"El estado racial tiene como tarea seleccionar a los más capacitados dentro del conjunto nacional para luego promoverlos a la posición de dignidad que merecen"
Adolf Hitler
"4 de julio de 1934
La vida era maravillosa hasta que recibí una mala noticia, supongo que por eso vuelvo a este diario lleno de tristeza. La parte buena es que desde Navidad, Emily y yo no hemos hecho sino que amarnos mutuamente. La relación ha ido a más y ninguno de los dos esconde ya sus sentimientos.
Recuerdo la primera vez que nos besamos. Fue un año nuevo. La capital estaba vestida de blanco y Emily contemplaba la bella ciudad nevada desde su ventana cerrada en su acogedora habitación del hospital. Yo me acerqué a ella y me senté a su lado. No dije ni una sola palabra, tan sólo contemplé con ella el embriagador paisaje. No puedo decir por qué lo hice ni de dónde saqué el valor pero casi sin darme cuenta tenía agarrada su mano. Para mi sorpresa, ella no hizo ademán de soltarse, de hecho, me la apretó con fuerza. A los pocos segundos su cabeza yacía posada en mi hombro. No fui consciente de cuánto tiempo estuvimos así pero pasado un tiempo indeterminado la miré y no hizo falta nada más. Nos besamos como nunca había besado a una mujer, ni siquiera a mi propia esposa. Cada segundo que pasaba entre sus brazos, cada segundo que nuestros labios permanecían pegados era un segundo en el paraíso. Jamás había sentido nada parecido, ni siquiera cuando nació mi hijo Heinrich, hasta entonces el momento más feliz de mi vida.
Los días posteriores sólo fueron a mejor. Si antes Emily ya era mi primer y mi último pensamiento del día ahora copaba la totalidad de ellos. Incluso mi trabajo se resintió. Por suerte, al ser el dueño podía delegar mis obligaciones en los demás, algo que iba principalmente contra mis principios arios del esfuerzo y el trabajo, pero me daba igual, Emily era lo más importante para mí. Tengo que decir que no me reconocía ni me reconozco pero no me arrepiento de nada. Emily me había devuelto la vida.
Por otra parte, su paraplejia fue mejorando. El programa personalizado del cual me ocupaba daba sus frutos. Emily ya era capaz de mover los dedos de los pies y de mantenerse erguida, eso sí, ayudada por unas muletas y por mis inestimables brazos. Andar ya era harina de otro costal, pero poco a poco lo conseguiríamos. Mauser estaría orgulloso del trato que profería a su paciente. Pero todo no podía ser bueno, o al menos no tan idílico. He de reconocer que hasta entonces nunca habíamos hablado demasiado de mis inclinaciones políticas, pero tras lo que me confesó resultó inevitable.
Todo comenzó hace dos días. Era una tarde calurosa de verano, más de lo normal en Berlín, donde la temperatura no solía subir de 23 grados por esas fechas. Yo estaba leyendo el "Völkischer Beobachter" cuando Emily me preguntó por la noticia que leía. Yo no solía hablar con ella de temas políticos así que me sorprendió su interés, de hecho, incluso me gustó. Al parecer había tenido lugar una purga dentro del partido en la cual había habido una limpieza total de todos aquellos elementos corruptos, los "pequeños hitleres" les llamaban. No podía estar más de acuerdo con aquella "purga" ya que se había formado mucha corrupción en torno a nuestro Führer, era algo que tenía que pasar tarde o temprano. De hecho, la opinión pública veía con buenos ojos esta "Operación Colibrí", como la bautizaron. Estaba bastante desconectado del partido, Emily y el hospital copaban todo mi tiempo, pero me llegaron rumores de que Bastian había caído en aquella operación. Supongo que decidió apoyar más a las SA de Ernst Röhm, enemigo acérrimo de nuestro Führer tras el putsch, que a nuestro Führer en sí. Supongo que se "ganó" su destino final. Supe también que Christian se había suicidado en su apartamento, colgado del techo con una de nuestras banderas. Aquello me produjo un gran malestar pero en mi fuero interior me alegraba de que dejase de ser una carga para el estado alemán, al fin y al cabo era un lisiado mental, ya que no era capaz de sobreponerse a sus heridas de guerra y sus descendientes también lo serían.
El tema de la "purga" fue lo que llevó a mi amada Emily a confesarme lo que yo jamás hubiera querido oír o imaginar. Me confesó que era judía. Aquello me provocó malestar, no puedo negarlo y cambió mi semblante. Me contó que no era practicante pero sus padres eran judíos por lo que ella lo era por herencia. Al parecer, iban a abandonar el país unos días después del accidente. Al no poder mover a Emily decidieron irse ellos, ya que sus pasaportes tenían fecha de caducidad y, desde el extranjero, conseguir la extradición de su hija como paciente, ayudados por un amigo de la familia, Mauser. Pero Mauser desapareció y dejó a Emily aquí, sin ningún contacto con su familia y sin saber qué sería de ella. Me lo contaba porque confiaba en mí, porque me amaba y ahora sabía que el destino le había hecho encontrarse conmigo. No le importa que estuviera casado (aunque separado realmente) ni que tuviera un hijo. De hecho, sabía que mis inclinaciones políticas eran nacionalsocialistas pero había visto en mí la bondad y el amor y sabía que nunca la delataría. Por suerte, aunque Emily no era la clásica aria desde luego no parecía judía y su apellido tampoco. Sus padres no deberían haberse ido, al fin y al cabo nuestro Führer había puesto a los judíos en su sitio, eso no significaba que no hubiera honrados y otros casi alemanes, Emily era la prueba, pero la mayoría eran un peligro para la nación alemana y algo había que hacer para remediarlo.
De todas formas esta revelación supuso para mí un tormento pues jamás hubiera imaginado que me enamoraría de una judía. ¿Era para mí Emily eso? ¿Una judía? No, no lo era. Esto estaba poniendo patas arriba todos mis principios, ¿pero qué podía hacer? ¿Bajarla al pabellón especial y cumplir con mi deber? Emily sería pasto de pruebas, algo que consideraba justo para los judíos pero no para Emily. ¿Qué debía hacer? ¿Escuchar a mis principios o a mi corazón? Sabía que si me separaba de Emily moriría en vida, para mí no era una judía, era una alemana más, mi amor, mi todo. Estar con ella no cambiaba mis ideas sobre ellos, pues sabía de buena tinta de lo que eran capaces, pero ella no, ella era diferente. Luchaba por vivir, luchaba por recuperarse, aquello era un síntoma muy ario, muy alemán, luchar hasta el final. Ella no merecía ser tratada como una judía, si no como una alemana. La amaba, no renunciaría a ella, al fin y al cabo, el estado racial tiene como tarea seleccionar a lo más capacitados dentro del conjunto nacional para luego promoverlos a la posición de dignidad que merecen."
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El diario de Kresthauser
Ficción históricaLa anunciada visita del Führer al hospital BerlinHauser, el más prestigioso del viejo Berlín, ha puesto patas arriba a todo el personal. Los nervios afloran en cada uno de ellos pues todo deberá estar perfecto para el gran acontecimiento. El directo...