Sabía que era un poco estúpido llevar gafas de sol en la absoluta oscuridad de la noche del bus. Pero me sentía mejor, protegida. Escondida. Como cuando de pequeña jugaba al escondite con Irene y mi madre en casa y me metía debajo de la manta como si así pudieran no verme.
Pero no tenía forma de esconderme de mis sentimientos, claro. Desde la suite en Las Vegas, un par de días antes, no había vuelto a acostarme con Chris. Tampoco habíamos tenido oportunidad, pero era difícil aceptar que tendríamos que volver a la relación anterior.
El día anterior nos habíamos desviado para acercar a Liv a un aeropuerto. Ella se me había abrazado antes de irse y me había murmurado al oído: «cuida de él, a veces no sabe lo que le conviene». Pero ¿cómo tenía que cuidar de él? ¿Acaso yo sabía lo que nos convenía? ¿Había insinuado que podía haber algo más...? No. La vida nos iba a llevar por caminos separados, sin duda. A él, concretamente, no iba a llevarle por el camino de la madurez. Y a mí tampoco, no vamos a engañarnos.
Y como si supiera en lo que estaba pensando, Chris apareció por allí. Aún llevaba los vaqueros puestos, así que deduje que había estado componiendo y no durmiendo. El resplandor al abrir la nevera inundó un poco la «habitación» oscura. Sacó una botella de agua y al girarse pareció reparar en mí. Ni siquiera me había molestado en abrir la cama, pese a que Néstor se había ofrecido a ayudarme. Así que estaba más sentada que tumbada, con un brazo apoyado sobre la mesa.
Chris encendió la luz de la campana sobre la vitrocerámica y me miró con una ceja alzada. Con cierta curiosidad pintada en la cara, aunque no traté de satisfacérsela mientras se sentaba frente a mí, al otro lado de la mesa, y se bebía media botella de agua de un trago.
—¿Te han echado de tu cama? —me preguntó finalmente, medio bromista—. ¿O es el jet lag?
Me reí un poco y le quité la botella de agua, para molestarle más que nada, porque él siempre me estaba quitando mis bebidas. Me tomé un rato para desesperarle, antes de responder.
—Más o menos, hace tiempo que me acostumbré a dormir de día. Y me gusta la soledad de la noche.
—Entonces te dejo sola... —Frunció un poco el ceño, como si no se lo creyese, pero se levantó del asiento. No había dado ni dos pasos, cuando volvió a girarse hacia mí—. ¿Ahora es raro? —preguntó.
No pude evitar sonreír un poco. ¿Le preocupaba que fuera raro? Al menos le importaba lo suficiente como para que quisiera que hubiera normalidad entre nosotros, ¿no? Chris Dee, la estrella intocable, quizá no estaba tan lejos de mi mano como él quería creer.
Y la idea llegó a mi cabeza sin que pudiera hacer nada por evitarlo: iba a conseguir más de Chris Dee. Más de lo que él creía que tenía para dar. Después de todo, un año antes para mí era un desconocido y ahora, nos habíamos acostado. ¿Quién sabría dónde estaríamos el año siguiente? Con un poco de suerte, yo iría vestida de blanco y de camino al altar dónde me esperaba él.
—¿Raro? —Me hice la loca, encogiéndome de hombros—. Creo que solo sería raro si tú sintieras algo más por mí —le tanteé.
—Genial, pues si no lo es... —Tiró de mis manos, para que me levantase y me llevó hasta la única habitación con puerta (sin contar el baño) del bus.
Traté de evitar que notase mi emoción mientras él quitaba el portátil y todo lo demás de la cama y luego se apartó para que me tumbase... O eso me pareció.
—¿Qué haces? —pregunté dudosa y emocionada a partes iguales.
—No voy a dejar que duermas sentada, Cora. No soy tan malo —aseguró.
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Casi en sintonía - *COMPLETA* ☑️
RomanceImagina conocer al famoso del que siempre has estado enamorada. (Entra para leer la sinopsis completa) -o-o-o- Todos los derechos reservados.