24.- Preocupación.

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—¿Qué? —preguntó el peliazul, desconcertado.

La chica bajó un poco su cabeza, afligida.

—Debe de haber una explicación, ¿no?

—La hay. Al parecer la que era mi cita tiene una pareja. El chico es un total homofóbico, habían peleado, y ella quería acostarse conmigo solo para ponerle los cuernos a él y que se molestara.

El mayor se asombró por un segundo. ¿Cómo demonios cabe en la cabeza de alguien hacer algo tan estúpidamente deshonesto? Y lo peor de todo era que metían a terceras personas en sus tontos problemas. Las cosas se arreglan entre pareja, tal vez puedas y/o tengas que acudir a alguien más pero nunca meter en tu dificultad a alguien que no tiene nada que ver en ellos.

—Entonces, esta chica, se enteró, la golpeó ¿y es todo? ¿Eso no es algo bueno? —Él también hubiera reaccionado así, para ser honestos.

—¡No! O tal vez sí. No lo sé, ¿de acuerdo?

—¿Cuál es el problema? ¿Por qué te ves tan triste? Ya te hicieron justicia.

—Odio que toda la gente juegue así conmigo. No es la primera vez que acepto salir con alguien y que termina siendo por intereses diferentes a la atracción o algo.

—Jennie, no todas las personas son así. Nuestra orientación sexual es diferente y por ende algunos se acercarán a nosotros solo para "experimentar". Te aseguro que por lo menos una vez se te ha acercado algún idiota a preguntar el típico "¿qué se siente hacerlo entre mujeres?" en tu caso. ¿O estoy mal? —La chica negó aún sin levantar la mirada del suelo del auto. Su cabello ocultaba su rostro del mayor.

Siempre era así. Las personas que se acercaban eran mayormente hombres a preguntarle por alguna cita. Ella claramente se negaba. Habían ocasiones en las que la lograban sacar de sus casillas, teniendo como resultado la respuesta: "no estoy interesada en los hombres". Algunos lo tomaban tan mal que comenzaban a insultarla, otros se ponían incómodos y hacían preguntas como las que el mayor había mencionado. La reacción de "Oh, perdón por molestar, hasta luego" literalmente las podía contar con los dedos de sus manos.

Estaba cansada de esa sociedad. ¿Cuándo cambiaría? O tal vez, el cambio tendría que venir de otra parte. Quizá la que tenía que cambiar era ella y guardarse sus tontos gustos.

Llevó sus manos a su rostro, encorvando un poco su espalda y recargando sus codos en sus rodillas. Sentía sus ojos picar, por las lágrimas acumulándose en ellos.

—Yoongi oppa, ¿crees que sea tiempo de que cambie? —preguntó, asustada por oír la respuesta.

Jennie empezaba a inquietarse. Sentía el tiempo lento, a pesar de haber pasado apenas unos cuantos segundos.

Las manos de Yoongi se estiraron y tomaron el rostro de la chica, acunándolo en ellas. La hizo levantar su cabeza, y mirarlo a los ojos. El peliazul tenía semblante serio, pero en sus ojos se veía preocupación.

—Escucha bien. Nunca cambies quien eres por nada, ni por nadie. ¿Importa mucho lo que digan los demás? La respuesta es no. Digas lo que digas, digan lo que digan, siempre va a ser no. Nadie sabe como la has estado pasando hasta ahora, ni siquiera yo, ni la persona más cercana a ti tampoco. Cierra tus oídos a los comentarios negativos. No te hacen ningún favor.

Los ojos de Jennie ya se habían vaciado en este punto. Ella siempre era la que se preocupaba por los demás, sin embargo nadie se había dado el tiempo de hacerlo. Ni ella había tenido nunca la valentía para pedirle a alguien que la escuchara.

El mayor pasó sus dedos por debajo de los de Jennie, limpiando inútilmente sus lágrimas, pues estas no dejaban de salir.

—Si tu preocupación es no encontrar alguien que te ame por quien eres, tal vez estás buscando en el sitio equivocado o escogiendo a las personas incorrectas. No te alteres, somos jóvenes, no hay ninguna prisa, ¿de acuerdo?

¡Estúpido Vecino Gay! || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora