Día 1 | Parte 4

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3:49 pm.

Eran las 3:49 pm y lo único que podía ver era nada más que carretera y más carretera. Aunque lo único que medio le mantenía cuerdo era el paisaje. A lo lejos podía ver las montañas y del como se hacía, poco a poco, el camino verde. Le pareció bonito aquello.

Otra cosa buena, sin lugar a dudas, era que hace poco había comido unos Pop Tarts en la última parada, aunque ahora se sentía sorpréntemente cansado de tanto manejar. Estaba así desde la mañana, Eddie no había sentido a Venom y de alguna forma, pese a que se había acostumbrado a estar solo los últimos meses, ahora una parte de él se sentía vacío, de nuevo.

Gruñó y se mordió el lábio, todo esto de estar cansado estaba jugando con su mente. Si mal no recordaba, en un rato más entraría al siguiente pueblo y podría descanzar un rato antes de seguir hasta su destino. El cielo caía, manchándose de negro. 7:26 pm, el sueño lo estaba matando por dentro.

Había llegado a un motel por afuera del puedo, gracias a que le pidió ayuda a una jóven mujer, que estaba pidiendo dinero en una parte de la carretera. Milagro que era amable y dió la dirección correcta. Dejó su auto estacionado frente al motel y fue en dirección a la recepción. Entró y había un hombre entre los sesenta y la muerte, era malo adivinando edades.

—Bienvenido, ¿en qué le podemos ayudar? —la voz del hombre era de aburrimiento puro, Eddie notó que no le estaba mirando, sino jugueteaba con la revista que traía entre sus manos arrugadas y viejas.

—Un cuarto, el que sea.

El hombre asintió aburrido e hizo lo que debía de hacer, es decir, su trabajo. Ya después de rato, al final de todo, le dió las llaves y recalcó que su habitación era el número 31. Fue a las afueras del edificio y subó las escaleras que deban a la planta de arriba. Tardó un rato en encontrar su habitación pero lo logró. Metió las llaves por la puerta y la abrió con cuidado. Lo primero que vió fue una cama en malas condiciones, una televisión de esas viejas y un ropero, igualmente, de feo.

Eddie dejó salir un suspiro cansado, aventó sus maletas al suelo, cerró la puerta y se dejó caer en la cama. Estaba tan cansado y no quería pensar en nada más. Un intenso sentimiento de orinar se apiadó de su entrepierna, maldició y se levantó con toda la pereza del mundo. Eddie sabía que iba a ser una larga y cansada noche de invierno.

Road TripDonde viven las historias. Descúbrelo ahora