Capítulo 33

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A la mañana siguiente me levanté temprano, decidido a lo que iba a hacer. Me levanté para decirle a Stefan que realmente al que amaba era a Jake, y a nadie más. Aunque eso signifique lastimarlo. Sé que suena cruel pero si lo sigo ilusionando más daño le provocaría al darle falsas esperanzas que no puedo cumplir.

Más adelante, más o menos a medio día me dirigía hacia el departamento de Stefan. Hace unos días él me había dado la dirección y resultaba que si sabía donde era. Me aseguré de que ese lugar no lo olvidara por lo que lo anoté en un papel ese día.

-¿Crees que tu padre aún siga buscándote? -le pregunté ese día.

-No lo sé. Mi madre no me ha llamado, y llamarla puede que no sea una buena idea. -me respondió.

-Tienes razón. Espero tu madre nos de algunas noticias buenas la próxima vez que escuches su voz.

-Eso espero.

-Me gustaría hablar con ella. Cuando llame, claro está.

-¡¿Qué?! -su rostro se puso pálido, y comenzó a ponerse nervioso- ¡No! -que comportamiento más inusual. Nunca lo había visto así.

-¿Eh? ¿Por qué?

Antes de responder balbuceaba una que otra incoherencia.

-Porque... ¡No! ¡Qué vergüenza! -reí algo extrañado.

-¿Vergüenza? ¡Stefan! Llevas un tiempo viviendo aquí, no creo que la vergüenza sea un tema entre nosotros.

-Pero...

-¡Pero nada! -lo apunté con mi dedo, como si estuviera acusándolo de algo- Quiero hablar con tu madre la próxima vez que llame.

-¿Por qué quieres hacerlo?

-Porque nunca he hablado con ella. No sería más normal si tu madre supiera con quién te estás quedando.

-Ella lo sabe.

-Lo dudo.

-¡No me contradigas! -reí.

-Eres un niño.

-¡Y tú un gruñón!

Un rato después de conversar ese tema su teléfono comenzó a sonar. Antes de que él fuera a contestar nos miramos seriamente. El teléfono sonaba mientras nuestros miradas se cruzaban de forma desafiante. Al mismo tiempo corrimos hacia el teléfono, empujándolo para que no llegara primero que yo. Finalmente yo llegué primero y contesté sin revisar primero quién era el o la responsable de la llamada.

-¿Hola? -Stefan trataba de quitarme el teléfono pero yo no lo dejaba. No recibía respuesta alguna. Era como si alguien se quedara mudo. Lo sé porque sólo escuchaba una respiración en la otra línea.

-¡Dámelo! -logró quitarme el teléfono de las manos.

-¿Quién es? -pregunté curiosamente.

-¿Hola? -ignoró mi pregunta. Escuché como alguien habló por la otra línea. Me acerqué pero inmediatamente él cortó.

-¿Quién era?

-Nadie.

-Escuché que alguien hablaba cuando tú contestaste. ¿Por qué no hablaron cuando yo contesté?

-Nadie respondió. Debes estar oyendo cosas.

-Pero escuché una respiración.

-Imaginaciones tuyas.

Ese día, más bien dicho desde ese día nunca permitió que me acercara a su teléfono. Es más, le puso contraseña exactamente para que yo no lo atendiera en caso de que yo estuviera cerca.

Odio/AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora