25.- Llamadas.

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Empujó la puerta en el momento en que algo hizo "click" en ella y salió a toda prisa del sucio vehículo, corriendo como si su vida dependiera de ello. Y lo hacía.

Corrió con todas sus fuerzas y abrazó su mochila de igual forma al escuchar como el hombre comenzaba a gritar.

—¡Vuelve aquí! ¡Deja de jugar ya, idiota! —Cerró sus ojos unos segundos y los abrió rápidamente, para hacer escurrir aquellas lágrimas que estorbaban en su visión.

Giró en la esquina siguiente y siguió corriendo. Tenía miedo de que comenzara a seguirlo en el auto, pero no encontraba donde esconderse. Tenía un pánico enorme acumulándose dentro de él, que creía que en cualquier momento sus piernas lo harían caer.

A la distancia observó una tienda de conveniencia, no muy lejos de ahí y pronto escuchó un motor tras él. Sus dientes se apretaron ante la adrenalina que no era nada satisfactoria en ese momento. Aferrado a sus pertenencias, siguió corriendo. Su única oportunidad era aquel establecimiento. Sabía que si lo atrapaba le iría mil veces peor de lo que acababa de pasar. Y no, no quería eso. ¡No lo quería!

Cuando sus piernas ya estaban por darse por vencidas, llegó al lugar, empujando la puerta de vidrio, y cayó dentro, sobre su mochila. Su cabeza punzaba un poco y el mareo aún lo sentía.

Escuchó como un auto paró, literalmente a nada después de que él entró.

—¡Oh, por Dios! ¿Te encuentras bien? —Una señorita habló desde atrás del mostrador

Jimin se paró inmediatamente, sin importarle lastimarse un poco las rodillas o incluso el hecho de que estaba exhausto y sin aire.

—¿Puede decirme donde está el baño? Es una emergencia —habló velozmente, antes de tomar una bocanada de aire.

Su voz temblaba, y su pecho trataba de subir y tomar aire, pero lo hacía entrecortado, notándose cansado. Sus ojos no dejaban de llorar y su labio tenía un poco de sangre.

—Está al fondo a la derecha, la puerta verde con un cartel rojo —dijo, sorprendida por el estado del chico.

El hombre salió del auto, cerrando la puerta y eso alarmó al muchacho.

—Y no le diga nada a nadie sobre mí. Por favor. —Corrió entre los pasillos, yendo a la puerta seleccionada y le puso el seguro.

Se recargó en ella, deslizándose poco a poco hasta sentarse en el piso -el cual estaba bastante limpio- y por fin pudo aspirar algo de aire, el cual olía a aromatizante y no al horrible cigarrillo que tenía el feo auto.

Restregó sus manos en su cara, sintiendo como su labio ardía y recordó la herida en él. Se levantó, observándose en el espejo. Estaba hecho un desastre. Su cabello bastante alborotado, algo de sudor en su frente, su labio roto y algo de sangre seca debajo, en su barbilla a causa de haberse tallado. Sus ojos se posaron en las marcas algo rojas en su cuello. ¿Cómo diablos se ocultaría eso?

Más importante aún, ¿cómo saldría de allí?

Pasó algo de agua por su labio y limpió su barbilla. Acomodó un poco su cabello y secó el sudor que era algo visible. Volvió a sentarse y tratar de tranquilizarse. Realmente no quería salir de allí. No estaba seguro si la mujer que estaba atendiendo el lugar le había notificado al hombre donde se encontraba él. Tenía pavor de abrir la puerta y verlo parado dentro del establecimiento.

La misma pregunta aparecía una y otra y otra vez en su cabeza, haciendo que se inquietara tanto que ya comenzaba a morder sus uñas y daba vueltas en el estrecho cuarto. Le daba escalofríos el pensar en las consecuencias de que el adulto lo llegara a encontrar y obligar a regresar a la carcacha que tenía como auto.

¡Estúpido Vecino Gay! || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora