Capítulo 12.- Moteluchos para roqueros consolidados

778 120 3
                                    

Varios meses después

—Tengo algo que parecen palitos de pescado congelados... —nos dijo Néstor, tirando la bolsa sobre la cama—. Esto que es una imitación mala de un conocido refresco que empieza por Coca y termina por Cola. Y patatas fritas que estaban al sol, así que puede que se hayan derretido y formado una pasta.

—Que rico, todo para vosotros.

Miré el insípido menú sin ninguna gana, antes de estirarme en la cama y arroparme con mi manta hasta el cuello. Aquel era un asco de sitio, en un asco de clima y tenía frío, hambre y estaba de malhumor.

Tras la colaboración con Chris Dee habíamos tenido un repunte de fama, intentamos encontrar un cantante sin éxito y habíamos hecho una gira perfecta de tres meses por América Latina. Sin embargo, después de eso, y con solo diez días de descanso, quisimos seguir una «gira» no pautada por Estados Unidos. Aprovechando que estábamos en el mismo continente. Había sido una idea pésima.

No conseguimos que nos aceptasen en muchos sitios, y menos que en esos sitios nos pagasen algo decente. En la mayoría nos ofrecieron barra libre a cambio de tocar. Así que nos habíamos pulido el dinero de la gira de verdad y estábamos tirando de nuestros ahorros con mucho dolor de nuestro corazón.

Nos alojamos en moteluchos y comíamos de máquinas expendedoras. Ya habíamos prescindido incluso de tener habitaciones separadas. Néstor ocupaba una cama y mi hermana y yo la otra, de las mismas habitaciones mugrientas, enanas y asquerosas. Empezaba a parecernos una victoria que nos diesen un plato de comida caliente por tocar. Porque encima hacía un frío horrible y la nieve se empezaba a arremolinar por dónde íbamos.

—Deberíamos volver a casa —murmuró Irene.

Yo había tratado de mantener el ánimo alto, asegurándoles que saldríamos adelante. Pero hasta yo me quedé sin mentiras que contar. Aquello era una puta mierda.

—Solo llevamos intentándolo ¿qué? ¿Tres meses? Eso no es nada, Ne. —Reuní toda mi energía en un último intento y me levanté para abrir la bolsa de patatas rancias y fingirme motivada—. Es una aventura.

—Yo creo que Mateo lleva razón —insistió mi hermana.

—Mateo es un gilipollas y cuando encuentre un manager mejor, pasaremos de él —aseguré.

Había aparecido un mes antes, tras uno de nuestros conciertos, que tuvimos que dar con abrigos y guantes en medio de una plaza de pueblo, para cuatro viejos que no dejaban de pedirnos canciones navideñas...

Se metió en el contenedor que nos habían dado como camerino y nos esperó allí todo el concierto, comiéndose las delicias navideñas que nos habían dejado y que nosotros planeábamos guardar para un par de semanas, al menos. Cuando volvimos tras el concierto se lamió los dedos, como si tuviera todo el tiempo del mundo y nos dijo:

—Tenéis que cambiar algo, estáis en números rojos.

—¿Y qué podemos cambiar? —preguntó mi pobre hermana preocupada.

—Yo solo veo tres opciones: o tú aprendes a tocar —me señaló— o tú te pones más buenorra... —Señaló a Irene esta vez.

—¿De qué vas, imbécil? —estallé, dando un paso hacia él.

Sin embargo, el muy idiota no se amilanó ni un poco y siguió hablando como si no hubiera oído mi queja.

—O buscáis un cantante sexi que tenga talento, para compensar.

—¡Irene canta mejor que cualquier zorra o gilipollas que quieras meter en el grupo! —aseguré cabreada.

—No digo que no, está claro que Irene se quedó todo el talento de tu familia, Cora —replicó burlón—. Y es mona, pero como una hermanita pequeña a la que no quieres follarte. Y lo que necesitáis, es venderos. Con sexo. Me debéis dos meses.

Casi en sintonía - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora