Un lunes cualquiera

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Eli....

Eli......

Elisa!

-..huh?..
-Eli despierta, ya es de mañana, tienes que ir a estudiar.
-....ya voy...ya...voy...
-El desayuno ya está listo hijita*sale del cuarto*

La chica se incorporó al borde de su cama para acomodarse el desordenado cabello que llevaba por el descanso y sobarse los ojos
Luego con desidia se levantó y entró en el baño de su cuarto.
Se miró al espejo por un momento y comenzó a lavarse el rostro

-agh!-

En eso la chica sintió una fuerte punzada proveniente de su muñeca derecha
Cerró el caño y dirigió la vista hacia esa zona
Había sangre que se expandía lentamente por la pijama formando una línea diagonal
La recién levantada se asustó y se levantó esa zona de la manga para ver qué estaba pasando
Vió entre todos un corte en la parte superior de la muñeca que estaba abierto y goteando.

-este es de ayer....-dijo con un suspiro y una voz triste, delgada, dulce. Se agachó para extraer un pequeño botiquín que tenía debajo del lavabo
De éste sacó un poco de algodón y alcohol.
No sacó curitas ya que el corte era grande y un par de curitas no lo cubrirían y una venda sería demasiado escandaloso.
Echó un poco del líquido sobre el pedazo de algodón que tenía y lo pasó sobre la superficie de esa piel tan tersa y pura herida por el pasado y la memoria.
Pegó un pequeño gemido ahogado por el ardor que el alcohol le producía en la herida.
Luego lo retiró para ver la herida y al comprobar que ya estaba cerrada se acercó al cesto de ropa que yacía al lado de la puerta de la ducha y depositó allí la parte superior de su pijama de donuts.
El baño no era muy grande, estaba cubierto por mayólicas color coral y tenía una puerta de vidrio que daba a la ducha.
Un inodoro blanco en medio del lavabo y la ducha que tenía enfrente un tacho y el cesto de ropa y un tapete de franjas guindas y naranjas que cubría el espacio que había entre ellos.
La joven procedió a pararse sobre el ya mencionado tapete y desnudarse por completo. Abrió las puertas de la ducha y se metió dentro.
El líquido más puro existente comenzó a tocar y acariciar el angelical cuerpo desnudo de la joven, lastimado por la sociedad.
Pasó sus dedos entre su lacio y largo cabello castaño para desenredarlo.
Luego pasó sus pequeñas manos acariciando sus pequeños pechos en desarrollo, luego bajó por su torso pintado de moretones por la cadera contaminando tan puro paisaje.
Sus rodillas tambien tenían golpes al igual que sus piernas.
Sus brazos estaban limpios, pero a partir de allí sus antebrazos y muñecas estaban cubiertos de cicatrices y cortes, antiguos y recientes.
Pasaron varios minutos y salió de la ducha, se cubrió con una toalla blanca
Y salió por la puerta devuelta a su habitación.
Le echó un ligero vistazo a su descuidado cuarto
El cuarto no era muy grande, solo tenía un ropero, un espejo, una mesita de noche y la cama.
El edredón plomo claro estaba sobre la cama con forma de montaña y a los pies de la cama habia montones de ropa, sucia por cierto.
Fue caminando hacia el ropero para buscar su uniforme de instituto mientras se secaba pero de igual manera se sentó sobre su cama para secarse un poco más. Un lunes cualquiera.
Ya vestida salió de su cuarto a través de una puerta de madera para dirigirse al comedor donde su abuelita esperaba junto a el desayuno. La señora no era muy especial, tenía por lo menos unos 60 años y un cabello corto cubierto totalmente de blanco. Tenía los mismos ojos cafés de su nieta y una tez clara y deteriorada por el paso del tiempo.

-oh querida alli estás! Que deseas? Jugo surtido y una taza de café o una taza de café con jugo surtido?
La menor pegó una pequeña risita entre dientes ante el ingenio de su antepasada.
- cualquiera está bien abuelita- dijo sonriente
Acto seguido se sentó a la mesa. Era una mesa cuadrada bastante pequeña de madera cubierta por un mantel de plástico con un diseño de flores. Las sillas eran de plástico color crema.
La mesa tenía 4 sillas pero ese día solo se usaban 2 como la mayoría de veces.
El desayuno fue silencioso hasta que el claxon del autobus escolar las interrumpió.
-Yyy esa es mi llamada, ya me voy abuelita- dijo mientras se levantaba y tomaba su mochila anteriormente colgada a la silla. Luego fue a despedirse  y salió del departamento a las escaleras.
Mientras bajaba los 2 pisos su ánimo y su rostro cambiaban poco a poco, ella sabía lo que le esperaba después del recorrido del autobús amarillo.
Al final de las escaleras había una reja marrón la que abrió con una llavesita y salió cabizbaja a la acera donde al cruzarla la esperaba el vehículo que la llevaría a su diaria tortura.
Cuando se paró frente a las puertas estas se abrieron dejando ver al conductor y las escaleras que llevaban al interior del bus.
Ella pasó entre toda la ruidosa multitud con la mirada al piso de hierro hasta llegar al final, alli se sentó.
Pegó su cabeza de costado a la ventana para admirar el paisaje mientras esperaba su cruel destino.
Le encantaba hacer eso, ver los árboles, las casas, la gente caminando, todo y ella ajena a cualquier cosa que pasase allí afuera.
En un momento el autobús se detuvo, ya habían llegado.
La gente comenzó a bajar corriendo o incluso saltando, algunos hablando entre ellos y otros en silencio.
La chica antes de bajar acomodó un poco su uniforme. No era nada fuera de lo común consistía en una blusa blanca, una falda azul oscura, medias largas del mismo color y zapatos negros.
Luego bajó despacio, temerosa de lo que podía pasar ese día.

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Hola soy la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora