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Jihoon trataba de armar una mesa aunque se estresaba porque no entendía muy bien el manual en ingles, sentía las manos heladas pero aun así no soltaba el desarmador.   

—¡Cheol!—. Gritó Jihoon desde la planta baja, no podría aguantar más las ventanas abiertas en pleno invierno, su cuerpo estaba lo suficientemente entumecido como para importarle poco el polvo en el piso de arriba.

Al no recibir respuesta sube las escaleras pesadamente, abrazándose a si mismo y cerrando las ventanas que se cruzan en su camino, el piso de arriba solo contaba con dos habitaciones y un baño.

—¿Cheol ya te moriste?—. Pregunta Jihoon entrando al cuarto pequeño, adentro esta sentado sobre el piso y leyendo unas hojas—. Si aun sigues vivo respondeme, la casa no es tan grande como para que no me escuches.

Cuando se acerca al mayor puede ver que pequeñas lagrimas desbordan de aquellos ojos grandes, preocupado se sienta a su lado y posa su pequeña mano en su hombro sacándolo de su mundo interno.  

—Pensé que las había perdido—. Susurra Seungcheol abrazando las hojas y arrugandolas.

—¿De qué hablas? ¿Qué perdiste?—. Y entonces Jihoon mira la caja que había abierto el más grande. Era Margo.   

Se quedo mudo y un poco avergonzado por aquellas cartas que había escrito de joven.

—No leas eso, es vergonzoso—. Jihoon rápidamente trataba de guardar las hojas en la caja para esconderla nuevamente, el las había escondido hace un par de años en aquel cuarto que usaban como bodega, nunca se imagino que su solicitud de adopción seria aceptada y tendrían que limpiar aquel cuarto.  

—¿Qué haces? Son mías, no las tomes—. Seungcheol trataba de quitárselas y luego de arrebatarse las cosas se dieron cuenta de lo infantiles que estaban siendo, se rieron mientras guardaban las hojas de nuevo en la caja y se miraron con ojos acuosos.

—La ultima carta que escribí...— A Jihoon se le hace un nudo en la garganta, baja su mirada y sus cabellos oscuros le tapan el rostro—. Fue de despedida para CARAT.

Seungcheol se queda callado y desvía su mirada.

—Pareciera que fue ayer pero ya pasaron un par de años.

Ambos se quedan callados, como costumbre Jihoon juega con la sortija que descansa en su dedo.

—Bajemos, hace frío aquí—. Jihoon se levanta sin mirar al mayor, va a la cocina y se sirve un vaso de agua.

—Estas temblando—. Dice Seungcheol cuando llega a su lado, toma el vaso y lo deja sobre la mesa, toma las manos ajenas y las besa con tranquilidad—. Estoy un poco enojado, durante estos años no recibí ninguna carta.

—No eres Papá Noel—. Jihoon recupera calor, ambos ríen y cuando sus miradas se encuentran el menor suspira—. Es vergonzoso, han pasado muchos años.

—Aunque muchas cosas no se cumplieron tu me diste todas esas cartas cuando nos casamos—. Seungcheol lo jala hasta llevarlo al sillón y prende la calefacción con el control remoto—. Es mi mayor tesoro luego de ti y ese bebé que pronto estará aquí.

—¿Puedes creerlo? Esas cartas que escribí tontamente nos han llevado aquí—. Jihoon mira a su alrededor y se siente agradecido con todo lo que ha pasado.

—No son y nunca serán tontas, gracias a eso me di cuenta de lo mucho que me gustabas—. Seungcheol se siente avergonzado por esas dulces palabras. 

Su pequeña pero acogedora casa la adquirieron poco después de casarse en el extranjero y hace poco mandaron una solicitud a una asociación de adopción que apoyaba las parejas del mismo sexo, por supuesto, habían pasado años desde que el grupo se separo y ya muy pocas personas recuerdan a los integrantes.   

Algunos habían seguido en la farándula del espectáculo pero de manera calmada y disfrutando de su vida y su intimidad. 

Jihoon, Seungcheol y Soonyoung habían permanecido en PLEDIS como instructores de canto, rap y baile respectivamente.

La vida les sonreía después de todo el arduo trabajo que habían disfrutado como jamás imaginaron.

Nunca olvidarían esos grandes lazos que crearon y seguían surgiendo cada vez que se reunían, seguían en contacto y se apoyaban cuando era necesario, agradecen cada día que pasaron entrenando, ensayando y jugando.

—Aun nos queda una semana para arreglar el cuarto, porque no descansamos y vemos una película ¿Te parece?—. Jihoon le sonrió con nostalgia y Seungcheol no se pudo negar, nunca podría hacerlo.

Se acurrucan entre mantas, afuera pequeños copos de nieve caen.

Sus manos están entrelazadas debajo de una cobija de terciopelo, sus dedos juegan juguetonamente y aquellas sortijas brillan una contra la otra cuando se encuentran.

A mitad de la película Jihoon se había quedado completamente dormido sobre el hombro de Seungcheol, este solo pudo sonreír con amor; Todos los días a su lado eran así, sonriendo y sintiendo más amor que nunca.

—Jihoon-ah—. Susurro Seungcheol—. Gracias por tus cartas, te amo.      

  




















***

FIN

Cartas. [Jicheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora