Capítulo 1

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David:

Cada paso parecía llevarme un par de minutos. En estos momentos lo único capaz de despejar mi cabeza sería una rica y larga siesta. Mi mente divagaba mientras caminaba por aquellos senderos que parecían no cambiar en años. Pensaba en lo que ocurría a mi alrededor, después cambiaba a cosas que me pasaban en la escuela, luego mi mente inventaba cosas por si sola. Situaciones en las que por alguna razón me encontraba feliz, siendo alguien completamente ajeno a lo que soy hoy en día. No me malinterpreten, no tengo depresión, al menos pienso que no a un grado extremo. Siempre he pensado que todos en el fondo sufrimos de algún tipo de malestar emocional, todos estamos tristes en el fondo pero la diferencia de muchos es que hay personas que saben como lidiar con el dolor, aunque sea de forma inconciente. 

¿Yo? Pues aún no encuentro mi camino hacia ese punto. 

Me detuve frente a la calle, esperando que la luz del semaforo cambiara. Tuve que dar dos pasos hacia atrás, dándome cuenta de que casi estaba pisando la calle. 

Me puse a observar a la gente que llegaba, cuestionando sus rostros, sus expresiones. Es increible lo fácil que es leer las expresiones faciales, siempre fui bueno en eso. Me da ternura ver a niños casi todo el tiempo mostrando una gran sonrisa, a veces me da esperanza, pero luego pienso en mi infancia y de alguna otra forma elimino ese lugar oscuro de mi mente. Quizá sea envidia.

Me hice el favor de compararme. Pues yo iba neutral, pero a diferencia de los demás me mantenía consciente de los actos involuntarios de mi cuerpo, como la respiración, el parpadeo, el contacto del aire con mi piel. Como es de usual. Tengo tiempo de sobra, así que les contaré algo de mí. Sé que puedo empezar de la manera más pesimista posible, pero es lo que hay. Me encantaría contar cosas felices. ¿Demasiado exagerado?

A veces me siento solo, como la mayoría de los adolescentes. Me siento como si una parte de mí faltara. Hace poco tiempo tuve una ligera charla con mi madre; una veterinaria profesional que trabaja casi todo el día. Ella es uno de los seres más bellos que este mundo pueda tener. Sin embargo su defecto es su manera de verme, pues todavía cree que soy un niño, pero a mi edad ya es bastante complicado verme como a un niño de cinco a ocho años. 

Por cierto, tengo diecisiete años.  

En fin... creo que acabé contandóles sobre la vida de alguien más.

¿Han oído habar de la "charla"? Pues si no lo saben consiste en que los padres le explican a sus hijos cómo funciona su organismo y la mayor parte del tiempo se ocupa para dar a conocer cómo nace un bebé, o más bien cómo se hace uno.

Según ellos se necesitan 2 cosas.

1. Un hombre y una mujer.

2. Amor.

Retrocedo hacia el punto uno.

Tenía miedo. Vivo en una ciudad donde no es muy usual encontrarse con personas que pertenezcan a la comunidad LGBT+, era algo casi ageno a la sociedad en la cual vivo. He visto casos de abuso, acoso, bullying o cualquier otra horrible forma de discriminación que puedan pensar. 

Lo dije un día sin ningún contexto de por medio. Ella estaba hablando de su trabajo y de cuán adorables eran los animales que llegaban a la veterinaria. 

"Soy gay", había dicho casí gritando, lo que provocó un silencio que habría pensado durar más de una hora si no hubiera sido por el llanto de mi madre. ¿Qué se supone que pensara al respecto? Entré en pánico, no supe qué más decir. 

Después de unos minutos de verla llorar sin poder mover ni un dedo, me dijo algo que me dejó completamente en paz. 

"Al fin"

Odio/AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora