Capítulo 26.- Una vida normal

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Tiempo después

—¿No puedo quedarme? —me pidió Aída, rodeándome con los brazos y dándome besitos por las mejillas para convencerme.

—No creo, tienes que ir al cole, a jugar y divertirte con tus amigos... —traté de animarla, acariciando su espalda.

Nunca me habían gustado especialmente los niños, pero estaba completamente enamorada de Aída y Gus. El niño se lanzó a mi otro brazo entonces, para replicar la táctica de su hermana melliza y llenarme de besos.

—Yo también quiero quedarme contigo —me dijo Gus.

—Pero yo estaré aquí cuando volváis del cole y tenéis que ir, no querréis ser tontos y no saber nada, ¿no?

—¡Yo sé cosas! —se quejó Aída, separándose para poner los brazos en jarra—. Se la canción del arcoíris.

—¿Y cómo la sabes? —Me miró bizqueando un poco y no pude evitar reírme—. ¿No te la enseñaron en el cole?

—Sí.

—Entonces ¿no quieres ir para que te enseñen más canciones? Me gustaría que me enseñaras alguna canción nueva, pero primero tienes que aprendértela.

—¿Te sabes la del barquito?

—Sí. Tendrás que buscar una nueva —la tenté.

—Está bien, iré al cole, pero no te vayas —me pidió, abrazándome de nuevo.

—Te lo prometo. ¿Otro beso?

Se me abrazaron los dos con fuerza y repartí besos en sus caritas de bebé. En realidad, solo tenían cuatro añitos. Eran tan pequeñitos que me daba pena que tuvieran que irse al colegio, pero eso era cosa de su padre.

Al alzar la cabeza de los niños, vi a su padre mirándonos con una sonrisa. Estaba apoyado en la pared, con su traje impoluto y su pelo plateado repeinado, cruzado de brazos.

—¿Lo lleváis todo, niños? —los llamó—. ¿Y las chaquetas?

Los niños se escaparon de mis brazos, por desgracia. Sin duda, mi momento de mayor paz mental era cuando ellos se abrazaban a mí de esa forma.

—¿Para mí no hay beso? —se quejó él.

—Creo que no sería apropiado, señor García —sonreí divertida por el «juego»—. Yo estoy felizmente casada, ya lo sabe.

—Con un marido desaparecido, sí lo sé.

No lo dijo con maldad, pero dolió. Aún dolía. Habían pasado dos meses desde que había huido de Nueva York, y era muy consciente de que me había dejado el corazón atrás al hacerlo.

Sin embargo, no había tratado de hablar con Chris, ni con nadie. Kevin me dejó en Madrid, pero tuvo que volver a Nueva York enseguida. Yo me había refugiado en casa de mis padres solo durante una noche. Grabé un vídeo desde allí, declarando que yo había engañado al grupo y al resto del mundo y lo subí a las redes sociales. Quería proteger a mi hermana y a Chris, aunque me estuvieran odiando en ese momento.

Después de eso apagué el móvil y me largué de casa antes de que amaneciese. No me costó encontrar trabajo de niñera en una zona bien de Madrid, la verdad. Pasé de las tarjetas y todo, porque sabía que mi padre podía localizarme, y viví en efectivo unos días. Pero no necesité mucho antes de que el señor García me contratase como niñera para sus hijos. Vivía en su casa, en realidad, y me encargaba de más cosas, como la limpieza. Me había inventado un currículo brillante, así que prácticamente me había suplicado que trabajase allí.

Casi en sintonía - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora