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Salí corriendo de la cama como alma que lleva el viento y teniendo varios incidentes en el camino, pues estaba tan mareada que todo a mi alrededor daba vueltas.

Llegué al retrete y a penas me dio tiempo de hacerme una coleta mal hecha antes de vaciar mi estómago con violencia. Desde que había abierto los ojos había necesitado hacer esto, pero llevé mi cuerpo al límite ya que el mareo que sentía me impedía levantarme.

En un pequeño descanso que mi estómago decidió darme, pude escuchar algo que hizo que me girara aún con hilos de babas cayendo de mi boca. Vi a Edward mirándome con indiferencia desde la puerta del baño.

Cogí un trozo de papel y me limpié de inmediato, pero sin moverme de mi sitio, pues sabía que mis ganas de vomitar aún no habían acabado.

—Tómate esto— al segundo de decirlo unas pastillas cayeron al lado mía.

—¿Y el agua?

—Estás en un baño, bebe del grifo— soltó con desprecio y se marchó.

No aguanté más y volví mi cara al váter.

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Iba de habitación en habitación buscando a alguien, pero ni siquiera las personas del servicio estaban, aunque para ser honestos, era fin de semana y no esperara que estuvieran, a pesar de tener esa pequeña esperanza.

Al bajar las escaleras más de lo mismo, no se escuchaba ni el ruido de una mosca, pero a medida que me aproximaba a las escaleras del sotano empecé a escuchar pequeños jadeos que se iban intensificando cada vez que me acercaba más.

Sabía lo que había allí. Tenían un pequeño gimnasio y una puerta cerrada a la que no me habían permitido entrar.

Me encontré a Edward de espaldas a mi, sin camiseta, mientras soltaba un puñetazo tras otro al saco de boxeo, marcando así los músculos de su espalda con cada movimiento.

Esperé un rato en la entrada del gimnasio hasta que acabara, pero su ejercicio parecía hacerse interminable.

—Edward— me tembló la voz presa del pánico.

El chico paró y se quitó los guantes, sin embargo siguió sin mirarme. Caminó hacia una esquina de la estancia y cogió una toalla que se encontraba perfectamente doblada encima de un pequeño banco para quitarse el sudor, para posteriormente empezar a beber de su botella de agua.

Yo esperaba impacientemente a que terminara su rutina, la cual se tomaba con mucha calma.

—¿Qué quieres?— dijo secamente.

—¿Dónde está Brook? La he buscado por toda la casa pero no la he encontrado.

—Eso es porque no está aquí— dijo recogiendo sus cosas y pasando por mi lado para subir las escaleras— Se fué a casa. Llevas mucho tiempo durmiendo.

A pesar de murmurar lo último, logré escucharlo.

—No estaba durmiendo, estaba vomitando todo lo que bebí la noche anterior y apañándomelas para tomarme una pastilla sin vaso de agua— solté casi sin pensarlo.

Escuché una leve risa que estoy casi segura de que intentó ocultar.

—Nadie te obligó a beber tanto— volvió a decir serio.

Decidí ignorarle e ir al tema que realmente me importaba, pues nos estábamos dirigiendo a su habitación y se me acababa el tiempo.

—¿Y Marcel?

—Es una rata de biblioteca, estará estudiandose algún libro— dijo sin importancia.

—¿A que hora volverá?

Al decir eso se paró de golpe, provocando que casi chocara con él. Retrocedí un paso y al momento se dio la vuelta con el ceño fruncido.

—Mira niña lo que haga ese nerd ni me incumbe ni me importa, así que deja de hacer preguntas a las que no te voy a responder— escupió de forma violenta.

En seguida se volvió a dar la vuelta y se metió en su habitación, pero yo no me rendía. Cuando la puerta estaba a punto de cerrarse metí el pie y empujé para abrirla de nuevo y entrar en su habitación.

Al contrario de lo que podía pensar, a Edward no le importó y siguió su camino sin inmutarse. Cogió algo de un cajón y se dirigió al baño.

—¿Y Harry?— dije siguiéndole.

—Seguirá de fiesta— caminaba del baño a su habitación y viceversa llevando cosas— Tampoco me importa.

Fruncí el ceño confundida.

—Pero si nos trajo anoche a casa— prácticamente murmuré para mi. Edward me miraba sin cambiar la expresión ya quieto en el baño, pero sin dejar de mover las manos, algo de lo que yo no me estaba dando cuenta. Entonces abrí mucho los ojos y casi sonreí— ¡Fuiste tú! Tú nos recogiste y nos trajiste a casa, por eso no sabías quien era Brook.

Estaba tan absorta en el reciente descrubrimiento que no me di cuenta de lo que sus manos habían terminado de hacer, por lo menos hasta que sus pantalones cayeron al suelo junto con la ropa interior. Entonces, como si de magia se tratara, el agua de la ducha se hizo presente también en mis oídos.

Subí rápido la mirada, pues por inercia se dirigía a ver qué ocurría en el sur de su cuerpo. Me tapé los ojos para evitar provocaciones y me di la vuelta.

—Ya te puedes ir— hizo una pequeña pausa para luego susurrar con burla— Si quieres.

Salí casi corriendo de allí, no sin antes escuchar una pequeña risa por su parte, la cual estoy segura de que se pensó que no la había oído.

The Styles SecretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora