22.

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Joaquín.

Al no recibir respuesta por parte de Emilio, decidí ir a su casa, quería que él estuviera bien pero algo me inquietaba, coloqué mis pantuflas y bajé las escaleras caminando en dirección al siguiente  extremo de la calle.

Toqué a su puerta y Romina me abrió, se veía tranquila, traía sus auriculares color rojo puestos y el anillo que había dejado tirado hace unos días  en casa de Emilio cuando sucedió lo de Eduardo, un objeto más había sido entregado. 

Subí a la habitación de Emilio, estaba tumbado en el suelo, leyendo el libro que le había entregado a Romi al inicio de ésta travesía, sus ojos estaban húmedos, rojos y levemente hinchados, se veía a leguas que había estado llorando. Nunca me tomé la molestia de leer el libro, aquel cuadernillo de hojas amarillas que tanto había llamado mi atención, un recuerdo fugas apareció en un abrir y cerrar de ojos, era el cuadernillo de letras de Eduardo, donde escribía y dibujaba lo que imaginaba.

- ¿Qué haces aquí? - habló un Emilio molesto, parecía que estuviese molesto conmigo por alguna razón que yo no entendía. 

- Que-quería venir a verte... - bajé la mirada y comencé a jugar con mis dedos, me miró sus ojos reflejaban tristeza y a su vez decepción.

- Romina me dijo que tú le entregaste ésto. - dijo señalando el cuadernillo en sus manos. - ¿Por qué no me dijiste nada? - si decía la verdad sonaría descabellado, seguramente pensaría que estoy loco y ¿Lo estoy?.

- No creí que fuera importante, tenia el nombre de ella en la esquina y... - fui interrumpido, Emilio se levanto y se puso frente a mi, abrió el cuadernillo y en una de las paginas venía escrito con tinta negra ya barrida un "Para Emilio, Sigue tus sueños enano. Con amor Romi y Ed."  

¿Por eso Eduardo no quería que lo hojeara? 

- Emi... yo-yo no - estaba tartamudeando, solía sucederme en las situaciones de nerviosismo, la falta de aire llegó y poco a poco mi vista se nublaba. 

Todo se volvió negro de un instante a otro.

No fue mucho tiempo, la figura de Eduardo tocando el piano junto a Romina llegó a mi imaginación, las imágenes no eran claras, llegaban como cortos Flashes a mi mente, tenia miedo, miedo de haber hecho algo mal, él me regañaría estoy seguro, ésto no debía ser así, Emilio no debía enterarse así. 


Abrí los ojos, estaba en mi casa, Reni estaba junto a mi tomando mi mano.

-Estás bien. - sonrió y soltó un largo suspiro. - Dejaré que descanses. - soltó mi mano sin esperar alguna respuesta y la inseguridad regresó, me sentía desprotegido, una sensación recorrió mi cuerpo, cargada de miedo, hacia que me estremeciera en cuestión de segundos. 

Mi respiración poco a poco se volvía pesada, lenta, mi pecho dolía, Emilio estaba molesto conmigo y yo no sabía como explicarle que sucedía, no podía decirle. 

Estaba apunto de quedar dormido finalmente, cuando sentí una presión sobre mi cuerpo, una presión que me cortaba la respiración, no podía gritar, no podía moverme, sentía como era arrastrado a la orilla de la cama lentamente y logré pararme, estaba de pie frente a una silueta de Eduardo con ojos de furia profunda. 


- Tu único deber era entregarlo, entregarlo sin que llegara a las manos de Emilio, no aún, no aún.- sus manos rodeaban mi cuello, las lagrimas salían con desenfreno por mis ojos, sus uñas se enterraban en mi piel y dolían demasiado, yo no entendía, no era culpa mía. Llegue a la esquina de mi habitación, me senté y tomé mi celular, Diego estaba llamando.

Niño Bien  | En PausaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora