REVIVIENDO CON LA LUJURIA

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La semana siguiente Pablo debía irse unos días a un encuentro laboral. Eso me dio la posibilidad de salir con mi joven psicóloga a un lugar desconocido.

Era un lugar de encuentros sexuales, donde concurrían parejas y también personas solas. Al llegar nos hicieron colocar una máscara y nos detallaron las reglas de ese sitio, sólo hacía hincapié en sexo, sin violencia salvo que todos los participantes estuvieran de acuerdo, y por supuesto nada de nombres verdaderos ni encuentros fuera de ese lugar. En otras palabas fornicar sin saber con quién e irse. Había escuchado de este tipo de lugar pero nunca visité uno de ellos.

Mi Psicóloga lo conocía muy bien. Al parecer ya había estado con anterioridad, me dijo:

— Es un lugar ideal para tratar la ninfomanía. Este es el tratamiento adecuado, disfrútalo— con una sonrisa se alejó y entró al lugar.

Yo estaba en duda, aún no sabía si era lo que quería ni tampoco si era el lugar adecuado para hurgar con mi imaginación.

También estaba Pablo a quien le debía respeto, al menos eso creía.

Pero que pasaba conmigo, debía morirme en una relación vacía o tratar de saciar mi lujuria.

Sin esperar decidí entrar. El lugar era increíble, luces, música, gente bailando y a los lados sillones con personas disfrutando del sexo. No había cara ni nombres solo cuerpos desnudos. También había habitaciones donde se podía participar de los actos sexuales.

No encontré a mi acompañante así que decidí ir a la puerta para retirarme, antes de llegar un hombre tatuado me sujetó.

Me dijo:

— No te vayas— yo solo podía ver su torso desnudo, sus músculos como pintados en su cuerpo. Era una escultura viviente.

Llevó mi mano a su pecho y dijo

— ¿Es tu primera vez en este lugar?

No quise mentir

—Si—no era una mojigata pero nunca había participado en un evento como este.

- Es sencillo solo debes dejarte llevar, los demás harán que te sientas bien hasta que puedas participar-

Me llevó a un sillón y comenzó a explicarme cómo funcionaba el lugar. Yo solo veía su torso y lo que ocultaba su pantalón. Me veía lamiendo esos hermosos músculos pintados. Los tatuajes estaban por todos lados. Quería hurgar cada uno de ellos.

El seguía hablándome

— Si no quieres participar y solo ver, también puedes hacerlo — me vio a los ojos. Yo me reflejé en esos ojos celestes que hacían que me encienda.

Me dijo

—Yo solo vengo a ver, no participo nunca. Estaba esperando alguien como tú.

Yo lo miré como descreyendo de su relato. Como podía estar mirando sin participar, si a mí con solo observar de reojo me excitaba. Sin embargo, algo de él era muy familiar.

Mientras los demás estaban participando en la gran orgia pude reconocer entre los cuerpos a mi psicóloga parecía que tenía mucha experiencia. Su cuerpo era recorrido por muchas manos.

Me sentí tan tonta, pensar que la tomé como una inexperta, que le estaba abriendo los ojos a un mundo desconocido. Era yo la que debía aprender de ella.

El seguía hablándome, susurrándome en el cuello, sus labios rosaban mi cuerpo cada vez que emitía una palabra.

Mi hombre misterioso, me sacó la remera y luego mi pantalón lo dejo en uno de los estantes de la pared, cerca de su ropa.

Estaba en ropa interior. Él también se sacó su pantalón de cuero, pude observar que no traía nada debajo.

Su pene era grande, aún no estaba erguido.

Hablaba en mi oído, susurrándome, rozando sus labios en mi cuello.

Otro joven se acercó para llevarme a una habitación. Él lo tomó de su brazo y le dijo.

— Hoy solo mira— el joven lo miró y se alejó.

Yo no había decidido que hacer aún, me molestó su forma de decidir por mí y se lo hice saber.

—Discúlpame, no vine a solo mirar —él sonrió

—Ya lo sé, pero quiero estar contigo, hoy solo los dos si quieres en la próxima nos uniremos a otros.

Yo sabía que no estaba tan segura de unirme a una orgia así que le dije que sí.

Mientras mirábamos, me imaginaba en esa pila de cuerpos tocándose acariciándose. Cuanto más miraba más me revolvía el estómago. No era lo que quería. Solo necesitaba alguien que se interesara en mí.

Mi hombre tatuado comenzó a besarme, de forma ruda, muy profunda. No sé por qué sentía que conocía esos labios. Generaba un temblor en mí.

Sus manos hurgaban por mi cuerpo, descubriendo mis pechos y mi vagina. Me desvistió dejándome totalmente desnuda.

Me giró para besar mi cuello mientras yo tomaba su cabeza. Me acostó en el sillón, frotando su cuerpo con el mío. Besaba y lamia mi espalda, mi piel se encendía, mi pelo se erizaba. Recorría mi espalda hasta llegar a mis glúteos. Los rozó con sus dientes mordisqueando cada parte de ellos.

Su lengua llegó a la zona externa de mi ano, haciendo que mi cuerpo temblara.

Me giró para hacer su labor en mis pechos, jugaba con mis pezones, los succionaba. Bajó por mi plano abdomen hasta llegar a mi vulva. Con sus dedos separó mis labios mayores para succionar su aroma luego interno su cara en ella.

Su lengua se movía y se introducía en mi vagina, sentí como me mojaba y tuve mi primer orgasmo.

Mis gemidos despertaban algo que permanecía dormido en mí, no quería que parara. Necesitaba esa sensación de placer.

Le pedí que se recostara sobre el sillón para dar paso a mis dotes con mi boca. Tomé sus pezones y los succioné, el jadeaba luego bajé con la punta de mi lengua lamia su cuerpo hasta llegar a su hermoso miembro todo para mí, era grande rosado, su vena latía frenéticamente eso le daba su perfección, eréctil en todo su esplendor. Me relamía. Mi boca experimentó el deleite de su miembro, no entraba en su totalidad así que me ayudaba con mis manos. Me movía de arriba hacia abajo. Solo imaginaba en el momento de tenerlo dentro de mí. Mi lujuria estaba al rojo vivo. Era un animal salvaje nuevamente. Lamia, succionaba, me endulzaba con solo tenerlo para mí. Cuando acabé de jugar con su miembro volví a sus labios, luego a su oreja penetrando con mi lengua, susurrándole.

—quiero tenerte dentro de mí.

Él se levantó y me puso de rodillas para embestirme.

De un solo golpe ingresó a mi vagina, se movía en forma frenética, yo estaba tan excitada, el placer hacía que me sintiera libre.

No quería que parara y así se lo exigía, necesitaba una noche de locura. Sus manos tocaban mis senos.

Alguien se acercó al sillón donde estábamos para participar de nuestro encuentro pero él lo corrió con un brazo. No quería más participantes. Éramos él y yo. Y eso era suficiente. Su mano bajó a mi clítoris, sentía como rebotaban sus bolas como queriendo ingresar a mi vagina. Era el momento de mi trasero. Sin pensarlo pasó para que disfrutara nuevamente de su miembro.

Los dos gritábamos llenábamos el lugar con nuestros gemidos, necesitábamos un desahogo con el sexo.

Llegó el final. Su lujuriosa locura había derretido mis rejas para dejarme libre. Ese cuerpo tatuado logró liberar mi ser, ahora solo quería vivir llenándome de goce. Hacia tanto tiempo que no sentía en mi interior esa sensación que mi cuerpo rebalsaba de felicidad.

Al terminar nos dejamos caer sobre el sillón. Nos quedamos inmóviles por un momento. Ambos estábamos muy cansados.

Nos levantamos, nos dimos las gracias y cada uno se fue por su lado.

REGÁLAME UNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora