En la pijamada de Amanda, Leah mostró su objeto favorito, un amuleto. Aquel que siempre llevaba consigo.
"Mi abuela me lo regaló, dice que si los mounstros que comen niños se acercan mucho a él, no lo soportan y mueren".
Todas las niñas se burlaron de ella y la llamaron bebé. Las carcajadas eran tan fuertes que Leah terminó llorando.
Por suerte, la madre de Amanda interrumpió desde la puerta, explicando que, por una emergencia, el padre de Leah había ido a recogerla.
"Amanda subirá pronto niñas, sigue buscando los juegos de mesa. Por cierto, que les apetece ¿Helado o galletas?" preguntó la mujer.
Minutos después, Leah subió al coche de su padre, decepcionada por no haber comido helado.
-¿Estas bien cariño? Parece que llorabas.
-Yo nunca lloro papi- respondió Leah, haciéndose la fuerte.
-La madre de Amanda me llamó diciendo que querías volver a casa.
-Pero eso no es... Yo nunca... Mmm... Es extraño.
Dentro de la casa, Amanda y su madre presionaban su nariz fuertemente con pañuelos. El sangrado disminuía poco a poco y los mareos ya habían desaparecido.
Al recuperarse por completo, ambas subieron las escaleras, mirando hambrientas la habitación donde las niñas reían.
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Cuentos para monstruos
Mystery / Thriller¿De que lado de la moneda esta el terror? Traté de expulsar un grito de mi cuerpo paralizado mientras los doctores desconectaban el respirador artificial... Me rendí cuando la enfermera se inclinó hacia mí y dijo: -"Sabemos que estás despierto". C...