UNA LECCIÓN DE SEXO

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Era un hombre guapo, sus ojos emanaban perversión, desnudaba con su penetrante mirada. Era muy difícil concentrarse, con solo ver como mordía su labio inferior y su duro cuerpo hacia que se mojaran mis pantaletas.

Ya había fantaseado tantas veces con su sexo; esperaba que me tomara en medio de la clase y abriera mis piernas, me penetrara tan hondo que gritaría de dolor a la vez de goce.

Esta iba a ser la última vez que lo vería, si quería que me mirara debía ser lo más sensual posible. Así que, me puse un vestido de esos que marcan todo tu cuerpo, que permiten ver tus piernas, con un escote que dejaba jugar a la imaginación.

Sabía que cuando llegaba con un pantalón él me ignoraba, pero si mostraba mis piernas tenía su atención entera. Siempre buscaba la forma de tocar mis sexis piernas. En frente de todos, me acostaba en la camilla y pasaba sus fuertes y sensuales manos por ellas, por mi ingle, pubis y mi cintura mostrando sus prácticas de fisiatra experimentado. Cada vez que me tocaba, corría por todo mi cuerpo una electrizante sensación, hacía que se me erizara la piel y aumentaba la caldera de mi sexo.

Estaba cansada de compartir su mirada con otras mujeres, yo quería toda su perversión para mí. No me interesaba su labor como educador, necesitaba su morbo, su pasión, sus caricias y su miembro. Lo necesitaba con extrema urgencia.

Me dispuse a tenerlo y esta era la última oportunidad.

Llegó el final de la clase. Todos comenzaron a saludar, entonces; fue mi oportunidad. Me abalancé a sus brazos, le di un beso en la mejilla y le susurre al oído "quiero coger contigo", mientras mi mano le entregaba una dirección y una hora. Él sonrió y yo me alejé del lugar.

Pensé necesito algo especial. Recorrí varias tiendas hasta que encontré lo que buscaba.

Una remera que resaltara mis atributos femeninos, no quiero presumir pero eran grandes, erguidos, libres e independientes, muy atractivas. Eran mi orgullo. Como no serlo, le dedicaba largas horas de flexiones contra la pared para ejercitar el sostén natural de los senos, series diarias con las manos delante del pecho, manteniendo los brazos en ángulo recto con el tronco. Apretando una mano contra la otra durante cinco segundos, muchas veces al día.

Las caricias de la seda hacia que se erizaran mis pezones.

Por supuesto que mis piernas tenían que relucir su esplendor. Una pollera que solo cubría mi tensos y duros glúteos.

Ya estaba lista para el gran encuentro.

Eran las 23 hs, había pasado media hora del horario indicado. Pensé, no vendrá; cuando el recepcionista del hotel me informa que me estaba buscando. Mi cuerpo se llenó de alegría, mi corazón palpitaba, mi sexo estaba que explotaba.

Le pedí que lo dejara entrar. Espere que tocara la puerta. La lujuria me consumía. El golpe en la puerta mojo mi sensual cola-les.

Al abrir la puerta no emitió ni una palabra. Yo esperaba un beso profundo, húmedo y caliente. En cambio, me jalo hacia la cama, me volteó y con un pie separó mis piernas, mientras bajaba mi bombacha. Introdujo un dedo una y otra vez mas adentro, giró mi rostro, me besó mordiendo mi labio inferior. Era tal mi desconcierto, esto no era lo que había imaginado. Su rápida reacción me dejo helada. Él ya tenía sus pantalones en el suelo, su pene como una dura lanza dispuestos a ensartar. Me deje caer en la cama a la espera de la embestida, la que no se dejó esperar. Me hacía rebotar una y otra vez y sentí un enorme placer del que sólo pude emanar un pequeño grito ahogado. De pronto, empecé a gemir sin moverme ni un poco y él seguía hasta que llegó el inminentemente final.

REGÁLAME UNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora