EL DULCE NECTAR DE TU CUERPO

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Estaba muy aturdía, decidí retirarme unos días a la casa de mis padres. Me encantaba nadar y eso haría que mis ideas se aclararan.

Cuando la oscuridad fue completa llegó a mi casa Pablo. Había terminado su relación luego del juicio y necesitaba una voz amiga.

Al llegar yo me encontraba en la piscina. Salí de ella para hablar un poco.

Parecía muy triste, se me ocurrió que nadar un rato podría mejorar su estado de ánimo. Y así fue. A los 10 minutos estaba molestándome mientras nadaba.

Pasamos un buen rato nadando. Jugando en el agua. Divirtiéndonos como siempre lo hacíamos. Se acercó y me dijo que comenzaba a sentir frio, le sugerí que pasáramos a la sala. Al querer salir de la pileta, me tomó de la cintura pegándome a él haciéndome sentir su dureza contra mi vientre. Desde ese momento no hablamos, estábamos tan juntos, que el simple hecho de hablar haría que nuestros labios se rozaran, estuvimos así unos minutos. Entonces, él comenzó a besarme, fue profundo, tierno, suave pero intenso. Empezó a deslizar su mano por mi espalda hasta llegar a la curva de mi trasero, lo apretó. Su otra mano subió por mi vientre en dirección a mi pecho. Cuando llegó a él, lo acarició suavemente por debajo, como sosteniéndolo, mientras que con el pulgar le acariciaba el pezón ahora duro y erguido. Mi respiración se aceleró al sentir sus caricias. Mi lengua penetró en su boca buscando la de él. Se cruzaron, retorcieron y empujaron en una especie de frenética y lujuriosa lucha.

Mi mano bajó por su pecho hasta llegar a su pene y lo apretó. Soltó un gemido. Comenzó a pellizcar mis pezones haciéndome estremecer, no podía aguantar todo el placer.

Comencé a deslizar mi boca por su cuello, con pequeños mordiscos, que generaban un temblor en su cuerpo. Un gemido escapaba de su boca.

Necesitaba sus labios en mi pecho así que se lo pedí. El respondió con su boca sobre el pezón, succionándolo al mismo tiempo que retiraba la cabeza para producir un poco de tirantez. Me mordía los labios mientras mis manos se movían de arriba y abajo sobre su grande y duro miembro causándole un placer tan grande que desbordaba la lujuria.

Empezó a bajar sus manos para introducirse en la braga de la bikini. Sus dedos ingresaron rápidamente a mi vagina, primero juguetearon en mi vulva hasta que sus mojados dedos se introdujeron en mí. Estaba encendida, quería que penetre cada vez más adentro. Desaté los listones de mi bikini para que se perdiera en el agua incitando a que pudiera hurgar más libremente.

Nos volvimos a besar y me sumergí en el agua para que mis labios se cerraran en su dura lanza, empecé a lamerlo, lo metí en mi boca y comencé a succionar como si fuera una pajita. Pablo jadeaba, al cabo de un minuto paré y saqué la cabeza fuera del agua ya no podía aguantar más. Necesitaba respirar. Lo besé, tenía su sabor en mi boca, eso lo excitó aún más. Daba la sensación de que su pene iba a estallar en cualquier momento. Mientras duró el beso, no paró de pellizcarme los pezones ni de acariciar mi clítoris. Empezó poco a poco a introducir un dedo dentro de mi introito, no había resistencia. Se sumergió y empezó a pasar la lengua por mi vientre en dirección a mi hendidura. Empezó a lamer, solo con la punta de la lengua suavemente, casi como si fuera un roce no provocado mi clítoris, como si quisiera arrancarle el placer con cada roce, con cada paso, como si no existiera otra cosa en el mundo que hacerme disfrutar. Yo notaba como mis piernas se estremecían, se estiraban y relajaban casi al mismo tiempo, se derramaban mis jugos en el agua, notando perfectamente mi humedad. Embriagada, ardía como nunca antes.

No sé cuánto estuvo bajo el agua, sacó rápidamente la cabeza del agua; y me besó. No podía más necesitaba que me follara. Rocé sus piernas abrazándolas con las mías; apoyé su pene en mi vulva y empecé a frotarlo. Entonces puso su cabeza en la entrada y empezó a entrar lentamente, pero mi introito succionaba su miembro como queriendo devorarlo. Comenzó a introducirlo con más velocidad, los gemidos salían de mi garganta, que intentaba introducirlos en su boca, era un canto de placer, ambos a la vez. El orgasmo me alcanzó de repente, mi boca se pegaba a la de él, desde mi interior surgía un grito incontenible. Yo sostenía su corto y castaño pelo. Rápidamente bajé la mano y empecé a acariciarle mientras seguía empujando su pene más dentro de mí. No había resistencia, estaba lubricada totalmente.

Me había penetrado completamente, entonces comencé a moverme poco a poco, él también lo hacía. Nuestros besos callaban los gemidos. La fricción de nuestros cuerpos hacía hervir el agua alrededor. Nos besamos, acariciamos, el ritmo se fue acelerando, frenético. Éramos animales, devorándonos. Los jadeos eran incesantes. El centro de mi pecho iba a reventar, nada y todo parecía importante.

Estábamos llegando al final, nuestros movimientos, cada vez más rápidos me quemaban en el infierno del placer estaba a punto del climax. No parábamos de acariciarnos durante todo el rato, necesitábamos fusionarnos, ser uno. En ese momento aceleró los movimientos de su mano, me pellizcaba los pezones y los succionaba con su boca. En el instante del orgasmo, nos sacudimos ambos a la vez, con un grito de desahogo que retumbaba en mis oídos, sentía como estallaba y se desbordaba en mí. Mis manos volaban sobre su espalda, abrazando, apretando y arañando. Quería que se quedara por siempre dentro de mí.

Cuando la lujuria pasó, nos quedamos mirándonos por unos segundos y salimos del agua para secarnos. Quedamos tirados en las baldosas que rodeaban la piscina cansados.

Sabiendo lo que habíamos hecho y que queríamos repetirlo nuevamente.

Entendí que era a él al que necesitaba en mi vida, alguien que me regalara una noche con solo mirarlo. Que estuviera dispuesto a unirse en mi lujuriosa vida.

REGÁLAME UNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora