5 años después
- Así que Srta. Kirke, ¿qué le gusta hacer en casa?.- habló una señora algo regordeta frente a ella mientras sacudía fuertemente su abanico en su rostro.
- Leer, estudiar, investigar..... algunas veces debatir.- pudo continuar su innumerable lista sino fuera porque la señora soltó un grito horrorizada por lo que acababa de escuchar.
- ¡Diggory! ¡Creí que habías mandado a esta niña a un buen lugar donde comportarse!.
- No Margaret, no confundas las cosas.- hablaba el Sr. Kirke muy tranquilo mientras bebía de su té.- Ana fue educada para pensar, no para sonreír y callar.- lo último lo dijo mirando con orgullo a su hija.
- Diggory, créeme cuando te digo esto, si esa niña no se casa ahora que está joven ningún hombre podrá mantenerla después.
- Eso suena aburrido.- habló Ana ganándose una mirada de reproche por parte de Macready que estaba sentada junto a ella.- Hay mejores cosas que el matrimonio.
- ¿¡Como cuales!? .- volvió a hablar con esa voz aguda mientras su rostro se tornaba rojo.
- Ser libre para poder ir por el mundo y conocer algo diferente.... a veces hay que aventurarse para poder encontrar la propia felicidad.... arriesgarse.
- ¡Si, claro!, ya suenas igual que esa niña, Lucy Pevensie y sus otros dos hermanos, sin olvidar a su primo..... es una fortuna que Susan entienda como son las cosas, me sorprende que Peter haya sentado cabeza.- calló por un momento para después cambiar rapidamente el tema.
Ana comprendió que ella ya no era requerida en la conversación así que poco a poco se fue levantando de la mesa mientras se alejaba en dirección al jardín fuera de la casa.
Esquivo una y otra vez a distintos invitados que saludaban con emoción a Peter y su ahora esposa la Sra. Pevensie.
Salio al jardín y se dirigió a un pequeño kiosko, mientras se recargaba en el barandal de este notó una escultura de un león rugiendo hecha de mármol .
- Linda escultura no es así.- hablo una voz detrás de ella asustando-la.- ¡Lo siento!... soy Edmund, Edmund Pevensie.- extendió su mano para saludarla.
- Ana Kirke un gustó.- respondió el saludo con una sonrisa.- y si es hermosa, mi padre tiene una similar en su escritorio.
- ¿Kirke?, eres hija de ¿Diggory Kirke?.- preguntó este sorprendido.- Ya te recuerdo, eres la chica que aparecía en uno de esos retratos, nos hospedo a mi y a mis hermanos cuando inició la guerra.
Ana solo lo miró unos momentos y recordó que su padre le había dicho que mientras ella estaba en su internado fuera de casa unos jóvenes se hospedaron con el cierto tiempo, eso se lo dijo unas horas atrás antes de dirigirse a la iglesia de la boda.
Hace cinco años la chica había regresado y justo como Aslan le había planteado su deseo se había realizado, con el tiempo todos sus recuerdos se modificaron de tal manera que Narnia no era un palabra muy relevante, eso quería decir que por al menos cinco años tampoco había tenido contacto su Edmund, hasta hoy y viceversa solo que en el caso de Edmund a la chica jamás la conoció.
El cielo se torno nublado y de este empezaron a caer gotas de agua.
- Londres, no tiene muchos días soleados.- hablo Edmund mirando el cielo.- fue bueno mientras duró.... será mejor que me vaya o mi hermano se molestara.
Pero en el instante que bajo del kiosko la lluvia se vino más fuerte provocando que este se mojara un poco.
- Creo que te será imposible.- hablo Ana burlándose de su situación.
- Eres muy simpática.- habló con sarcasmo mientras se acercaba disimuladamente.- pero deberíamos de emparejar el asunto.
La cargo y rapidamente la llevo fuera del kiosko sin importarle los reclamos de la chica.
- ¡Como se te ocurre!.- lo miró molesta y luego empezó a reír.- Esto es más divertido que estar allá dentro.
- ¡Supongo que sí!.- contestó mientras levantaba los hombros.
La música dentro de la casa empezó a sonar suavemente, era el baile de los recién casados y ellos seguían afuera sin que nadie lo notara.
- Entonces Ana Kirke, le gustaría bailar para no aburrirse.-extendió su mano.
- Edmund Pevensie, sería un placer.
Nadie sabía lo que vendría después, si estos continuarían juntos o si simplemente todo terminaría ahí.
Nadie sabe lo que el destino te pueda plantear, ni las veces en las que te va a tirar o te va a levantar.
Pero lo que ellos dos sabían es que en ese momento tenían una conexión especial solo para ellos dos, debajo de la lluvia como aquella otra vez donde por primera vez se dijeron Te quiero.
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El Más Inocente Amor (Edmund Pevensie)
Fiksi PenggemarCréditos para el escritor de los libros C.S Lewis