El diario de Kresthauser

Capítulo 4

"Los pecados de los padres se vengan hasta la décima generación"

Adolf Hitler

Me encuentro en la biblioteca del hospital. Es un lugar atestado de principiantes y de algunos tullidos en busca de información médica. Pero no estoy aquí para consultar ningún manual médico ni las respuestas que busco se hallarán en ellos. Busco otro lugar que justamente se encuentra aquí. Hablo del archivo. Al fondo de la biblioteca hay un cuarto, con acceso restringido, donde se guardan copias de historiales médicos, certificados de defunción, partidas de nacimiento, papeles importantes para el hospital y, lo que ansío... los expedientes de los médicos residentes e internos, incluso de los cirujanos. Y como no, yo, en calidad de director, tengo pleno acceso a toda esa información privilegiada. Los residentes sólo pueden acceder a los historiales. Aunque hay una copia de los pacientes ingresados en cada planta y sólo se bajan aquí cuando el paciente deja el hospital. Rara vez alguien viene a husmear  y si lo hace, antes debe pedirme permiso y unido a ello, la llave, que se halla en mi poder.

No quiero perder tiempo así que me he dirigido directamente al anexo de la biblioteca, conocido como el archivo. He abierto la puerta con mi preciada llave y me he adentrado en él. Huele a humedad, posiblemente debido a su estado estanco durante bastante tiempo. Creo que la última vez que bajé aquí fue poco después de entrar a trabajar aquí. Vine a traer historiales viejos y archivarlos alfabéticamente, trabajo de novatos o de enfermeras, que por suerte no tuve que volver a hacer. Ahora ese trabajo lo hace Ophelia, de forma eficientísima he de decir.

Todo está lleno de polvo y mugre. Está claro que Ophelia habrá ordenado los historiales pero lo que se dice limpiar el archivo...no es el caso. Aunque tampoco es su cometido, todo sea dicho. Quizá debería enviar a la brigada de limpieza a poner algo de orden, pero antes debería asegurarme de que no hubiera nada aquí que no quisiera que viera alguien más, aparte de mí. Vayamos paso a paso. He abierto el archivador de historiales. Como no, está perfecta y alfabéticamente ordenado, Ophelia es impecable. Mauser, M. H... I... J... L... M... aquí está. Mallack... Maoenchenglach... München... creo que me he pasado.... ¡Mauser, ajá, lo tengo! Veamos que dice sobre usted, Mauser.

Michäel Mauser, natural de Berlín, nacido el 23 de enero de 1911, dos años antes de la Gran Guerra. Así que tan sólo tiene 26 años... Graduado en la Friedrich-Wilhelm, promoción del 34, cuatro años después de mí.  ¡Se graduó con tan sólo 23 años y en la misma universidad que yo! ¡Tuvo que hacer más de un curso por año! Matrícula de honor... Por lo que veo Mauser es todo un portento. ¿Por qué alguien tan laureado iba a jugársela por una simple judía? Estudió en Friedrich-Wilhelm, luego debe ser germanófilo. No entiendo nada, nadie se toma al pie de la letra el juramento hipocrático y mucho menos lo antepone a los deberes nacionales. Veamos a ver qué más dice el expediente. Es intachable, ni una falta, y cuenta con una pila de cartas de recomendación. En una de ellas pone, y cito textualmente: "Es el médico perfecto, el ejemplo a seguir." Ese niño no puede ser mejor que yo, vengo de una estirpe de médicos y mi padre fundó este lugar, lo llevo en la sangre, soy el mejor. Él es bueno, sí, pero no mejor que yo. Además, probablemente el nivel de la universidad bajó en su época. Aquello estaba dirigido por un atajo de sanguijuelas judías, era la época. Nuestro Führer aún no había terminado de surgir. Eso explicaría su afinidad por la niña judía.

Es todo muy confuso, lejos de despejar mis dudas, bajar aquí las ha aumentado. Me llevaré el expediente y lo repasaré con calma en mi despacho, además aún tengo que cambiar las guardias, no pienso arriesgarme a tener a un posible "amigo" de los judíos aquí mañana, no con la visita del Führer a las puertas. La reputación de este hospital tiene que estar por encima de todo, mi padre debe sentirse orgulloso de mí.