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Joaquín.

Como cada sábado me desperté muy tarde, mi amiga Azul nos llamo a Niko y a mí animándonos a ir por la noche a las fiestas. Aceptamos. Así que Azul, Niko, Elaine, Ren y yo.Fuimos a cenar, ya con el estómago lleno paseamos por las alegres calles. Nos detuvimos en un concierto y, mientras pedía un mojito, tú tocaste mi espalda . Al voltear y observar que eras tú, revolotearon mariposas en mis estómago por la maravillosa coincidencia de volver a encontrarnos.

—¡Emilio!— exclamé, intentando disimular mi enorme alegría por volver a verte.

—Fui un idiota al no pedirte tu número de teléfono Joaquín…

—Pensé que no querías volver a verme— murmuré.

—¿Bromeas?, fue el mejor café de mi vida— reconociste mientras sonreías y acomodadas el hombro de tu playera con un pequeño jalón.

—He venido con amigos— te dije.

—Yo también, son esos de ahí— señalaste. Los mismos dos hombres y mujer de aquella tarde, me miraron y sonrieron. Expectantes, deseando conocerme como si ya les hubieras hablado de mi—Ven, te los presento.

Me presentaste a Ale, continuaste con Emmanuel a quien le llaman Textos, finalizaste con el simpático de ojos rasgados Diego. Te presenté a mis amigos y todos juntos disfrutamos el resto de la noche.

Emilio.

Al llegar a casa después de esa grata noche, no pude evitar pensar en lo mucho que me gustaba pasar tiempo con mis amigos. Cuando comencé mi relación con María me aleje un poco de ellos, ella era maravillosa conmigo, pero le agradaba más convivir con mi otro grupito. Sinceramente no me hacían sentir tan cómodo.
Esta noche ya había pedido tu número. Esta vez no se me escaparía. No pude evitar tener una sonrisa boba mientras hablábamos. Te dije que esperaba verte pronto y realmente así lo quería. Tu presencia me transmitía tranquilidad, la forma tan correcta en la que hablabas, tu nerviosismo y tú desenvolvimiento con unas copas de más. Simplemente me parecías encantador. Hablamos por mensajes pero cuando la conversación comenzó a terminar decidí llamarte.

—¿Entonces pensabas que Niko era mi novio?— soltaste una carcajada

— Se acercaba mucho a ti, al principio si lo pensé.— miraba atento el techo de mi habitación mientras respondía—Me encantó este día, te veré pronto ¿verdad?— agradecía que no pudieras apreciar mi rostro sonrojado.

—Azul, la chica de ojos lindos. ¿Recuerdas?—

—Si si, la ubico— asentí como si estuviera frente a ti.

—Organizara algo en su casa el próximo fin ¿vienes?. Obviamente con tus amigos, nos agradaron bastante— 

—Me encantaría— no podía dejar de sonreír al teléfono.

Esa noche hablamos tanto que ni siquiera recuerdo en qué momento colgaste la llamada.

Joaquín.

Después de una larga charla y un par de datos curiosos que compartimos, pude escuchar tu respiración profunda. De inmediato supe que había sido caído rendido, no colgué. Me quedé un rato escuchando, nunca pensé que un sonido tan simple pudiera llegar a encantar me tanto. Recuerdo que cuando vivia en casa, Renata mi  hermanita hacia un sonido parecido. No lo soportaba. Pero el tuyo, me estaba pareciendo fascinante.

Durante la semana no estuvimos muy conectados, supuse que al igual que yo, tenias asuntos que atender, así que no te molestaba mucho.
El día de la reunión había llegado, te ofreciste a pasar por nosotros. Al llegar, nosotros no podíamos separarnos, no podíamos dejar de mirarnos e incluso de tocarnos disimuladamente. Tus dedos rozaron los míos en el momento en el que te ofrecí una bebida. Supe que me mirabas de reojo constantemente. Yo hacía lo mismo cuando pensaba que no te dabas cuenta. Mojito tras mojito, dejamos a un lado la timidez y a las cinco de la madrugada nos besamos por primera vez. Fue en una estrecha calle, cuando nuestros amigos se retiraron cada uno a sus casas y tú quisiste acompañarme a la mía, ya que Niko había decidido quedarse en casa de  Azul. Nos detuvimos, aún no sé por qué. Me agarraste de la cintura con dulzura y acercaste tu rostro lentamente al mío, quite un pequeño menchon de tu frente y, con tu otra mano acariciaste mi mejilla, me diste el mejor beso que me habían dado nunca. Nuestros labios se compenetraban bien, como si hubieran estado destinados desde siempre a encontrarse. Como si hubieran nacido conociéndose. Nos despedimos y esperaste a que entrara por la puerta de mi edificio y, con una mirada y una sonrisa, volvimos a despedirnos. Lo cierto era que me hubiera gustado dormir contigo. Pero ambos sabíamos que era demasiado pronto, que precipitarse a menudo complica las cosas y queríamos ir despacio. Ahora, a punto de morir, me doy cuenta que fue una noche que desperdiciamos. Unos instantes que no recordaremos porque no los vivimos juntos. Si mi cuerpo volviese a funcionar y se instalara, como por arte de magia en aquel momento, te diría que subieras a mi apartamento. Y te susurraría al oído un maravilloso: «Quédate conmigo».

Emilio.

¡Nos besamos! Y me encantó. Me era difícil conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en sus suaves labios, en ese sabor a miel. No podía quitar el olor que Joaquín emanaba de mi nariz, estaba feliz.  Me estaba sanando sin darme cuenta. Él era lo que necesitaba, desde que lo vi, supe que no solo me recomendaría un delicioso sabor de helado. Sabía que jugaría un papel en mi vida, un papel que aún era incierto, pero sin duda me intrigaba demasiado.

Narrador.

Esa noche sin dudar había sido maravillosa para los chicos. Pero apenas comenzaba esta gran historia para ellos. Los días pasaban y cada día eran más cercanos. Emilio pasaba por Joaquín a las cinco de la tarde y lo esperaba en esa heladería que los unió. Daban un paseo y después comían juntos, algunos días tenían pendientes por resolver, impidiendo que tuvieran un encuentro. Pero las llamadas se hacían presentes para ponerse al tanto de lo que ocurría en sus días.
Un par de meses pasaron, Emilio convivía con los amigos de Joaco y viceversa. Habían formado un grupo más grande de amigos. Emilio tenía algunas diferencias con Niko, debido a que decía que este se acercaba mucho a su pequeño, pero al final eran roces que a los demás les causaban gracia, incluyendo a Niko, le encantaba hacer enojar al rizado.

Quédate conmigo para siempre / Emiliaco. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora