Los rayos de luz traspasaron la cortina. No recuerdo que hora era. Tampoco parecía importante. No tenía nada que hacer ni quien me esperara. Me estiraba en la cama tratando de tomar valor para levantarme. Estaba tan aturdida. Solo recordaba el cuerpo del hombre tatuado anoche había vuelto para salvarme. Pero en realidad, ¿quería ser salvada? Aún seguían torturándome aquellos recuerdos. Nada había cambiado. Cerré los ojos un momento hasta que sentí alguien que se recostaba encima de mí. Sostenía mis muñecas con fuerza. Se frotaba con mi cuerpo. Sentía como su miembro se endurecía Traté de gritar pero había perdido la voz. Estaba totalmente afónica.
Su cuerpo era muy pesado no podía moverme. Mis manos estaban totalmente inmovilizada. Solo debía dejar que siguiera con su cometido. Una voz susurró en mi oído.
— Siempre serás mi puta, aunque no quieras. Tu vida es mía— maldito, estaba nuevamente destruyéndome — que quieres que te haga Mariana, tu caballero no vendrá a salvarte.
Estaban muda mis gemidos, eran parte de mi calvario. Sentía como penetraba en mí una y otra vez. Sus risas retumbaban en mi vida. Agonizaba nuevamente. Sus besos eran dos garras desgarrando mi piel.
De repente sentí que mis manos se aflojaban, traté de sacarlo de encima de mí. Cayó al suelo. De a poco fui incorporándome observando su cuerpo tatuado, sus brazos. Mi nombre en su cuerpo, mi rostro en su pecho y unas iniciales. Con bronca me abalancé para sacar su máscara y ver quién era.
A medida que descubría su cara mi ira iba desapareciendo. Levanté su máscara descubriendo sus labios. No sé por qué decidí besarlos apasionadamente. Nuevamente me rendía a su cuerpo. Necesitaba su sexo violento. Recordé algo que dijo Paula, posiblemente mi forma de amar era solo por medio del sexo. Aquel que pudiera despertar en mi algo más que una excitación sexual tendría mi amor. Ese hombre tatuado se robó mi amor y no volvería a devolverlo. Tal vez, no era una obsesión, simplemente amor.
Intentaba que me tomara como si fuera mi dueño. Yo también quería hacerlo. Ser su dueña. Aquello era una locura de pasión, el fuego de nuestros cuerpos quemaban la cama. Estábamos en el infierno. Lamía los tatuajes, cada uno de ellos era mi perdición. Llegué hasta la línea alba, donde me esperaba aquel mástil de placer, solo para mí. Nuevamente cabalgaba en su sexo, deliraba, gozaba, me deleitaba. Su cuerpo era mío nuevamente.
Una voz me llama a lo lejos. Es tierna, familiar, me acurruca en mis pesadillas. Abro los ojos, esperando ver a mi hombre tatuado. Mi caballero está aquí.
— Hola extraña, te has despertado.
Tenía la mirada perdida. Como mi vida. Necesitaba una brújula para volver a encontrarme.
Desayunamos los dos sin hablar. La verdad no había mucho que contar, llevaba meses sin tener contacto con alguien.
A su lado estaba en paz, mis sueños me atormentaban todas las noches. Él temía que atentara contra mi vida. Retiró todas las píldoras que tenía recetadas y solo me daba de a una. No veía que me ayudara. Necesitaba de él a mi lado. Durante una semana lo único que hicimos es acariciarnos. Velaba por mis sueños a la espera de que pudiera recuperar algo de lo que había perdido. Pero era inútil. Ya era demasiado tarde. Estaba muy desnutrida y se notaba en mi cuerpo. Cada paso que hacía era lento, muy despacio. Me cansaba con solo pasar de la cama al sillón. Comía muy poco. No tenía hambre, solo sueño. Por fin podía dormir, lo hacía por horas, días.
A regañadientes me levantaba. ¿Para qué hacerlo? No había nada en este mundo para mí. Los incesantes gritos de Federico eran lo único que me despertaba en la mañana. Veía como pasaban los días mientras me apagaba por dentro. No había rastros de mí alocada vida en mí. Mi alegría había desparecido totalmente. Solo piel y huesos.
Federico decidió llevarme al hospital. Si me quedaba moriría. No solo tenía una desnutrición severa, también anemia. La depresión me consumía.
Algunos días pasaron fugazmente, no los recuerdos. Federico siempre me cuidaba. Ya no pensaba en el hombre tatuado, había reemplazado mis sueños por momentos vividos con mi caballero. Aún existía alguien que me quería, no me rechazaba, solo me brindaba cariño.
Nuevamente fui internada en la clínica, esta vez no de forma voluntaria. Paula había vuelto a su provincia, no la tenía para conversar. Los demás, solo sentían lastima por ellos. Creo que yo también sentía lo mismo por mí.
Luego de 2 meses pude salir. Federico se comprometió a quedarse conmigo hasta que volviera a ser la persona que era anteriormente.
Necesitaba recuperarme. Volver a ordenar mi vida. Lo primero era recuperar peso y conseguir un nuevo trabajo. Lo más extraño era que no me había dado cuenta que el tiempo había pasado.
Federico nunca me preguntó qué pasó aquella noche cuando me encontró en la pileta, pero yo sabía lo que pensaba. Creía que mi intención era suicidarme.
No era así, solo me quedé dormida. No estaba en mí atentar contra mi vida. Ya me había hecho mucho daño permitiendo que otros me lastimaran. En realidad todos pensaban lo mismo. Durante mi recuperación Federico estuvo a mi lado. En cada situación conflictiva él estaba.
Luego de un mes había vuelto a mi peso ideal, conseguí un trabajo en un bar, donde se llenaban mis noches de mucha diversión. No era para desempeñarme en mi carrera pero era algo.
Una noche el bar cerró temprano y llegué a casa antes de lo esperado. Federico estaba desnudo tirado en mi cama. De todo el tiempo que estuvo jamás lo había visto sin ropa y me di cuenta por qué.
Estaba tatuado. Esos tatuajes los conocía a la perfección. Él era mi hombre tatuado. Él me había lastimado y generado mi obsesión.
Lo desperté, besando su cuerpo, recorrí cada tatuaje con mi lengua. Tomó mi cara y comenzó a besarme muy lentamente, apasionado, profundo. Como haciendo ese momento eterno. Me recostó en la cama para besar mi cuerpo. No quedó parte por recorrer. Cuando llegó a mi vagina se internó en ella. Yo gemía, jadeaba, mi cuerpo temblaba. Llevaba meses sin sexo y quería que me penetre. Se lo pedí. Necesitaba sexo rudo sin tanto juego. El subió a mi boca metiendo su lengua, mientras su pene se introducía en mí. Mis gemidos eran trasladados a su boca. Le pedía que se moviera con fuerza en mi interior. Necesitaba que fuera rudo como la última vez. Me giró colocándome en cuclillas y llevo mi trasero para clavar su miembro, él se movía de un lado a otro. Los dos gritábamos. Nuestra lujuria era saciada con nuestros gritos.
Llego al final muy rápidamente. Se recostó sobre mi cuerpo aun estando dentro de mí. Yo solo lo corrí. Y dije.
— Esto era lo que quería de ti, solo sexo.
El me miró como desconcertado
—No puedo ofrecerte nada, solo sexo duro y apasionado, hombre tatuado. De mí no tendrás más. Solo regalarte una noche cada vez que la pidas. Por favor quédate conmigo para saciar mi lujuria. Para controlar mi adicción.
Me levanté y me recosté sobre el chifonier a la espera de su respuesta. Él se levantó y comenzó a besarme, me giró, haciéndome recostar sobre el mueble para embestirme nuevamente. Mientras ingresaba a mi interior susurraba en mi oído.
—Acepto extraña, quiero compartir tus noches, endulzarme con tu lujuria. Te llenaré de gozo— Solo gemía de placer para cerrar el trato.
Por fin encontré lo que quería. Compartir mi ninfomanía, mi forma de amar, sin miedos y sin mentiras.
FIN...
Hola queridos lectores:
Les agradezco que dedicaran un tiempito a mi novela entre tantas hermosas historias de esta plataforma. Espero sus comentarios y que me acompañen con "Un amor de Novela". Es una historia diferente, inspirada en la vida real . Espero sus palabras.
Muchas, muchas gracias por apoyarme.
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REGÁLAME UNA NOCHE
RomanceLas intrépidas y eróticas historias de una mujer que ha experimentado sus más lujuriosas fantasías. Su erotismo te llevará al éxtasis del placer. Los relatos están basados en hechos reales. Los nombres y lugares han cambiado para respetar la privaci...