Lluvia

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¿A mi casa?

Rodó los ojos, al parecer cansado.

—Que tu cabecita hueca no empiece a crear historias de mierda, solo voy a acompañarte, ¿crees que no noté que un idiota te venía siguiendo?—me miró fijamente con una pizca de molestia filtrada en sus ojos, no entendía nada.

No dije nada y comencé a caminar.

Y ahí estaba, después del terrible susto que había pasado, me encontraba caminando junto a Yoongi, el sujeto que había perdido el control y se encargó de hacer pasar un mal rato a mi mejor amigo.

Era increíble, rozando lo absurdo.

Al parecer la vida me odiaba, pero no tanto, aquella noche pudo haber terminado peor si el chico de cabello cobrizo no hubiese aparecido frente a mí en ese momento.

Cada quien se encontraba en su mundo, absortos en nuestros propios pensamientos, el silencio reinaba y lo único que lo rompía era el sonido de las hojas de los árboles que se movían bruscamente por el aire.

Era extraño el estar caminando a su lado, pero no era tan incómodo como pensaba, y a diferencia de la primera vez que lo vi, aquella noche no estaba ebrio y le beneficiaba, era menos soez.

La tenue luz amarilla que emanaba de las farolas me permitía observar a duras penas su perfil, acentuaba aquellas marcas violáceas repartidas en su rostro. La más visible se encontraba cerca de su pómulo, y otra en la comisura de su labio que además estaba reventado -probablemente por algún puñetazo certero-.

Me preguntaba el porqué siempre tenía moretones y llegué a la conclusión de qué tal vez el meterse en problemas era su pasatiempo predilecto.

Llevaba un cubre bocas negro que se había dejado debajo de la barbilla y esta vez el olor a tabaco lo envolvía por completo.

—Es muy tarde como para que te regreses sola a casa —pronunció apenas con voz ronca, casi murmurando— ¿Acaso tu noviecito no se preocupa por ti cuando estás fuera de su cama? —Su risa burlesca reverberó en aquella calle en donde ningún alma se paseaba, ninguna excepto por nosotros.

Reí ante el ridículo comentario que lanzó y puse los ojos en blanco.

—Sí, bueno... ¿eso importa? —farfullé.

—Debería—musitó. Me miró de soslayo y luego de un rato rio sin gracia—. Sigue siendo un idiota.

— ¿Por qué eres tan insistente en hacerlo quedar mal? —cuestioné irritada. Me miró de lleno y chasqueó la lengua, irritado.

—No lo hago, simplemente es un idiota y se me antojó decirlo en voz alta—escupió. Se encogió de hombros y colocó sus manos en los bolsillos de su chaqueta.

—En todo caso estarías acompañando a la novia de ese idiota a su casa —reí ante lo patético que sonaba aquello. No solo porque Nam y yo éramos únicamente amigos, sino porque el imaginar que algo como eso ocurriera sería realmente ridículo.

—Con algo de suerte tal vez logre que se acueste conmigo —me detuve unos segundos mientras procesaba aquel comentario. Con las mejillas ardiendo desvíe la mirada, no le daría el gusto de verme sonrojada por algo así. Era un imbécil.

— ¡Ja!, sueñas si piensas que lo lograrás—murmuré cabreada—. No pensé que fueras tan, tan...

—Creo que sería una buena forma de cobrarme por todo lo que me ha hecho— me cortó con molestia, ignorando mi comentario, podía percibir un poco de aflicción en su voz. Pero aquella pizca de tristeza se esfumó junto con el vaho que soltó al suspirar pesadamente.

TROUBLE [myg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora