Capítulo 14

1.9K 204 7
                                    

Aún que no lo parezca, me resulta difícil mostrarme esquiva con él. Me gustó ser suya durante aquella noche. No lo voy a negar. Pero ahora no puedo. No debo volver a hacerlo...

- ¿Qué?, mira Ana, lo siento, ya sabes como soy, y no me enorgullezco de ser así, pero tú...eres mi mujer.

Sé lo que está haciendo, intenta convencerme para que vuelva. No tiene ni idea de lo mucho que me ha costado fiarme tanto de él, para que después me haya ignorado de esa manera. Además, a saber lo que habrá estado haciendo.

- Lo soy, pero ya sabes que fue un acuerdo Christian. - Juego con mi anillo de casada, y me veo tentada a tirarselo a la cara, pero no lo hago.

Es verdad que me dá miedo todo esto. Pero también me dá pánico perderle del todo. Si no he salido corriendo es porque me lo temía. Ha venido a buscarme, eso debe significar algo. No cualquiera te persigue después de haber hecho lo que yo me he atrevido a hacer. Ha sido un acto desesperado, necesitaba un descanso, y pensaba volver, al menos para devolverle la moto.

- Si, lo fue, pero ahora te aprecio Ana, y deseo que lo entiendas, y vuelvas conmigo. - Me extiende su mano, creo que a modo de desesperación.

- No soy lo que buscas, no volveré a acostarme contigo, y tu necesitas de eso para sobrevivir.

Sé que el sexo es algo muy importante para él. Para mí resulta algo parecido a un trauma. No va a funcionar, por muchas ganas que tenga. A pesar de todo lo que siento por él.
Me he enamorado de verdad. Ahora si que lo veo con claridad, le quiero, y es una lástima no poder decirlo en voz alta.

- Ven conmigo, me da igual lo demás, no te estoy pidiendo sexo, tan sólo que me agarres de la mano, y dejes que te ayude.

- No puedo hacerlo. - Me coloco más los guantes, ansiosa por hacerlo a la par que sintiendo un pánico horrible.
Sentir te hace querer, y yo no puedo quererle. Aún que ya le quiera.

- Dame la mano, y quitate los guantes, por favor.

- No.

De pronto recuerdo la insistencia de todos para que me quitara los guantes, como un escudo para no sentir el tacto. Me costó muchísimo dejarlos, y ahora de nuevo los necesito.
No quiero sentir, porque duele querer. Ha sido horrible, me he sentido utilizada, y he recordado entonces que fuí tan sólo la puta tapadera...

- ¿Por qué Ana?, ¿puedes explicarmelo?, por favor.

- No quiero hablar del tema, puedo llevar lo que quiera, así que no insistas.

- Muy bien, haz lo que quieras, pero vámonos a casa, quiero que te vea un médico, ¡ahora!

- Si me gritas, me quedaré aquí, te lo juro.

- Ana, estoy nervioso, ¡llevas tres días desaparecida!, ¿sabes lo que es eso?

- Si, para mí también han pasado Christian, el tiempo pasa para todo el mundo, y no se detiene por nadie.

- Ya, soy consciente, pero todo ese tiempo tenías que estar donde corresponde, no por ahí. - Rechista, como si me lo hubiese pasado de p...madre.

- He estado en el hospital, es lo que tiene caerse de una moto en marcha. - Cualquiera podría corroborarlo

- ¡No volverás a hacerlo!. - Me agarra por sorpresa. - No pondras tu vida en riesgo mientras viva, ¿me oyes? - Me agarra, Pero teniendo muchísimo cuidado. - ¡Podrías haberte....!. - Deja de hablar antes de pronunciar algo que podría haber sido real. Pero que se ha quedado en nada.

- ¿Matado?, cómo si te importase. - Termino de decir la frase por él.

- Es evidente que me importas, así que no me hagas recordar los peligros a los que te has expuesto, porque resulta insoportable recordar tus locuras, con respecto a si me importa, creo que es obvio, así que no vuelvas a decir algo así...




Al fin vuelvo a estar en una cómoda cama. La mía.
Christian no me ha dejado otra opción, y diría que me ha obligado a volver, pero tampoco ha sido así.
Me estiro sobre ella, y Christian me observa. Ha jurado vigilarme las veinticuatro, y le creo...

- ¿Vas a dormir de pie? - Le miro a los ojos fijamente, y al final acaba poniéndome nerviosa.

- ¿De pie?, no, la cama es grande.

- ¿Qué?, ¿vas a dormir aquí?, yo estaba...- Me interrumpe, sabiendo lo que voy a decir.

- ¿De broma?, porque yo hablo en serio Anastasia.

- Vale, me ha quedado claro que podrías quedarte, ahora que lo sé, puedes irte. - Sigo pensando que no se quedará realmente

- No es que podría, es que voy a quedarme, al menos hasta que vea que mejoras.

- ¿En la misma cama que yo? - Le observo incrédula.

- Ninguno merece dormir en el suelo, así que sí, eres mi mujer, y deberíamos dormir juntos.

- ¿Es qué ahora nos vamos a molestar en seguir las costumbres de los que están casados?, ¿despues de tres años que lo hicimos?

- Si, eso es exactamente lo que vamos a hacer.

No puede hablar en serio.
¿Es qué ahora se va a preocupar de ser un buen marido?, ¿y para ello hacer lo que debimos hacer?
Es todo muy surrealista. No le puedo creer, justo ahora no es el momento.
Mis miedos siguen aquí, y no se han ido. Tiene que entender que no puedo fiarme.
¿Y si me hace lo mismo una y otra vez?, porque eso podría ser una opción, dado que le resultará divertido.

Ahogo mis malas palabras, y pienso sí decirlas, o callarme.
Y recuerdo algo importante que decía mi madre.

Si al hablar no vas a agradar, más vale callar.
Era bastante fan de los proverbios chinos, y demás.

- ¿Por qué?. - Por más que pienso no encuentro ningún motivo coherente.

- Pues porque me dá la gana, y puedo.

- Haz el favor de no robarme las frases, y explicamelo.

Porque le dá la gana, no es un buen motivo...

- No dejaré que te vuelvas a escapar. - Se sienta al otro lado de la cama, lo que provoca que al apartarme, casi me caiga de ésta.
Christian me sujeta de las muñecas, y me obliga a mirarle a los ojos.

- No soy un bien hombre, eso está claro, pero pienso cuidar de mi mujer, ya que sólo por serlo se lo merece, así que me quedaré aquí, y te detendré si intentas escaparte.

- Tampoco pensaba hacerlo, pero ahora sueltame, se mira, pero no se toca. - Me deshago de su agarre. - Si quieres tocar, tienes a miles de mujeres más. - Aunque me niego a imaginarmelo.

- Ya, me ha quedado claro que no qúeres nada, pero no por eso te dejaré por ahí, eres la señora Grey, mi señora, y eso no cambiará. - Se levanta de la cama. - Aúnque no quieras hacer nada, te quedarás aquí, y dejaras de hacer puras locuras. - Va a coger la puerta para irse pero...

- ¿No ibas a quedarte?

- No te hagas ilusiones Ana, dormiré en el sofá, así que te quedarás toda la noche en la cama, sin intentar hacer tonterías. - Cierra la puerta de un portazo, provocando temblores en la habitación.

Genial. Dormirá en el sofá, y le parecerá un buen plan.
No le entiendo...
Vuelvo a echarme para atrás en la cama, y me pregunto porque hace esto. Soy su mujer pero le he dicho que no voy a practicar sexo, que es lo único que quiere de las mujeres. Sin embargo aquí estoy, sin saber el motivo exactamente.











Señora GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora