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Metí la última prenda en una de las enormes maletas que estaban encima de mi cama. Antes de cerrarla, despegué de la pared el único objeto que la decoraba a estas alturas, una foto del verano pasado en las que estábamos mis mejores amigos y yo, con los cuales temía perder el contacto.

Todo esto me había pillado desprevenida, no creía que me admitirían en una de las universidades más prestigiosas de Inglaterra. Ni tampoco se me habría pasado por la cabeza hace tres años que conseguiría una beca gracias al programa de danza del instituto.

Guardé la foto en la maleta y miré la hora. En tan solo cuarenta y cinco minutos tenía que estar en el aeropuerto, así que revisé que no me quedara nada atrás y bajé corriendo las escaleras.

—Vamos cariño o no llegarás— gritó mi padre mientras salía por la puerta.

En cuanto pisé el suelo de la sala, dejé caer las maletas, con tan poco cuidado que crucé los dedos para que no se abriesen. Pesaban demasiado como para creerme que había corrido tanta distancia con ellas a cuestas.

—Estás hecha una blanda, a ver si te pones en forma— escuché a mi hermano hablar mientras aparecía por la puerta de la sala y cogía las maletas como si de plumas se tratasen.

—Gracias, te quiero— dije de forma sarcástica mientras aún intentaba recuperar el aliento.

Una vez lista, eché un vistazo a la sala por última vez, recordando todas las veces que mis amigos y yo traíamos alcohol a escondidas mientras mis padres dormían arriba, o las tardes que pasaba viendo mis películas favoritas con mi familia, antes de cerrar la puerta. Sin duda echaría de menos todo eso.

—¿No te queda nada?— preguntó mi madre en cuanto me metí en el coche.

—Si me quedase algo tendría una excusa para volver— dije bromeando. Mi madre se giró en su asiento para sonreírme, y pude notar las lágrimas de la no tan lejana despedida asomarse en sus ojos— No llores mamá, sabes que estaré aquí en cada fiesta.

—¿En cada una de ellas? ¿En pascua también?

—Nosotros no celebramos pascua— dijo mi hermano confuso, por lo que yo reí y poco después nuestra madre también.

—Podrías estudiar aquí como hizo tu hermano.

—Si, y ya de paso meterme en su fraternidad llena de drogas, sexo y alcohol.

—¿Drogas?— interrogó esta vez mi padre.

—Está de coña, en nuestra fraternidad tenemos una campaña contra las drogas— dijo casi atragantándose para luego lanzarme una mirada asesina.

—¿Y vuestro lema es combate las drogas con drogas más fuertes?— susurré para que solo él me oyera. No pude evitar reír ante la seriedad de su semblante.

—Tú no te metas en líos cuando llegues a Inglaterra.

—Más te vale que no señorita, o iré ahí personalmente y te traeré por una oreja— dijo mi madre apuntándome con el dedo.

—Sabeis que no haré nada malo. Nunca tuve problemas y tampoco pienso tenerlos ahora.

—Así me gusta— dijo mi padre sin quitar la mirada de la carretera. De pronto resopló— Ya hemos llegado.

Mi hermano me ayudó con las maletas una vez más y las arrastró hasta la puerta de embarque, donde sabía que me tenía que despedir de ellos.

—Ginger cariño, llámanos en cuanto llegues, y todas las noches antes de dormir, y cuando te levantes...

—Sí mamá— reí— Cuando pueda cogeré un avión para venir a haceros una visita.

—Estoy orgullosa de ti, todos lo estamos— dijo sollozando.

La abracé de inmediato, sintiendo como mis ojos se aguaban tambien.

—Ey, que me toca— escuché la voz de mi padre. Me separé de mi madre para abrazarme esta vez a él— No le digas a tu madre que te he dicho esto, pero, diviértete, no te pases todos los fines de semana estudiando.

Me separé riendo y le vi guiñar un ojo justo antes de que mi hermano se interpusiera y se lanzase encima mía.

—Te quiero piojo. Y ya sabes, disfruta, sal a fiestas, conoce gente. Y si conoces a alguna chica interesante llámame que en unas horas estoy ahí.

Ambos reímos y yo me abracé con más fuerza a él.

—Te echaré de menos Derek— justo antes de separarme volví a hablar— La habitación sigue siendo mía, ni se te ocurra tocarla.

Escuché sus quejas mientras empezaba a cargar con mi equipaje y reí. El número de mi vuelo se empezó a escuchar por megafonía, por lo que me giré a verles aún con las lágrimas en los ojos.

—Os quiero muchísimo— y sin querer torturarme más, empecé a caminar hacia mi futuro.

The Styles SecretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora