate con nosotros. Así ya no tienes que estar en tu salón. —Me reí ante su propuesta—. No lo harás, ¿no?

—Por supuesto que no.

—¿Y si te digo que tenemos un chisme para ti? —indagó Gael, tratando de convencerme. Crucé mis brazos, pues estaba muy lejos de ser su mejor intento—. Es sobre Callum.

—¿Te lo ha dicho Kadet? —pregunté, riendo a medias. La verdad es que no me interesaba nada.

—No.

—Entonces no.

—¿Y si sí?

—Tampoco —confesé—. Es sólo que quería ver si, por lo menos, me dirías algo verídico.

Gael se rio—. ¿Qué te hace pensar que si Kadet es quien lo dice, será verdad?

Me encogí de hombros. Supuse que nada, en realidad.

—Venga, Nova —insistió el rubio—. Sólo el resto de la clase. —Miró su reloj—. Son veinte minutos.

—Veinte largos minutos —señalé, enfatizando en el adjetivo de mi oración.

—No has entrado a otras clases conmigo —apuntó mi interlocutor—. ¿Es porque está Aiden? Porque eso sería grosero.

—¿Qué? Claro que no.

—¿Entonces?

—¡Vale! —Me rendí—. Sólo esta clase.

—Igual no me habría tomado a pecho que fuese por mí —confesó Aiden, ganándose Gael una mala mirada mía.

Los tres caminamos rumbo a las gradas de la cancha de fútbol y, ni bien llegamos, nos sentamos Aiden, Gael y yo; en ese orden. Los chicos comenzaron a conversar animadamente entre ellos, preguntándome cosas de vez en cuando, pero, por mi parte, mantuve la vista fija en el césped sintético, así como en los estudiantes que estaban practicando deportes justo cuando el sol se hallaba en su cenit. No sabía si era mejor o peor tener educación física por las mañanas. Porque, claro, por las tardes: el sol quemaba la piel y te agotabas mucho más permaneciendo debajo del cielo que por el ejercicio practicado. En cambio, por las mañanas tenía la suficiente flojera para siquiera estirar los pies al caminar.

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