SOLO SEXO

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Lo primero que hice fue internarme en la noche para encontrar aquello que había perdido. ¿Pero que buscaba? Mi vida estaba fracturada. Había perdido mi alegría, solo tenía perversión para entregar.

Las noches siempre terminaban con sexo. No estaba tan segura de que era lo que quería. Aún pensaba en el hombre tatuado. El volver a ese lugar solo haría que estuviera en riesgo. Ya había tenido una experiencia tormentosa con él y no podía exponerme a tal violencia. Aun cuando su recuerdo me excitaba.

Luego de unas semanas estaba aburrida. Interminables interrogantes colmaron mi cabeza. La obsesión con su cuerpo cada vez era más intensa. No me permitía dormir por las noches. Mis ojeras comenzaron a adueñarse de mi rostro. No estaba concentrada, todo lo hacía mal. Las fisuras en mi vida comenzaron a aflorar.

Las sesiones con psicología no bastaban para tratar de apaciguar mi ninfomanía. Mi joven psicóloga notaba que no podía continuar con mi terapia. Necesitaba ayuda de un profesional, tal vez una internación para tratar mi enfermedad que estaba consumiendo mi existencia. Ella sugirió una evaluación psiquiátrica. Mi forma de actuar solo haría que me lastimaran nuevamente. Me había convertido en dependiente de la depravación en el sexo. Las relaciones sexuales bruscas, violentas generaban goce en mí. Inconscientemente buscaba castigo por mi comportamiento, mis pensamientos y solo lo tenía en el sexo. Los golpes, mordidas y desgarros eran frecuentes en mí. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué permitía que la violencia me consumiera? ¿Acaso estaba buscando la muerte en la noche?

La consulta con el psiquiatra solo ayudó a reforzar mi enfermedad. Él aprovechó de mi sed de sexo duro para disfrutar de mi cuerpo. Lejos de recuperarme cada vez caía más en mi enfermedad. Los psicofármacos recetados no podían sedar mis pensamientos que cada vez era más malvados.

Con cada cuerpo que tocaba solo intentaba revivir las horas con mi hombre tatuado. Estaba envolviéndome en la locura. No encontraba sentido en mi vida. Siempre había intentado no sufrir, tal vez, el sexo era la forma de evadir mis problemas. Nunca los enfrentaba solo seguía adelante. Pero ahora era el sexo el problema.

Necesitaba de mi hombre tatuado para encontrarle sentido a mi vida.

Pasaba horas hablando con Federico. Creo que también lo necesitaba conmigo. Pero como pedirle que vuelva a mí si yo había aceptado su distanciamiento. Ahora él tenía una vida armada y feliz, según lo que me contaba en cada llamada.

Mi caballero con armadura ya no podía defenderme. Él había seguido, yo solo retrocedí un par de casilleros. No podía volver a avanzar sin saciar mi obsesión.

No tenía más remedio solo volver a buscar a ese hombre que se adueñó de mis pensamientos, saciarme con él y volver a mi vida. Sabía que podría encontrarlo. Lo tenía decidido volvería a ese lugar.

El primer día me senté en un sillón esperando que llegara. Cada persona que se acercaba lo echaba. Él no apareció durante toda la noche. Así seguí durante un mes, pero nunca volví a verlo.

Una de las noches me quedé dormida esperándolo. Sentí como se acercaba a mi cuello. Mi hombre tatuado estaba a mi lado. Observando como otro hombre tocaba y succionaba mi pecho, solo me decía

—Quiero tu cuerpo.

Giré mi cabeza y lo tomé del cuello para meter mi lengua en su boca. Mientras lo besaba cerré mis ojos. Me introduje en su alma, él en la mía que solo reclamaba su sexo. Mis pensamientos se desmoronaban ante su cuerpo pintado que llegaba para satisfacer mi sed de lujuria. Cada vez más me entregaba al abismo del placer. No importaba nada de lo pasado anteriormente, mi cuerpo lo había perdonado ahora solo le pedía que lo amara, lo acariciara, lo consumiera con su fuego. Sus manos me recorrían muy suavemente, introduciéndose en mi sexo. Excitada gemí de placer. Su boca que en un principio se había adueñado de la mía, succionaba mi pecho izquierdo. Erizándolo. Mi clítoris pedía lo mismo. No entendía cómo podía estar en ambas partes a la vez, pero aquello era éxtasis puro. Cada parte de mi cuerpo era devorada por sus labios. De repente, habló, su voz era ronca. En nada se parecía a aquella que había colmado mis sueños. Y lo que me decía generaba rechazo en mí. Porque no hay nada peor de un hombre que te trate de puta, yegua o zorrita en medio de un acto sexual. Es como que uno le diga Vamos eunuco que tú puedes.

Al abrir los ojos estaba cubierta de manos que tocaban mi cuerpo. Labios que me succionaban. Horrorizada me levanté del sillón y me fui.

Estaba tan decepcionada que dejé de ir a buscarlo. Necesitaba sentirme querida nuevamente y no encontraba como hacerlo.

Hablaba con Federico por horas de mi frustración, nuevamente estaba sola y me sentía vacía.

Le comenté mi obsesión con el hombre tatuado y que lo había ido a buscar durante un mes pero no lo encontré. Él solo me decía que debía parar con mis obsesiones, que estaba empeorando.

Tenía razón, debía parar con todo esto, el hombre tatuado había lastimado mi cuerpo y se lo permití. Mi perversión era cada vez más peligrosa. 

REGÁLAME UNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora