Capítulo 15.- El hotel fantasma

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Los siguientes días fueron una pasada. Tocamos prácticamente cada día durante la primera semana y fue genial. Una vez pasados los nervios iniciales, pude disfrutarlo completamente. Y no solo de estar sobre el escenario. Cada vez que salíamos de la sala y la gente nos pedía autógrafos o fotos, era como un pequeño triunfo.

Después de la semana de locura de conciertos, cogimos los autobuses para atravesar América o algo parecido. No puse mucha atención a la geografía, la verdad. Néstor e Irene se habían encargado siempre de preparar los viajes y ahora se encargaba Chris, que se tomaba un rato cada día para charlar con sus hombres y asegurarse de cómo iba todo.

Yo, la verdad, es que me había limitado a disfrutar del viaje. Siempre me había gustado estar en la carretera, quizá era en parte lo que me atraía de aquel tipo de vida. Viajar de un lado a otro, ver mundo, pasar horas en el vehículo, disfrutando del silencio y el aislamiento.

Aunque mucho aislamiento no había en el autobús, porque Néstor e Irene iban charlando emocionados, componiendo canciones juntos, entre risas. Parecían felices e inspirados, y al principio lo disfruté un poco también. Al tercer día encerrados en aquel autobús, empecé a desesperarme de ir con los niños cantores.

Chris pasaba casi todo el tiempo con sus cascos, componiendo sus propias canciones, aunque, al menos, lo hacía en silencio.

Pero claro, yo no componía, así que no había silencio ni aislamiento y tampoco charla divertida ni nada entretenido que hacer. En cualquier caso, me había apropiado del sofá más cómodo y había descubierto un escondite de alcohol y me estaba dedicando a probar diferentes cócteles. Por suerte allí no tenía que conducir, no como cuando íbamos solos.

Sin embargo, el tercer o el cuarto día, ya había perdido la cuenta, en lugar de parar en la noche como el resto de días, el convoy se detuvo a media tarde. Solíamos bajar a comer en restaurantes y a cenar también, pero a media tarde no habíamos parado nunca.

Aparté la cortina y me levanté las gafas de sol para ver fuera. Estábamos en un pueblecito de casas muy viejas y torcidas. Parecía muy antiguo. Volví a dejarme caer las gafas de sol y a cerrar la cortina, antes de acabarme el cóctel, por si querían desembarcar.

—¿No es muy pronto para parar? —dudó Irene, dejando de tocar la guitarra para mirar a Chris.

El músico estaba sentado al otro lado de la mesa junto a la que estaba yo. Irene y Néstor sin embargo estaban en el sofá grande, que estaba justo al otro lado de la cabina del conductor.

—Vamos muy bien de tiempo, así que he pensado que podemos descansar una tarde de tanto viaje y pasar la noche en un hotel —explicó—. He estado aquí antes, es un sitio pintoresco y... Bueno, mejor lo veis —bromeó.

Cerró su portátil, con el bolígrafo entre los labios y guardó sus cosas en la mochila, que se colgó al hombro. Yo me planteé cogerme un cóctel, pero al final decidí recoger también la mochila, para poder pasar la noche en el hotel. Lo habíamos hecho también algunas noches antes, así que no era una novedad.

Y, pese al aparente desinterés de Chris, estaba segura de que lo tenía todo perfectamente atado. Se encargaba de todo, absolutamente todo, siempre. Cada vez que habíamos llegado a un hotel con anterioridad, allí ya sabían que íbamos y estaba todo preparado. Como una verdadera superestrella.

Bajamos juntos del autobús los cuatro, para encontrarnos en un pueblo completamente fantasma. Por un segundo, supuse que Chris Dee nos había llevado allí para matarnos, porque parecía uno de esos famosos pueblos fantasma americanos. Hasta que su equipo no llenó el arcén dónde habían parado, el sitio no pareció un poco menos tenebroso.

Casi en sintonía - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora