CAPÍTULO 42

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— Ezra, ni se te ocurra

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— Ezra, ni se te ocurra. — negué cuando lo vi abrir la primera caja.

Aquí estábamos, con un pequeño de casi un año durmiendo en su cuna mientras que el guapo bombero de ojos verdes y piel morena se introducía en mi casa para vivir con nosotros.

Había estado aplazando el momento pensando en que solo sería cuestión de tiempo para que él se aburriera de mí y fuera en busca de alguna mujer sin hijos con quien pudiera hacer todo tipo de cosas sin responsabilidad. Pero, como siempre, la vida me cerró la boca de golpe; él se quedó.

— ¡Vamos, a Nathy le encanta mi lámpara de cacahuate! — exclamó divertido mientras la ponía sobre la mesilla, del lado de su cama, sonriendo con orgullo cuando ésta iluminó las paredes de nuestro cuarto con pequeños cacahuates — Demasiado sexi, ¿no crees? —

— La que tiene forma de perico se va. — advertí mientras me acostaba sobre la cama, llevaba todo el día acomodando el resto de su ropa y un par de lámparas por la casa; dejando su huella — Y no voy a cambiar de opinión — señalé mientras enterraba mi cara sobre la almohada.

Ezra soltó una pequeña risa antes de alejarse, pensé que solo iría por otra lámpara pero cuando un par de dedos se deslizaron a lo largo de mis piernas, activando todas mis hormonas, me dí cuenta de sus intenciones.

El colchón a mis costados se hundió bajo su peso cuando se sentó a horcajadas antes de quitarme la almohada de mi cara.

¡Madre mía, no llevaba camisa!

— Creo que podemos negociarlo — dijo con una sonrisa coqueta que era capaz de hipnotizarme por completo — ¿No crees? —

Las manos de Ezra se deslizaron por todo mi cuerpo hasta llegar a mi rostro el cual tomó con delicadeza antes de inclinarse para besar mis labios robándome un pequeño gemido.

— Bien, — asentí mientras sus manos se deshacían de mi vestido largo dejándome completamente expuesta a él, con todo y mis imperfecciones — creo que puedes convencerme. —

— Tendré que escuchar un "Puedes quedarte con la lámpara de perico, mi amor" — susurró  cerca de mi oído antes de repartir besos húmedos sobre mi cuello, hasta aquí llegaba mi sentido común.

— Puedes quedarte con la lámpara de perico satánico, mi a.... — mis palabras quedaron ahogadas por sus labios que buscaron los míos con desesperación reclamándome por completo — Ezra. —

— Vas a despertar al bebé, — susurró mientras se desnudaba para mí, con una sonrisa traviesa cruzando sus brazos — ya puse el pestillo. —

— Eres un odioso. — mascullé mientras tiraba de su brazo para volver a besarlo hasta volverme loca intentando no gritar su nombre de placer.


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