Sacrificio De Amor

Capitulo XII

Albert no podia creer lo que sus ojos azules veían —¡Santo Dios! Si antes Letty lo traía barriendo la baqueta, con este nuevo look lo haría arrastrase sobre ella.

Leticia se dio un pequeño pellizco para asegurase que no se trataba de un sueño, al comprobar que todo aquello era la cruda realidad, se mareó.

Albert se apresuró para sostenerla y al hacerlo la sintió temblar.

Sin emitir una sola palabra y sin poder resistirse más, Albert acercó sus firmes labios a los labio temblorosos de Leticia —aquel toque suave como una caricia aterciopelada pero firme y decidida provocó unos temblores en el cuerpo de la joven; tal y como en su sueño, Albert comenzó a besar los labios de la mujer que lo estaba volviendo loco y a la que no podía quitarse de la cabeza.

—¡No! —susurró Letty jadeante —No podemos hacer esto, no es correcto.

—¿Haberme enamorado de ti no es correcto? —preguntó Albert sin soltarla.

Ella negó con la cabeza —Señor Ardley usted es mi jefe, esto no es correcto.

—Antes de ser tu jefe, soy un hombre de carne y hueso Leticia y usted es una mujer muy hermosa, quien sin darme cuenta siquiera, entró en mi corazón sin proponérselo, yo ya no soy un jovencito, sé perfectamente lo que quiero y te quiero a ti y no para una aventura sino para algo serio, jamás había conocido a una mujer que me hiciera sentir lo que tu provocas en mi.

—Albert yo... lo tuteó ella inconscientemente ante sus palabras —me siento
igual —confesó en un hilo de voz —pero tengo miedo —dijo dejando rodar una lágrima por ojos grises.

—No debes temer, yo no te dejaré caer y si lo haces, caeremos juntos y juntos nos levantáremos.

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Fabiola quien regresa al departamento, tras encontrarse con alguien no grato en centro comercial, sonrió en cuanto vio la escena a la distancia, sin pensarlo dos veces se dio la vuelta para darles la privacidad que necesitaban en ese momento, no seria ella quien serviría de mal tercio en ese momento, cuando había sido precisamente ella quien le dijo a su querida prima esa misma tarde, que viviera el momento.

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Albert secó con sus manos las lagrimas que corrían por la mejillas de Leticia, ella se estremeció con el contacto.

—Leticia, dame una sola oportunidad para demostrarte que quiero todo
contigo —susurró él junto a su oido.

Letty recordó en ese momento las palabras dichas por su prima y respirando profundamente atinó a decir:

—Si!

Aquel monosílabo fue suficiente para que Albert diera rienda suelta a lo que había guardado por tortuosos días, alzando a Letty entre sus brazos, cerró la puerta tras de él con llave y caminó con ella en brazos hasta la recámara, depositó cuidadosamente a su dulce asistente en la amplia cama y se acercó a ella lentamente para besar sus labios con suavidad, Letty se dejó llevar por el momento y poco a poco todo indicio de vergüenza fue desapareciendo de ella dando paso a otro sentimiento arrollador que la estaba llevando al borde de un precipicio, el cual ahora estaba dispuesta a saltar tomada del brazo de aquel hombre que la estaba haciendo vibrar como nunca antes nadie lo había hecho.

Albert, comenzó a despojarla de la poca ropa que ella llevaba y un gemido ronco salió de su garganta al ver el perfecto cuerpo que aquella mujer escondía debajo de aquellas recatadas prendas que vestía para ir a la oficina.

El rubio sujetó con suavidad las manos de ella, cuando por instinto ella quiso cubrir su desnudez.

—¡No!  —le dijo —no sientas vergüenza de tú desnudez, eres perfecta Leticia, la más hermosa obra de arte que mis ojos jamás hayan visto.