Capítulo 16

1.8K 188 4
                                    

Mi marido empapado y enfadado. Bonita combinación.
Le extiendo la toalla más que abrumada, pero eso no ayuda. Sigue con esa mirada fulminante, que muestra que está a punto de gritar.

- Lo siento, ¿estaba buena el agua?

¿Qué?, no sé porque he dicho eso. Creo que le ha hecho enfadarse más.

- ¿Tú qué crees?, te dije que te quedarás en la habitación, ¿me escuchas cuándo te hablo?, ¿qué quieres?, ¿matarme con tus gilipolleces? - Va a agarrarme, pero soy más rápida y me echo para atrás.

Lo de no tocar, sigue en pie.
Y no podrá hacerlo, al menos hasta que cambie.
Así que vuelvo a cubrirme con los guantes, abrazandome a mí misma como si eso me hiciese esconderme. Pero sigo visible para él, es evidente. He vuelto a fastidiarla, y no lo entiendo.
Estoy en mi casa, y si quiero pasear por ella de madrugada, puedo.
Y si quiero irme, pues también, y volver cuándo quiera.

- Ya te he dicho que lo siento. - Trato de apaciguarle, pero no es tarea fácil.

Nada de lo que pueda decir ahora, va a hacer que me perdone, o al menos se relaje un poco. No sé porque motivo, pero siempre le altero, cuándo en realidad no hago nada.
Sólo ser yo misma, y hacer lo que quiera.
Me dijo que me sintiera cómoda, porque está también es mi casa. Eso hago, pero es motivo de enfadado.
¿Quién le entiende?
Después de vivir con él, he llegado a la conclusión de que absolutamente nadie.

- Oye Ana, te dije que no te movieras de la habitación, ¿acaso crees que no me entero?, ¿crees que me hace gracia despertarme y ver que no has hecho lo que te pedí?

- ¿Pero no me has escuchado antes entonces? - Pregunto temerosa.

- ¿De qué hablas? - Escuchar esa respuesta, me alivia de sobremanera. Al menos no me ha escuchado. Es bueno saberlo.

No volveré a poner tanto en riesgo mis realidades. Son cosas mías, y no puede enterarse. No las mencionaré aún que esté inconsciente. Además, con decirlo una vez, me vale.

- De nada, en fin, yo me voy a ir a dormir. - Trato de esquivarle como sea. No me apetece discutir, y menos a estas horas de la madrugada.

Me había entrado el sueño, pero ahora me dá miedo cerrar los ojos. No tendré sueños bonitos, serán las pesadillas lo que me acompañe el resto de la noche.

- Anastasia, te lo diré una sola vez, eres mi mujer, hacer caso a lo que te digo no es una opción, si no tú obligación, ¿lo entiendes?, así que me harás caso, respetaras los horarios del sueño, no deambularas por casa, al menos si no me has pedido permiso, van a cambiar muchas cosas, dado que eres incapaz de hacer las cosas bien por tu cuenta.

Se va acercando a mí mientras hablo, y eso me agrada, pero no puedo consentirle. El problema llega cuando se cansa de mi forma de esquivarle, y me agarra por los brazos.

- ¿Lo has entendido Anastasia?, porque no me gusta estar repitiendo las cosas. - Reprocha, como si hubiese hecho algo malo de verdad.

- Si, pero sueltame, por favor.

Lo hace inmediatamente cuando ve el pánico reflejado en mis ojos.
Muchos hombres don los que se acercan a las mujeres para tan sólo utilizarlas, y en los tiempos que corren, esa es la moda. Las mujeres también lo hacen. Pero no al extremo de mi marido, que no puede vivir sin sexo. Su adicción hace daño, sobre todo a mí, pero está cegado por los placeres que eso causa.
Acostarse con una mujer diferente cada día, incluso cambiarlas para que parezcan otras, como cuando iba a perder la virginidad la primera vez con él, teñida de pelirroja. Ahora ya me ha vuelto mi color, pero quién sabe lo que querrá hacerme, además de cambiarme con frecuencia cosas que forman parte de mí físico. Me da que también querrá cambiarme psicológicamente, pero no lo logrará. Nunca seré como las demás, ni aceptaré su estilo de vida, no le apoyaré con eso.

- Debes aprender cosas Ana, me dá que nadie te ha puesto a raya nunca, conmigo eso cambiará.

- ¿Qué quieres decir?

¿Ponerme a raya?, ¿de verdad tan mala mujer estoy siendo?

- Puedo consentir que no te acuestes conmigo, por tus razones estupidas. - Eso me llega a lo más hondo del corazón. - Pero sigo siendo tu marido, así que me harás caso, aceptaras lo que te ofrezco, y dejaras las idioteces de lado, porque si no, me enfadaré Ana, y no quiero mostrarte lo malo que puedo llegar a ser, así que no se te ocurra provocarme.

No digo nada. Me mantengo callada. Como una niña cuando la regañan, a punto de derramar lágrimas en cuanto se encuentre en soledad.

- Y lo primero que harás, será quitarte esos putos guantes, no sé porque te los pones, pero te los quitarás, a no ser que quieras que lo haga yo por tí.

Me niego con la cabeza, no me voy a quitar los guantes
No sabe lo que significan para mí, en realidad no sabe nada de mi vida. No se ha molestado en conocerme a fondo a pesar de estar casada con él, lo que demuestra que le doy igual, y parece que le divierte hacerme daño.
No me quitaré los guantes, ni mucho menos le demostraré que tengo miedo...

- ¿Cómo qué no? - Vuelve a acercarse a mí, está vez más enfadado.

Si quisiera ya me los habría quitado. Pero a lo mejor no es tan malo.

- No lo volveré a repetir, quítate los dichosos guantes. - Insiste, como si le molestasen.

¿A él que le importa?

Me sigo negando con la cabeza. No importa lo que diga porque no lo haré.

- No me hagas hacerlo Ana, tienes el puto hombro jodido, y por cierto, ya me he dado cuenta de que has dejado el cabestrillo, otro error.

- Me molestaba para dormir, y se me olvidó ponérmelo. - Respondo simplemente, intentando además que se olvide del tema de los guantes.

- Tu lo has querido Ana. - Consigue atraparme.
Y aún que intento mantener los guantes en mis manos, acaba cogiendolos y tirandolos a la piscina. - Vuelve a ponertelos y ya verás...- Me amenaza. - Llevarlos es una maldita estupidez

Voy a ir a por ellos, pero me detiene.

- Ni se te ocurra, cambiarás Anastasia, no volverás a contradecirme. - Vuelve a soltarme.
Y diría que es un alivio, pero no lo es.
No existe alivio posible ahora mismo.

- No lo haré. - Me atrevo a confesarle sin poder mirarle a los ojos. - Y me acabaré llendo de aquí. - Esto último lo digo en voz baja, de forma que sólo lo escucho yo misma.

- Lo harás Anastasia, y no me provoques, te irás a la cama ahora mismo. - Ordena su voz de manipulador nato. Odiosa su forma de hablarme, y su actitud de ahora, ha sido denigrante y cruel.

《Ya veremos, te abandonaré y echarás de menos esto cuando me haya ido》

- Buenas...noches. - Me alejo de él, dejando los guantes flotando en el agua.
Y a mi marido sin palabras, abrumado, ¿arrepentido por ser tan jodidamente cruel conmigo?

No lo creo. No se percata. A él le doy igual.
La gente nunca cambia...
Aún que yo le haré cambiar, estoy dispuesta a intentarlo, y sacar a la luz al Christian bueno, un marido real, preocupado por mis sentimientos, y sobre todo, fiel...

Señora GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora