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Emilio.

La primavera más difícil de nuestras vidas dio paso a un caluroso verano. Después de aquella noche en la que hablamos sobre el futuro, nos unimos más.

Joaquín me había comprendido, nuestros planes se darían en algún momento. Estaba seguro. A él le fue difícil; pues ya teníamos un plan, pero como siempre lo hizo. Me apoyo.

Está vez éramos dos contra el mundo.
Al menos, eso parecía.

Recuerdo que era viernes. Salimos de trabajar a las cinco, quedamos en nuestra heladería habitual.

El chico que atendía,  ya conocía bastante bien nuestra historia. Él fue testigo de nuestro primer encuentro y sonreía siempre que pedíamos nuestro helado de vainilla con sirope de frambuesa.

Como de costumbre, fuimos a tomar también nuestro café a una plaza. Y allí la vimos...

Joaquín.

Una mujer hermosa. Vi como la miraste. Con el recuerdo vivo de lo que fue nuestra historia de amor. Recuerdos sus grandes ojos color verde y  su cara adornada con tenues pecas. La perfección de su nariz y sus labios. Esa sonrisa que seguro deslumbraba a cualquiera que mirara su piel blanca aterciopelada.

Ella también te vio. Sonrió a su acompañante y se acercó a nosotros. Te abrazó efusivamente y yo me sentí el ser más chiquito del universo.  

–¡Cuánto tiempo!— te dijo, dándote un largo beso en la mejilla. Su voz era suave, casi susurrante.

—Sí...—murmuraste—Quiero presentarte a Joaquín, mi novio. Joaquín, ella es María.

Escuchar su nombre fue como si me clavara cien espadas en el corazón.

Pero me alegro que dijeras: « Mi novio». Que dejarás claro desde el principio que estabas con alguien, aún cuando estoy seguro que ella ya lo sabía.

María asintió sin dejar de sonreír. Acaricio tu pecho y volvió a besarte la mejilla demasiado cerca de tus labios. ¡Pero qué diablos le pasaba!

—Espero verte pronto, Emilio. Quiero hablar contigo. 

Descarada, alegre volvió al lado de su acompañante sin dejar de mirarte. Moviendo su delgada silueta con elegancia. Tú asentiste.

¿Tenían algo pendiente? Me quedé en silencio, sintiéndome estúpido. Sin atreverme a preguntarte nada, me di cuenta, durante todo nuestro silencioso e incómodo café, que tú también la veías. Se miraban durante toda la tarde. De reojo, sonriendo, cabizbajos, pensativos… Yo era un simple figurante más en esta historia como lo era el acompañante de María.  

Emilio.

Después del extraño encuentro con María, Joaquín no menciono nada. Pero estaba seguro que estaba molesto. Me sentía incómodo con lo sucedido. Algo extraño dentro de mi sucedía, ni siquiera lograba entender qué era.

¿La extrañaba?, ¿Aún sentía algo por ella? Tantas preguntas invadían mi mente y con ellas algunos recuerdos:

—¿Cómo que conociste a otra persona María? Se supone estabamos juntos— daba vueltas por la habitación sin lograr comprender con claridad la situación.

—Ni si te ocurra pensar que te engañe, solo hablaba con alguien más

—¿Y eso no es engañar?— sentía mi sangre hervir, pero mi voz se mantenía quieta.

—Emilio, te amo mucho. Pero admite que no están funcionando las cosas. Y no, no es engañar. Tan solo fueron mensajes.—

—Estare más pendiente, daré lo mejor. No te quiero lejos.— sentía como se formaba un nudo en mi garganta.

Quédate conmigo para siempre / Emiliaco. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora