CAPÍTULO 7

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Asher estaba sobre mí, con sus caderas alineadas a las mías, sus codos a los costados de mi cabeza apoyándose sobre el colchón y sus labios ardientes sobre los míos depositando besos lascivos.

Con el paso del tiempo éstos habían dejado de ser lentos y delicados, ahora  había veces en las que eran más bruscos pero sin hacer daño. Ya no era aquel suave contacto que alborotaban las mariposas en mi estómago, ahora eran  ardientes roces que provocaban cosquillas en mi entrepierna y una humedad que se extendía por mi ropa interior.

Sus caricias también había cambiado, ya no se enfocaban solamente en mi rostro, ahora sus ágiles manos vagaban sobre todo mi cuerpo robandome pequeños gemidos cuando éstas daban con lugares que me hacían ver estrellitas en el techo.

A pesar de que nuestras caderas se movían en busca del contacto del otro y que nuestros corazones latieran como locos en un ataque de deseo Asher no había perdido la manía de mantener una de sus manos sobre la mía con los dedos entrelazados.

— Asher

Me encantaba la manera en la que me hacía sentir, solía pensar que los besos eran algo vano e insignificantes hasta que él me beso. Entonces entendí la vida de esa manera.

Era como si todo este tiempo hubiera vivido bajo un cielo gris y Asher lo hubiera teñido de colores con sus caricias y besos.

— Debemos parar... — susurré con un pequeño quejido, en realidad no quería parar pero sabía que estábamos llevando esto demasiado lejos.

Celia, mi amiga, sabía sobre estas cosas y ella me había explicado sobre esto; las bases, lo que significaba cada caricia, lo que les gustaba a los hombres, lo que no y lo que seguía después de las ardientes sesiones de besos.

Sexo.

No sabía mucho acerca de ello, solo lo que Celia me había contado; ella ya había tenido su primera vez con Charles — su novio desde hace cinco meses quien era un poco más "vivido" que todos en la escuela — así que sabía algo. Pero vamos, es ella la chica que cree que la tierra en realidad es plana solo porque un artista que le gusta lo dijo.

No era una fuente confiable y por lo que había visto en internet el sexo era todo un mundo de placeres y preocupaciones: enfermedades, embarazos, si te gusta, si no, si duele, etcétera.

— No — negó Asher mientras comenzaba a desabrochar los primeros botones de mi camiseta blanca la cual era parte del uniforme — ¿No se siente bien? —

Su respiración era tan agitada como la mía, sus labios estaban hinchados y podía notar el efecto de mis besos sobre él cada vez que movía sus caderas a la par de las mías.

Aquella tarde habíamos decidido ir a su casa a hacer la tarea de matemáticas porque yo era un asco en ellas y él siempre me explicaba. Así que aquí estábamos sobre su cama con la puerta de su habitación cerrada y los cuadernos a nuestro lado.

— Sí — mi espalda se arqueo de manera instintiva cuando sus labios succionaron la delicada piel del valle de mis senos.

Kora solía ponerse celosa de que con tan solo catorce años yo ya tuviera senos mientras ella aún no tenía la regla.

Aunque en realidad solo me gustaban porque a Asher le gustaban, yo solía odiarlos la mayor parte del tiempo cuando dolían o llamaban la atención de los chicos antes de que el ojiazul que me acompañaba a todos lados les dejará un ojo morado.

Kora no sabía la suerte que tenía, ella no había tenido que pasar por los dolores y el susto de la primera vez.

La mía aún seguía siendo vergonzosa:  Yo llorando porque no entendía qué pasaba con mi cuerpo mientras un dolor punzante abrazaba mi vientre y Asher a mi lado intentando calmarme mientras investigaba en uno de los libros de medicina que tenía su familia en la biblioteca.

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