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Todo el pueblo acordó que aquella mujer fuese colgada.

Era más sencillo condenarla por su belleza que culpar al hijo del gobernador por ceder a sus instintos básicos.

La insultaron, patearon y apedrearon mientras la conducían a la horca.
Sin embargo, las voces se fueron apagando poco a poco.

En este momento, ella los reta con la mirada y les sonríe con cinismo, moviendo la cabeza de un lado a otro para observarlos a todos detenidamente.

Esto los tiene aterrados, hace que sus piernas tiriten y que su boca se seque.

Sobre todo porque la mujer fue colgada hace más de 20 minutos...

Cuentos para monstruos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora