Día 2 | Parte 4

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—¿Venom? —dice Eddie con sorpresa, mirando hacia su brazo derecho donde se encontraba una masa negra toda extraña.

—El mismo —sonríe él, con un poco de pena.

—Por Dios, yo —se muerte el labio, podía sentir que en cualquier momento iba a llorar— te he extrañado demasiado. En serio.

—Lo sé —su cuerpo se extendió lo suficiente como para verlo mejor entre la poca luz de la habitación de mala muerte—. No llores, te ves horrible llorando.

Eddie soltó una risa, negando.

—Pendejo —dice, limpiando las lágrimas que salían de sus ojos—, siento que ya puedo respirar.

Se miraron un rato y en silencio.

—Solo dime algo Venom, ¿por qué ahora? —pregunta suave—. ¿Por qué no antes? tantas oportunidades, tanto tiempo.

—Por enojo.

—Yo también estaba enojado —asintió—, pero ambos sabemos que eso no lo es todo.

Venom no dijo nada ante esas palabras, y Eddie solo pudo callar también.

—No me gusta que hables con otras personas, eres nuestro Eddie.

—No soy un objeto, amor —acarició suavemente a Venom—. A pesar de que estemos juntos, no lo soy. Eso de "eres mío" me hace sentir como un objeto, parte de una propiedad, y yo no quiero eso.

—¿Por eso te enojaste la otra vez?

—Sí, y lamento lo que te dije. Mi vida no sería mejor sin ti, al contrario, eres muy importante para mi. Demasiado.

—Lo sentimos.

—Está bien, tú también perdóname. Dije cosas que no sentía, por enojo.

Pasaron un rato más así, Eddie acariciando suavemente y con dulzura a Venom, y cuando se hizo ya muy tarde, se acurrucaron en la cama, hablando del tiempo que pasaron sin la companía del otro. Expresaron lo que les disgustaba de su relación, e intentando buscar ambos una solución a esos problemas. Eddie prometió ser más firme cuando alguien está queriendo coquetearle, y Venom prometió, entre chantaje de golosinas y caricias, en ser menos posesivo.

—Así que, ¿a dónde es que vamos? —preguntó Venom curioso, aunque tenía él una idea de dónde irían, pero aún así quería escuchar a Eddie hablar un rato más antes de irse a dormir.

Bajo de las sábanas, Eddie sonrió con los ojos cerrados.

—Tendrás que esperar hasta que lleguemos.

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