Capítulo 15

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No puedo dormir. He probado varios métodos para hacerlo. El primero pensar en cosas bonitas, como escenas de películas, y así tener mi mente despejada y tranquila para dormir mejor, pero piense lo que piense, ahí está mi marido, con esa mirada intimidante, utilizando siempre el control a su antojo, sin saber lo que es no tener poder, tan sumamente irresistible, a la par que un capuyo integral.
De hecho sigo en la habitación por él. Las tripas me rujen al no haber querido bajar a cenar, y me estoy muriendo por un poco de agua.
No lo resisto más, y en cuanto pongo un pie fuera de la cama, decido ir a la cocina cueste lo que cueste.
En teoría está también es mi casa, lo que significa que puedo hacer exactamente lo que me dé la gana.
Así que salgo de mi dormitorio, y me dirijo hasta la cocina de forma sigilosa, pero antes tengo que pasar por la sala principal, donde compruebo que Christian ha cumplido su promesa, está durmiendo en el sofá como si estuviera castigado. Castigo que ha decidido ponerse él mismo.
Le observo dormir, está relajado, eso es lo que parece. En la realidad no es nada tranquilo, se somete a mucha presión, metas que él mismo se propone, cómo escribir todos los días, ir siempre arreglado, hacer ejercicio cada mañana, madrugar para ir a correr, dejar la bollería industrial de lado. Sólo un amargado como él hace eso, aúnque el resultado es buenísimo. Resulta tentadora la idea de conocer su faceta desestresada, pero su faceta imponente, le convierte también en irresistible. Sabe manejar cada situación, eso es una gran ventaja en su vida cotidiana.

Me acerco más a él, no hace ningún ruido cuando duerme, y su pelo está completamente despeinado. Me llama la atención de sobremanera, se supone que debería esquivarle, pero aquí estoy, cada vez más cerca, tentandole a despertarse.
Me quito los guantes mientras le sigo observando, está tan relajado y desestresado que no parece él. Resulta placentero verle dormir.

- Christian. - Susurro en bajito, comprobando que aún sigue dormido. - Christian, ha venido una mujer que quiere un hijo tuyo. - Me aseguro.
Y definitivamente está dormido, escuchar eso le habría sobresaltado.

Una vez me he quitado los guantes, coloco mis manos en su pecho, que sube y baja tranquilamente. Me anima escuchar los latidos de su corazón.

- Christian, eres muy mono cuando duermes, menos mal que no puedes escucharme. - Me siento en el suelo a su lado, aprovechandome de la situación.

Y es que siempre he querido decirle muchas cosas, pero tengo miedo a sus reacciones. Seguro que no le gusta escuchar que le quiero.
Desde luego, no le gusta escuchar nada sobre sentimientos o cosas así.
Él es más de no hablar, directamente fulminarte con la mirada. Su mejor arma es la ignoraciancia, cómo cuando pasó de mí, después de haberse acostado conmigo.

- ¿Sabes qué?, nunca me atrevería a decírtelo si estuvieras consciente, pero me jode que seas así, te acuestas con muchas mujeres, cuando podrías conformarte con una, viendo el sexo algo muy normal. - Le vuelvo a observar asegurándome de que no me escucha.
Es irónico. Le estoy contando cosas que no deseo que sepa.

- ¿Sabes lo mucho que me ha costado fiarme de tí?, ¿hacerlo contigo?, hay otra razón por la que soy incapaz de tocar, y algo tan simple como los guantes son mi escudo, me pasó algo horrible, algo que me traumatizó, y me hizo tener miedo a mantener relaciones íntimas, nunca lo hice por miedo, porque no me podía fiar de ninguno, y hasta yo misma me impacté al tomar la decisión de casarme contigo, cuando no podía hablar con ningún hombre, en fin, sabía que los hombres querían hacer eso, y los trataba de esquivar, llevar el anillo con tu nombre, me ayudó mucho a no tener que aguantarlo, así que gracias, pero si sólo quieres tener sexo, para luego ignorar a tu corazón, no debería ser tu mujer, adoras algo que a mí me asusta, y de lo que realmente no entiendo, acepté hacer una excepción contigo, pero ya veo que eres incapaz de verlo. - Me levanto del suelo una vez dicho mi discurso. La verdad es que desfogarme me ha hecho bien, no es consciente, pero mejor.
A la cara nunca podré decirle que he dejado mis miedos atrás sólo por él. Quedaría en ridículo. Él no me quiere, y hasta puede molestarle que sienta algo por él, así que ni hablar de decírselo mientras esté consciente. Aún que ahora, no pasaría nada...

- Y una cosa más. - Me volteo antes de abandonarle en el sofá, cual marido que ha discutido con su mujer, y se empeña en dormir en un sillón, antes que dejarme a mi aire. Cosa que no entiendo si tan poco le importo. - Lo siento si siento cosas por tí, pero ¿sabes qué?, lo echarás de menos cuando nadie te lo diga, y yo no forme parte de tu vida, dado que lo que yo necesito es alguien que me quiera, no ser una más de tantas. - Termino la confesión, y me vuelvo para salir de la sala principal.

Antes tenía hambre, pero se me ha quitado, al menos para comida decente, ya que me encuentro comiendo palomitas envueltas con una capa de chocolate negro.
He colocado una toalla sobre el césped, y me encuentro admirando la piscina. Son las tres de la madrugada, y estoy descalza, a punto de sumergirme en el interior del agua, al menos de subirme al donuts flotante que me tienta desde el centro de la piscina.
Observo a mí alrededor antes de hacerlo, no hay nadie...
Sé que Christian no quiere que me bañe de noche, por la brisca que hace, y las más altas probabilidades de coger una neumonía, pero no está, y no creo que vaya a pasar nada. Dudo de que se entere, está durmiendo, será rápido, después iré directa a la ducha, y me guardaré este inocente secreto.
Vuelvo a observar a mi alrededor, y me deshago de la camiseta, después de los pantalones.
Vuelvo a sentarme al borde de la piscina, no muy convencida de nada...
Alcanzo la toalla, y me la pongo por encima, mientras, disfruto del aire que me dá en el rostro, y también del silencio de mis pensamientos. Mi paz mental.
Y empieza a entrarme el sueño, además de venirme de forma imprevista la imaginación. Podría empezar una historia, o acabarla. Podría hablar sobre alguien que está acostumbrado a las piscinas, una historia de un socorrista o algo así...
En fin, estoy tan metida en mis pensamientos, que no le veo venir, y casi me da un paro cardíaco.

- Aquí estas. - Me van a rodear unos fuertes brazos, pero reacciono antes que nada, y me aparto.
Entonces mi marido acaba en la piscina...
¿Pero no estaba dormido?
La idea de que me haya estado escuchando, me produce escalofríos.
Encima no parece apaciguado. Ya no.
Y cuando sale de la piscina, me dan ganas a mí de meterme, y quedarme en el fondo a vivir...

Señora GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora