CAPITULO 20

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Ingresamos al estacionamiento de una enorme torre que se alza con esplendor. Al bajarme del coche, me encuentro rodeada de numerosos autos de alta gama. No tengo grandes conocimientos sobre automóviles, pero soy capaz de apreciar la calidad y el lujo que me rodea. Ferrari, Lamborghini, Bugatti, Pagani Zonda... ¡Estas máquinas ostentosas no pueden ser suyas!

-¿Dónde estamos?

-En mi casa – indica despreocupado mientras que baja el bolso en el cual debe traer su portátil y demás materiales laborales.

-¿Todo esto es tuyo? – intento, pero no puedo ocultar mi asombro. En este momento me siento tan pequeña, no soy nada al lado de la opulencia que me acorrala mire adonde mire.

-Tengo un piso aquí – aclara ante mi gesto perturbado.

-¿Alguno de estos súper coches te pertenece? - Paso mi mano por el capó de una Ferrari negra que reluce ante mis ojos.

-¿Te gusta? – Alza una ceja al ver que rodeo ese coche que atrae mi atención.

-La verdad que sí. Aunque en esta ciudad es imposible salir con uno de estos autos, sería muy peligroso, llamativo, sería como tener una flecha luminosa encima de tú cabeza indicando "aquí hay mucho dinero, róbenme". ¿Por qué alguien compraría algo así solamente para tenerlo escondido dentro de un estacionamiento y utilizarlo en contadas ocasiones?

-No lo sé, quizás para darse un gusto. Estos coches alcanzan los 100 km por hora en menos de tres segundos, te provoca una sensación intensa, vertiginosa. ¿Quieres que te lleve a dar una vuelta?

-¿Es tuyo? – mis ojos parecen querer salir de sus órbitas. Sería un pecado subirme a este coche, soy demasiado sencilla, simple, no combino con este lujo.

-Por supuesto que no – su pecho se sacude en una risa maravillosa, un sonido que ya se me está haciendo familiar. Me siento dichosa cuando actúa de esta manera, como una persona corriente, y me deja ver un poco de su verdadero ser, eso que oculta detrás de la armadura de un empresario serio, circunspecto, a veces, hasta un poco soberbio. –Admito que me fascinan, pero no estoy en una situación que me permita lucirme sin ningún reparo.

-¿A qué te refieres? Dudo que tengas problemas financieros – bromeo.

-Financieros no, pero sí otros problemas. – Da por cerrada la conversación al alejarse de los vehículos. Lo sigo en silencio, quiero seguir preguntando pero sé que no es el momento.


Subimos por un elevador privado que se acciona por huella digital. Cuando las puertas se abren, nos encontramos con otra puerta que franquea nuestro camino. Por un segundo me siento encerrada, atrapada dentro de esa caja de metal, pero la sensación se esfuma inmediatamente al ver que Jeremías apoya su dedo en el dispositivo rectangular que descasa en el sitio donde debería existir un picaporte, como en cualquier casa normal, dándonos paso a su intimidad.

-Adelante – su tono es grave, áspero. Percibo tensión en su cuerpo, como si no estuviera cómodo con mi presencia en su hogar. Podríamos haber ido a cualquier otro lugar, nadie le pidió venir aquí. Su estado de ánimo ha cambiado rotundamente, ni siquiera me mira a los ojos; no sé si hice o dije algo inapropiado.

Un pasillo bien iluminado me recibe; a un lado sobre la pared reposa un gran espejo con marco de plata, donde veo reflejada nuestra imagen. Somos tan diferentes... Él con su traje elegante, porte aristocrático, parece un actor de las publicidades de perfume, con aire sensual y mirada intimidante. Cada poro de su piel emana masculinidad, sus movimientos son seguros como si pudiese prever cada acontecimiento, cada suceso que el futuro nos depara. Este ser magnifico no debe conocer el miedo, ni siquiera la palabra. A su izquierda, una mujer común que le llega a la altura del pecho, grandes ojos marrones transmiten su incomodidad y algo de inseguridad. Vestida como cualquier persona que trabaja en una oficina, camisa entallada y pantalones negros ajustados, nada en ella llama la atención. El cabello recogido en una cola tirante mantiene su rostro descubierto, limpio, en el que se destaca su boca un poco desproporcionada para sus rasgos finos.

Muñeca del Destino [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora