"El antípoda del ario es el judío"
Adolf Hitler
Urgencias está bastante tranquilo a pesar de ser cerca de las 9 de la noche. Hay un par de accidentes domésticos, algunas piernas y brazos rotos y pocas fiebres altas pero nada fuera de lo común. Al estar todo tan en calma he decidido repasar la lista de pacientes para comprobar que todos tienen los papeles en regla y son alemanes, no quiero que se me vuelva a colar un judío y menos a tan pocas horas de la visita esperada.
Al parecer todo está en orden, posiblemente Ophelia se haya encargado de que se cumplan las normas establecidas. Algunos pueden creer que estas normas son inhumanas pero nada más lejos de la realidad. Los judíos no deben mezclarse con los alemanes, es por eso que tienen sus propios centros médicos, nadie mejor que ellos mismos para curarse, conocen mejor su anatomía y su carácter virulento. Los arios tenemos que ser curados por los nuestros. La mezcla entre judíos y alemanes debe desaparecer en todos sus aspectos. No hay que tener compasión del judío, ellos juegan con la bondad innata del alemán para aprovecharse de él. Si me apuras no habría ni que considerarlos humanos, ¿por qué entonces habría que velar por sus vidas? No tiene sentido hacerlo y es un despilfarro de recursos que bien podrían ser utilizados por y para los nuestros, que es a quién nos debemos. ¿Se preocuparían los ingleses de otro pueblo que no fuera el suyo? ¿O los estadounidenses? Nunca. ¿Se preocupan los judíos de otros que no sean ellos mismos? No. Si se preocupasen nunca se hubieran dedicado en cuerpo y alma a desfavorecer al pueblo alemán entregándolo al enemigo. Un alemán nunca hubiera aceptado las condiciones del tratado, nunca sabiendo que eso sería la perdición de los suyos, la subyugación del pueblo ario. Nunca se hubiera rendido, nunca hasta el final, hasta que quedase un sólo alemán en pie. Sólo los judíos, sabedores de que aquellas ofrendas nunca las sufrirían ellos en sus carnes, sino el pueblo alemán, hubieran aceptado tales condiciones e incluso las hubieran presentado a los nuestros como justas. Entregaron al mesías cristiano por envidia, ¿qué se puede esperar de un pueblo así, capaz de tan alta traición? Pero no quiero seguir pensando en ello. Versalles fue injusto pero el Führer está aquí ahora para restablecer el orgullo dañado. Ay... la visita de nuestro más ilustre y sabio hombre ha despertado, más si cabe, al ya de por si ardiente nacionalsocialista que hay en mí, y leer a mi padre no hace sino convencerme más de ello.
Ophelia me ha mirado sacándome de mis pensamientos. Al hacerlo me ha sonreído. No he podido sino responderla con otra sonrisa sincera. Es muy guapa y una nacionalsocialista acérrima, estoy seguro que mi padre (de estar vivo) aprobaría que me casase con ella aunque sólo sea una enfermera, al fin y al cabo mi padre nunca creyó en las clases sociales, tan sólo en las clases importantes, las raciales. Tener la misma sangre es la más noble distinción que necesito. Aún recuerdo la última vez que me dijo eso, fue el día de mi graduación. No sólo se emocionó aquel día como nunca sino que luego, aparte y a solas, me dijo que no perdiera el tiempo con mujeres volubles y huecas sino que buscase alguien que quisiera tanto como yo al pueblo alemán y que, por supuesto, fuera de mi misma sangre. Me dijo que era peor envenenar la sangre con una no alemana que con una alemana hueca, pero que intentara tener ambas cosas. También me dijo que no sería muy difícil pues las huecas no podían abundar entre las especies dominantes pues si no éstas no dominarían. Y sin duda los arios somos los dominantes, por méritos propios. ¿Cuántos años ha necesitado el involucionado negro para formar una sociedad avanzada? Aún no lo ha conseguido, sólo algunos de ellos consiguen medio adaptarse a la vida aria pero siempre para tareas simples. África sólo será próspera cuando el hombre blanco la controle totalmente y la invada de colonos arios, como en el caso de Estados Unidos o México. El resto de Sudamérica está entrando en decadencia, a excepción de Argentina, que se mantiene pura en su mayoría. Ahí radica el secreto de su poder, su sangre no está envenenada. Los españoles cometieron el error de mezclarse, por eso sus colonias se han vuelto decadentes y su imperio cayó. Nunca hay que envenenar la sangre de la raza pues eso significa el fin de todo un pueblo.
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El diario de Kresthauser
Ficción históricaLa anunciada visita del Führer al hospital BerlinHauser, el más prestigioso del viejo Berlín, ha puesto patas arriba a todo el personal. Los nervios afloran en cada uno de ellos pues todo deberá estar perfecto para el gran acontecimiento. El directo...