REGÁLAME UNA NOCHE

12.4K 234 8
                                    


Luego de la devastadora experiencia, mi interés sexual se había desvanecido, con solo pensar en sexo, sentía las manos desgarrando mi pecho de mi flagelador.

Necesitaba cambiar ese sentimiento. El sexo me daba libertad y ahora no la tenía.

Decidí que debía volver a mi vida pero antes tenía que poder experimentar nuevamente el placer.

Pero ¿con quién? Quien podría entenderme. Si estaba en ese momento de excitación y decidía correr o parar. Que respetara mis decisiones, que no me pasara nuevamente lo mismo.

Aún en mi cabeza retumbaban los golpes recibidos, soñaba con el infierno, mi cuerpo ya no era el mismo, tenía cicatrices que no se disipaban con maquillaje.

Todavía estaba a la espera de un juicio que me haría recordar todo con lujo de detalles, mejor dicho con sus tormentosos detalles.

Pensé — necesito borrar de mi cuerpo a Andrés dentro de mí.

Pero ¿Cómo?

Decidí que iba a pedirle a Federico que me follara, era el único al que le tenía tanta confianza para que estuviera conmigo. Además, me entendería. Y sobre todo estaba viviendo conmigo desde lo sucedido.

No me diría que no, habíamos experimentado muchas veces con el sexo de diferentes formas antes. Yo seguía siendo la misma. Y sabía que podíamos pasar una noche de lujuria juntos.

Debía preparar todo para aquella noche, era como mi primera vez. Con lo sucedido había muerto y renacido.

Necesitaba armar la cena perfecta. Volver a ser sexi, erótica, sensual, divertida, cautivadora.

Busque un vestido negro corto pegado al cuerpo, para que lucieran mis piernas.

Me di un baño de espumas con diferentes fragancias para que mi cuerpo oliera a flores. Busqué un sostén que elevara mi busto. Cuando quise colocármelo vi la cicatriz de la mordida en mi pecho izquierdo y comencé a llorar. Las lágrimas brotaban, toda esa sensualidad que quería tener había desaparecido.

Decidí que no iba a darme por vencida. Quería volver a mi vida, no podía dejarme ganar.

Me maquillé tratando que las cicatrices de mi rostro no se notaran. Use un lápiz labial rojo sensual para que resaltara mis labios finos carnosos. Y me coloqué el vestido con unos zapatos negros con taco chino.

Preparé una cena especial.

Vestí la mesa con mis mejores cubiertos y me senté a esperar que volviera.

Al llegar, se sintió sorprendido por mi actitud hacia él.

Cenamos hablando de como habíamos pasado el día. Traté de sacar mi sensualidad, llevando la conversación a que sea un poco más íntima.

Cuando llegó el momento del postre, me senté en sus piernas y le dije

— El postre soy yo.

El me saco de sus piernas

— En que estás pensando, con todo lo que pasaste, seguís haciendo lo mismo.

Estaba muy enojado, yo no sabía ¿Por qué?.

Siguió diciendo

— No aprendiste nada.

Yo no entendía nada, era como si me culpara por lo que me había pasado.

Solo pude decir

— Me estas culpando. Crees que yo quería que me violen o que lo estaba buscando, no entiendo lo que decís.

Él solo se acercó a mí y tomo mi cara

— No te das cuenta que te amo, que te necesito.

Yo quedé atónita.

Prosiguió diciendo

— yo no quiero follar contigo, quiero hacerte el amor, pero tú eres incapaz de verme de esa forma. No quiero.

Me soltó y se fue del departamento.

Me quedé sin palabras, nunca hubiera pensado que se estaba enamorando. Yo no estaba preparada para amar y creo que nunca lo estaría.

Decidí llamar a Carla, necesitaba hablar con alguien.

Estaba con su novia. Luego de nuestra experiencia pudo sincerarse. Ahora su vida había cambiado ya no era sombría, al contrario por fin estaba en armonía.

Vino con su novia, Sandra.

Se quedó anonadada cuando le dije lo que había pasado.

Sandra me sugirió que si no tenía el mismo sentimiento me alejara de él.

En verdad no quería hacerlo, lo necesitaba tanto a mi lado que ni se me ocurriría separarme de él. Era muy egoísta, hasta sería capaz de fingir un amor que no sentía.

Esa noche la pasé sola esperando que regresara, dispuesta a tratar de mejorar la relación con Federico.

Me pasé toda la noche despierta mirando la puerta esperando su regreso.

Cuando llegó, solo pude pedirle perdón. Él había decidido irse. No quería que se fuera así que le mentí.

— No quiero que te vayas, no sé lo que siento por ti, pero quiero que intentemos llevar una relación.

Los ojos de Federico brillaron, me tomó en sus brazos y comenzó a besar mis labios. De forma suave como haciéndome caricias con sus dedos, el beso fue profundo, parecía de telenovela. Acariciaba mi rostro mientras me besaba. Luego bajó por mi espalda con sus manos susurrándome con su aliento en mi oído.

Me levantó del suelo y me llevó hasta la cama. Me acostó en forma lenta, bajando con su boca por todo mi cuerpo. Muy lentamente. Sacó el vestido que llevaba puesto y luego retiró su remera mientras yo desabrochaba su pantalón y hacía que cayera al suelo. Sus músculos tensos y duros eran un deleite para mis ojos. Se recostó sobre mí volviendo a besar mi cuello, mi escote. Cuando llegó a mi pecho izquierdo paró. Estaba la cicatriz de una mordida. Con un dedo hizo un masaje circular y luego comenzó a besar mi pecho con besos pequeños, cortos. Sus labios acariciaban la secuela de mi calvario.

Continuó con el pezón, con su lengua lo movía de un lado al otro haciéndolo entrar en su boca. Que no ocultaron su erección al roce de sus labios. Sus manos acariciaban mi abdomen.

Siguió bajando con besos y más besos. Se detuvo en mi vientre para sacar lentamente mi bombacha.

Era tierno con mi cuerpo como nunca nadie había sido. Tocaba suavemente mi vulva separando mis labios mayores Con su boca comenzó a estimular mi clítoris, eso me hizo gemir una y otra vez. Luego volvió a subir a mi boca. Estaban excitada. Lo acosté en la cama para besar su cuerpo, llegué a su miembro duro que esperaba mi boca. De un zarpazo lo introduje completo en ella. Comencé a lamerlo, chuparlo. Él se retorcía jadeando. Tomo mi cabeza, yo pensé para que continuara mi labor, sin embargo sacó mi boca de su miembro y me llevó a sus labios nuevamente.

Me giró en 180 grado. Estaba lista para la embestida. En lugar de embestirme, se acercó a mi oído y me susurró.

— No tienes que mentirme, no me iré de tu lado.

Se levantó y fue a ducharse.

Quedé totalmente encendida, más caliente que una hoguera. No podía ser, me conocía tanto que no podía disimular con él. Y ahora como seguía necesitaba sacarme estas ganas, pero ya no era con cualquiera. Lo quería a él

Los días siguientes paseamos, cenamos, nos divertimos juntos. Yo no podía sacar de mi mente esa noche y lo que me había hecho. Como me hizo excitar, la forma de tocarme, de besarme. Estaba generando una obsesión. Quería su cuerpo. Cada vez que lo miraba, lo desnudaba. Pero ¿por qué? Ya habíamos pasado noches de sexo juntos. Esta vez era diferente.

No podía pensar sin que su cuerpo pasara por mi mente, ya no veía a nadie más. Solo quería a Federico. Nunca nadie me había dejado con semejante obsesión. Justo él que lo tenía todos los días al lado mío. Ahora no solo necesitaba de su contención y compañía, también queria su sexo.

REGÁLAME UNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora