42.- Galletas.

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El blanco techo fue lo primero que sus ojos visualizaron. Y la claridad empezaba a tornarse molesta, haciéndolo parpadear varias veces. Miró a su alrededor, dándose cuenta de que estaba en el hospital y no donde se supone que debía. Aunque bueno, tampoco es como si supiera si había algo más allá de la muerte.

Movió uno de sus brazos, notando el yeso que lo cubría. Suspiró, llevando su mano sana a sus ojos, tallando un poco, dándose cuenta del cable que se conectaba al interior de su brazo. Su mirada se posó en él y su mente empezó a divagar.

¿Se supone que todo estaría bien ahora? ¿Ya no regresaría aquel hombre? ¿Podría vivir su vida normal, como antes?

No. Por supuesto que no. Falló al intentar quitarse la vida, solamente. Eso no arreglaría nada. No arreglaría nada de su jodida vida. Su jodida y estúpida vida.

Se levantó, sentándose en la cama, con lentitud, al sentir un dolor en sus costillas. Su vista siguió el cable que se adentraba en su piel, llegando hasta la pequeña bolsilla a su lado. No sabía como había llegado al hospital, pero tenía la leve sospecha de quien podría haber ido en su ayuda. Después de todo, aquel vecino nunca dejaba de molestar.

La puerta de la habitación se abrió, haciéndolo quitar aquella diminuta sonrisa que se había pintado en sus labios sin notarlo, para dirigir su vista ahí. Su madre lo miraba con sus ojos muy abiertos y brillantes, cuando se le dio por comenzar su paso rápido, tomando entre sus brazos a su hijo mayor, al llegar a él.

El corazón de Jimin se desplomó, al empezar a escuchar los pequeños sollozos de la mujer que le dio la vida, junto al sentir de sus temblores. Y con toda esa culpa, levantó con timidez su brazo sano, arropando a su madre como le era posible, mientras mordía internamente su labio inferior.

—Perdóname por no estar contigo cuando debía —murmuró entre lágrimas la mujer—. Perdóname por ser una madre terrible.

El rubio frunció su ceño, en señal de confusión. Yangmi se separó, tomándolo de los hombros.

—No volveré a dejar que pases por nada que te haga daño —dijo, con semblante preocupado.

El chico la observó y un cosquilleo se hizo presente en su nariz, haciendo llenar sus ojos de líquido por desbordarse.

—¿Park Jimin está despierto? —habló un hombre desde la puerta, subiendo sus lentes de sol sobre su cabeza.

La madre del rubio se separó de su hijo, mirando a la puerta. Jimin restregó rápidamente el dorso de su mano por debajo de sus ojos, evitando que las gotas salieran de ellos.

—No creo que sea apropiado en este momento, oficial Lee.

—¿Apropiado qué? —habló por primera vez el joven, llamando la atención de los adultos.

Su vista pasaba de su madre al policía parado en la puerta y de él a ella, una y otra vez, ante el silencio.

El rostro de Yangmi se volvía un gesto preocupado y la mirada del menor fue siendo evitada. El oficial colocó sus gafas de sol de nuevo y dio media vuelta.

—Estaremos en la misma oficina, señora Park. Cuando hable con su hijo, notifiquenos su decisión. —Y desapareció por el pasillo, a pasos largos.

Jimin miró a su madre. ¿Hablar sobre... qué? ¿Su intento de suicidio fallido? Ah, por favor. No quería hablar sobre eso.

Bajó su cabeza, mirando sus manos, empezando a mover sus dedos entre sí. Sus nervios comenzaban a crecer. Debía buscar alguna excusa para su intento de muerte, pero ¿qué? ¿Qué podría sonar convincente?

¡Estúpido Vecino Gay! || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora