Cupido personal.

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Una especie de respiradores reposaban sobre el rostro de los ángeles, manteniendo el ritmo de cada respiración en algo mecánico. Gracia era inyectada directamente a su yugular desde una extraña capsula. Los ángeles sanadores a su alrededor terminaron por bajar la parte superior de cada una de sus capsulas, encerrando a Lucifer y Castiel en cristal.

A través de una ventana, Dean, Sam y Jack observaban el proceso. En todo ese tiempo, ninguno de los dos había despertado y probablemente hubiesen muerto si el cielo no actuaba con rapidez.

- ¿Cuánto necesitan estar en esas cosas? – Interrogó Dean a la recién llegada Naomi.

La mujer había revisado una vez más el libro, percatándose de su intermitente brillo, pero la caligrafía del nephilim seguía allí, como aferrada al papel. Al parecer era un buen trabajo, pero no tenía idea si alguna secuela quedaría de eso trato forzoso.

- El tiempo que sea necesario, estuvieron muy cerca de morir. – Admitió la rubia.

- ¿Les hacen transfusiones de gracia? – Preguntó Sam, señalando el azul brillante que se perdía en el cuello de Cas y Lucifer.

- Es una sustancia previa a la gracia, pero sirve para recuperar fuerzas. Sana las heridas con más lentitud que la gracia propia, pero es eficiente. – Explicó.



Jack se quedó en el cielo, pero Sam y Dean debían revisar si todo estaba en orden allá abajo. En cuanto los hermanos salieron del cielo, en el pequeño parque de juegos infantiles, sentado en un banco les esperaba aquel anciano con el que Castiel había hablado.

El cupido les dio la señal para que tomaran asiento a su lado.

- Hermosa tarde para el amor, ¿No?

- Cas y Lucifer están muriendo, ¿Eso es hermoso? – Reclamó el siempre hostil Dean.

- Si mueren, morirán aferrados al lazó que los une, sintiendo el amor que jamás lograron sentir antes. Eso es hermoso.

- Maldito imbécil. – Se levantó de su lugar el mayor de los Winchester. – Vámonos, Sam.

- Dijiste que cortar su unión sería una solución. Tú sabias que no lo era. – Acusó Sammy.

- Si era un error, las cosas terminarían allí. Quizá sí era destino. – Sonrió el anciano. – Tener a su propio cupido fue una ventaja también.

- ¿Su propio cupido? – Sopesó el menor. – ¿Hablas de Jack?

- Jack no hizo esto desde el principio, solo lo arreglo. – Intervino el rubio nuevamente.

- Quizá fue un accidente.

El mundo parecía no haber cambiado, todo estaba en orden a los ojos de los Winchester. Pero seguían sin sacarse de la cabeza lo que aquel señor había dicho intentando sonar en duda, pero demasiado seguro en realidad. Sabían que Jack podía hacer y deshacer a su antojo casi tanto como Dios, pero controlar algo como eso iba más allá. Además, esto venia de mucho antes de que Jack fuera tan siquiera un plan malvado para Satanás. Cas les confesó que esta "incomodidad" al encontrarse con el arcángel venía sucediendo desde la primera vez que cruzaron miradas.

Nada tenía mucho sentido. La teoría de que el lazo se formó a partir del amor platónico entre Nick y Jimmy era más coherente, teniendo en cuenta lo loco que sonaba también.

No batallaron más con el tema y fueron directo al quid de la cuestión. Jack lo dudo un momento, sentado en esas blancas mesas angelicales, terminó por confesar.

- No lo recuerdo bien, es más como algo que no supe controlar. – Explicó. – Mi madre estaba tan preocupada por el padre que tenía y decidí interferir. Cambie algo en el pasado, no supe el qué hasta ahora. Supongo que use a Castiel para cambiar las decisiones de Lucifer. – Reveló avergonzado.

- ¿Quieres decir que esto no era así antes de tu concepción? – Dijo Sam. – Tienes que volver esto a la normalidad, Jack.

- ¿Por qué? Cas es feliz. Esta confundido ahora, pero le hace feliz. ¿No es eso bueno? – Escudó. – Además, Lucifer es bueno como mi madre quería y no tenemos que temer de él. 

Incontrolable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora