Capítulo 28.- La latería

813 112 7
                                    

—¡Cora, despierta! —Los deditos de Gus se clavaron con fuerza en mi mejilla—. Tenemos una latería...

—¿Una qué? —pregunté, mientras me giraba para alejarme de sus dedos crueles.

Lo que peor llevaba de todo aquello era madrugar y esos niños parecían programados para despertarse al amanecer. Era horrible. Yo quería volver a mi sueño, dónde el puto Chris Dee había vuelto a mi vida...

Espera... ¿Había sido un sueño?

Me senté de golpe en la cama para mirar alrededor, como si allí fuera a ver la respuesta a todas las cosas que me pasaban por la cabeza. Gus se estaba intentando subir a la cama conmigo, así que le ayudé para que no se cayese. Él tiró de mis mantas para hacerme salir de la cama.

—¡Una latería! —insistió.

—No sé qué es eso, Gus.

—¡Un tum, tum...! —medio gritó, emocionado.

Quizá era porque estaba medio dormida, pero una latería que hacía tum, tum... Antes de poder unir los dos cables que iban a darme la respuesta, oí el bombo y los platillos. ¿Era una puta batería? Tenía que ser una broma.

Me levanté, tirando de Gus, porque necesitaba ir a comprobar aquello rápido, no al ritmo de un niño de cuatro años. Ni siquiera me percaté de que estaba en pijama, ni descalza, antes de bajar al salón.

Y allí estaba mi latería... Digo, batería. No era una cualquiera, era la mía. La que me había comprado tras irme con mi tía Sara a trabajar todos los fines de semana de seis meses de camarera en eventos. Por aquel entonces pensaba que, si me compraba la más cara, parecería que sabía tocar mejor, pero no había funcionado.

Chris estaba sentado tras la batería, con las baquetas en la mano. Me dirigió una sonrisa al verme, y aporreó un par de tambores. No pude evitar reírme un poco. ¡Era Chris Dee y estaba allí! Sabía que yo había huido, me había alejado y lo había hecho con un buen motivo, pero, aun así, era él y estaba ahí.

—¡Cora, Chris me ha enseñado una canción nueva! —llamó mi atención Aída, sujetando mi mano. Llevaba una especie de tutú rosa, una camiseta de tirantes llena de brillantina y las gafas de sol de Chris, que le quedaban enormes—. ¡Ya no tendré que volver al colegio!

—He firmado antes de leer la letra pequeña —bromeó Chris.

—Te pasa a menudo —me burlé de él.

—Eso me ha dolido —se quejó, llevándose la mano al pecho, pero su sonrisa le delataba.

—¡Empieza, Chris! —le ordenó Aída, recogiendo su micrófono de juguete de la mesa.

Chris me dirigió una mirada divertida, antes de empezar a tocar la batería. Reconocí la canción, pese a que Aída, a todas luces, no se la sabía. Era la que Chris había compuesto en el autobús durante la gira. La de la mentirosa, que ahora me pareció que iba totalmente dedicada a mí.

—¿Lo he hecho bien? —preguntó la niña a Chris, después de inventarse toda la letra en algo que ni se parecía al inglés.

—Lo has hecho perfecto.

—¿Otra? —le pidió.

—No creo que tu padre pueda pagar un concierto privado de Chris Dee —bromeé, dejando a Gus en el suelo, porque aún le tenía en brazos.

—No, no puede, así que, ¿por qué no le tocas otra a la niña? —sugirió el músico.

—Porque me prometí no volver a tocar ningún instrumento —reconocí. Luego busqué una forma de escaquearme, porque sabía que Chris no lo dejaría pasar sin más. Me di cuenta de que los niños estaban allí, pero su padre no, y eso era raro un sábado—. ¿Y Mario?

Casi en sintonía - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora