Al ver a Azul mi alma se quebraba, sonreía mucho en las mañanas e ignoraba su presencia tratando de hacerle comentarios creativos a Clavel; al parecer, tampoco ella últimamente quería sostener una conversación conmigo. ¿Qué pasaba conmigo esos días? Yo debía seguir adelante, solo tú en mis pensamientos rescataba toda la difícil situación.
A veces parecía que nada había cambiado. La profesora de cátedra de paz quizo dar la clase fuera del salón y había que llenar una hoja que decía muchas cosas de nosotros. En un momento tuve que ir a preguntarle algo que yo no reconocía en mí. Unos minutos después decidió alejarse de las carpas e ir a la cafetería, tomé algo de impulso y fui a hablar con él; no le respondí la razón. Pero me fui porque comprendí que estaba ahí por la muchacha, yo lo conocía, habíamos pertenecido al otro y sabía sus movimientos. Rompí en lágrimas.
Caminé a paso lento con la mirada fija en el padimento; el paradero, desolado me recordaba la vez en que me besó frente a Jueves para causarle celos. Intenté acurrucarme en esa fría banca y abrazar mis rodillas. Vi que venías pero no le ganaba al inmenso hueco de mi estómago. Preguntaste razones, pero no pude darte una respuesta coherente. Quería irme rápido.
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Dos buses y un cuento de Hitler.
Short StoryPara el muchacho del paradero que siempre me sacó una sonrisa con sus ocurrencias. Espero poder leer alguna vez esa tarea de literatura de la que tanto fantaseabas y jamás entregaste.