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Había llamado a Brook numerosas veces y seguía sin contestar.

Mentiría si dijera que no estaba preocupada, y sobre todo después de que en las noticias comunicaran la muerte de otra joven durante aquella misma madrugada. Sin embargo, aún no habían querido desvelar la identidad de la chica.

Estaba relamente de los nervios.

Edward se había vuelto a meter en el gimnasio y no le había vuelto a ver el pelo, mientras que los otros dos hermanos aún no habían llegado.

Volví a llamar a Brook por decimosexta vez, pero nada. Seguía sin coger el teléfono.

Para intentar calmarme un poco y despejar mis pensamientos, me levanté y empecé a dar vueltas por la sala, pero mi tarea se vio interrumpida al escuchar la puerta principal abrirse.

Salí corriendo como alma que lleva el diablo para ver quién era, y, al ver a Marcel dejando las llaves en el mueble de la entrada, corrí con más ganas a junto suya para abrazarle.

—Ey, ¿qué te pasa?— dijo preocupado al notarme sollozar.

—No se nada de mi amiga, y ha vuelto a aparecer otra chica asesinada.

Me separé un poco para mirar a Marcel a los ojos. Frunció un poco el ceño como si estuviera pensando.

—¿Brook?— asentí y sonrió— Tranquilízate. Esta mañana la vi durmiendo en el sofá.

Mi cuerpo se desinfló en un largo suspiro. La angustia y la ansiedad que tenía desde hacía un par de horas empezaba a desaparecer.

—Menos mal, gracias.

—De nada— dijo junto a una pequeña risa— ¿Qué tal la noche?

Entonces reí, olvidando por completo el malestar de mi cuerpo.

Nos sentamos en uno de los sofás y le conté todo lo que había vivido la noche anterior, explicándole con todo detalle las extrañas sensaciones que se apoderaban de mi tras las primeras bebidas.

Marcel se reía conmigo, tratando de imaginar el baile que había hecho la noche anterior al intentar, sin éxito, seguir el ritmo de la música. Al acabar, las risas empezaron a cesar.

—Yo nunca he ido a una fiesta— dijo mirando a la nada.

—¿Cómo que no?

Entonces me miró durante unos segundos, antes de agachar la cabeza.

—¿Qué crees que me haría la gente en cuanto entrase por la puerta?

Hubo un pequeño silencio que se hizo eterno, pues no encontraba las palabras adecuadas para hablar.

—Da igual, tampoco me llaman mucho la atención— suspiró.

Me quedé un rato pensando, hasta que por fin se me ocurrió algo.

—¿Alguna vez has probado el alcohol?

Me miró extrañado antes de hablar.

—En alguna cena familiar, sí. ¿Por?

—Tengo una idea— dije levantándome— ¿Sabes conducir?

—Uh, sí.

—Pues en marcha.

En seguida imitó mis movimientos, todavía confundido.

Nos montamos en uno de los coches que tenían allí aparcados.

—Gin, aún no me has contado tu plan.

—Tú solo conduce.

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The Styles SecretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora