Capítulo 3

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La puerta se abre bruscamente, y entra un Christian enfadado. No hace por saludar, tan sólo me ignora, y me pregunto que ha pasado.
Sin dudarlo, dejo la revista que estaba leyendo, y le sigo. Quiero estar al tanto de lo sucedido, se supone que es uno de mis deberes como esposa.

Christian me observa pero no dice nada, tan sólo se sienta de mala gana en la butaca de su despacho, y aparta la mirada. Parece estar gravemente dolido.

- ¿Qué sucede Christian?, sabes que puedes...- Me interrumpe antes de que pueda decir mi frase estrella.

- ¿Contar contigo?, apenas te conozco, y no me interesa que me sigas y te metas en mi vida, estoy jodido, y nadie puede hacer nada. - Me grita, realmente enfadado. Como si yo tuviese la culpa, o algo así.

- Ya, pues perdona, sólo intento ayudarte.. - Pero al parecer ayudar no es lo mío. A lo mejor hasta le he puesto más nervioso.
No puedo hacer nada. No sé va a molestar en conocerme, y creo que mi única función como esposa ahora mismo, es estorbarle.

- ¡Pues no me ayudas!, ninguna puede ayudarme, tan sólo quiero estar solo, sin que nadie intente molestarme, o cambiarme, ¿qué es lo que no entiende la gente?, estoy cansado, de verdad. - Se le nota. Está dolido, y yo no sé cómo se siente. No puedo ponerme en su lugar porque no lo he vivido.
A pesar de todo, siento curiosidad por preguntarle muchas cosas. Pero hoy tampoco es el día.

- Siento, haberte molestado. - Digo, y me volteo cerrando la puerta tras de mí.
Si quiere estar solo, no soy nadie para quedarme y causarle molestias.

No tengo nada que hacer, así que vuelvo a la sala principal, y admiro la cantidad de libros que reposan en la estantería. Es escritor, se nota que admira las letras.
Yo ya estoy pensando en mi próximo libro, seguramente continúe con mi trama estrella, los romances. No me creo capaz de escribir una novela de fantasía, hay que tener muchísima imaginación, y precisamente ahora, mi mente está bloqueada.

- ¿Ves alguno que te guste? - Pregunta Gail, quién destaca por ser tan sigilosa. No la he sentido, no sabía que se encontraba tras de mí.

- En realidad todos, el señor tiene buen gusto. - Cojo uno de ellos. El primer tomo de una saga de zombies. No sabía que fuera fan de este género, yo le veo más de novela histórica. - Yo que tú, dejaría ese en su sitio, era de ella..- Aclama, mientras observa a su alrededor temerosa.

- Perdona, no lo sabía, y ¿puedo preguntarte algo? - Ahora que la ha mencionado, siento curiosidad.

- Por supuesto niña, pregúntame lo que quieras, ¿es sobre la decoración?, no sabes cuánto me alegra que vayas a cambiarla, yo también soy mujer, ya sabes. - Dice ilusionada, mientras señala un cuadro horrible lo mires por donde lo mires.

- No, quiero saber como era ella. - Me atrevo a confesar. Quiero conocer a la mujer que logró conquistar el corazón de mi marido.

- No sé si debo, pero te diré algo, no me caía bien, era adicta al sexo de ahí la decoración, y transformó al señor, antes era tranquilo, profesional, pero ella le cambió radicalmente, además, le metió en muchos problemas.

- ¿Y cómo era? - Siento curiosidad por saber más.

- Era una mujer de pelo castaño oscuro, y mechas rubias, ojos castaños, y excesivamente delgada, acababa de salir de las drogas, y casi siempre estaba mal por algo, no estaba bien, pero quería al señor, lo que pasa que Christian no era hombre de una sola mujer.

- ¿Se acostaba con otras estando con ella?

- No te lo puedo confirmar, pero si que venían otras mujeres a casa, y dada la ligereza de ropas, me atrevería a decir que sí, a ella la afectaba muchísimo, casi siempre discutían, quería cambiar a Christian, aún que en ese sentido, estaría bien que cambiase, pero es imposible, si a ella la quería y aún así lo hacía..

- Ya, pues vaya, creo que me arrepiento de haberme casado entonces, nadie me advirtió de como era.

- Bueno señora, suerte, ahora debo seguir trabajando o me descontará el tiempo de mi sueldo, ha sido un placer hablar contigo. - Se despide, y desaparece por el pasillo.

Poco a poco, voy sabiendo más cosas sobre el extraño que tengo como marido. Debo saberlo, estar al tanto de como es el hombre con quién comparto bienes. Mi papel es complacerle, y sé que no le gusta que me meta en su vida, pero quiero saberlo todo. Quiero saber quién es en realidad mi marido. Tengo derecho como esposa suya que soy.
Es bueno conocer al hombre del que llevas el apellido. No lo hago por cotillear, también es por mí misma.

- Parece que has hecho buenas migas con Gail. - La presencia de Christian me sobresalta. Lo de ser sigilosos es una cualidad muy destacable en la mansión. No le esperaba.

- Si, es una buena mujer. - Le dedico una sonrisa torcida. Antes ha sido muy borde conmigo, así que no me sale dedicarle un gesto más dulce.
Y tampoco deseo ser una falsa.
Su deber como mi esposo, es respetarme, no sólo debo ser yo la que ponga de su parte para que funcione el matrimonio.

- Te estaba buscando, debo hablar contigo. - No me quita la mirada en ningún momento. Está fija en mí. Es autoritaria, firme.
Me pregunto de que quiere hablar, pensé que no quería verme ni en pintura. Ha sido descortés al decirmelo.

- Pues estoy aquí, dime de lo que quieres hablar. - Me tiembla la voz. Está es la primera vez que mi marido desea hablar conmigo.

- Seré breve, de momento no posees una cama, ni te hará falta, dados mis planes de futuro. - Aclama, acercándose más a mí.
No sé que pretende.
Es normal que se acerque, es mi marido, tiene ese privilegio. Pero me sorprende porque nunca lo ha hecho.

- ¿Qué? - Sus palabras me pillan por sorpresa.
Ayer dormí en el sofá, es bastante cómodo, no me importa repetirlo hasta que haya una cama para mí.

- Eres mi esposa, y quiero reclamar mis derechos como tu marido. - Dice firmemente, de forma que parece una orden.

- ¿Cómo? - Sigo sin entender un ápice. Supongo que soy bastante ingenua.

- Como marido tuyo que soy, tengo determinados derechos, no lo hice en la noche de bodas, dados tus nervios en nuestro casamiento, y tu temprana edad, pero ahora no hay ningún impedimento Anastasia, eres mi mujer y tu deber es complacerme.

- ¿Complacerte?, Christian yo...- Me interrumpe antes que diga nada más.

- Dormiras conmigo esta noche, espero que sepas complacerme, ponte algo sexy, sé creativa, y nada de objeciones, me lo debes, soy tu marido.

- Pero, Christian...- Vuelve a interrumpirme. No quiere escucharme, y eso me motiva a tener más temblor del conveniente.

- Pero nada, hazlo mejor que con otros hombres, soy tu marido, no me decepciones, y utiliza todas tus armas.

No me lo creo. No puedo hacer lo que me está pidiendo.
Trago saliva e intento calmar mi nerviosismo cuándo se acerca y acaricia mi brazo con suavidad. Ha dejado muy claro lo que quiere, hasta yo, que soy virgen, he pillado el concepto.
El problema es que le voy a decepcionar, dada mi circunstancia. No sé hacerlo, nunca me han hecho nada, ni yo misma, ni si quiera lo he pensado. Soy bastante vergonzosa, y admito que en la boda, al pensar en aquello, me entró el pánico, justo el que ahora mismo me ha invadido.
Aparta sus manos de mi brazo, y me sonríe.

- Esperaré a esta noche, por mucho que quiera hacértelo ahora.

Christian se aparta de mí por completo, y se marcha. Seguramente va a su despacho.

No puede ser. Voy a hacer el ridículo, perderé mi inocencia, ¿Qué voy a hacer?, ¿esas cosas se notarán?...
Mierda. Si, será un desastre.

Señora GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora