33

2.4K 294 28
                                        


Deambulaba triste, herida, devastada.

La calle estaba vacía y el cielo había adoptado la tonalidad de media noche.

Caminaba cabizbaja y sin importarme lo que pudiera pasar, mi pena era tan grande que se fugaba de mis labios constantemente sin que yo pudiese evitarlo.

De pronto noté que un hombre alto me seguía y aceleraba el paso para alcanzarme, me gritaba obscenidades con ese gracioso tono que el alcohol le otorga a la voz.

Corrió más rápido hacia a mi con una carcajada, me acercó a su cuerpo, y cometió el error de levantar el velo que cubría mi cara.

Como siempre pasa, aquel hombre cayó muerto de horror.

Ni siquiera tuve tiempo de preguntarle por mis hijos...

Ni siquiera tuve tiempo de preguntarle por mis hijos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cuentos para monstruos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora